Son muy pequeños -no más de 5 centímetros y 40 g de peso- pero tienen desesperados a los agricultores de Castilla y León. El microtus arvalis, conocido popularmente como topillo campesino, se ha multiplicado este año sin control (hay ya más de 500 millones de ejemplares) y ha devorado más de 400.000 hectáreas de cultivos en esta comunidad. Y son también muy rápidos: pueden recorrer hasta dos kilómetros en un día.
Imagen: Vyacheslav FomichevEl origen de la invasión se ubica en octubre, al norte de la provincia de Valladolid y en la zona de Palencia. Las suaves temperaturas invernales propiciaron su vertiginosa reproducción y el salto de las colinas, su hábitat natural, a la llanura, donde carecen de enemigos naturales.
Tras acabar con las cosechas de cereal, han pasado ahora a los campos de remolacha, patata y maíz. Las pérdidas ocasionadas, según la Junta de Castilla y León, ascienden a 15 millones de euros, aunque las asociaciones de agricultores consideran que esta cifra debería doblarse.
Sus depredadores, junto con parásitos y patógenos naturales, son la mejor manera de solucionar a corto plazo este problemaLos especialistas en plagas del Ministerio de Agricultura, así como diversos expertos universitarios y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) consideran a sus depredadores, junto con parásitos y patógenos naturales, la mejor manera de solucionar a corto plazo este problema.
Sin embargo, las principales organizaciones ecologistas españolas afirman que se están desoyendo estas recomendaciones y se está optando por la utilización de plaguicidas químicos, como la clorofacinona o la bromadiolona.
En este sentido, los ecologistas subrayan que se trata de productos que por su toxicidad requieren autorizaciones específicas para su manipulación y posterior eliminación de sus residuos. Además, aseguran que al utilizar este tipo de productos se acaba también con su posible solución, ya que sus predadores pueden acabar intoxicados por bioacumulación al consumir presas envenenadas. En definitiva, añaden, se trata de sustancias que conllevan también un riesgo para la salud, tanto para los que las manipulan, como para la población en general, que pueden acabar ingiriendo animales muertos o intoxicados por esta causa.
En cualquier caso, los conservacionistas han manifestado que continúan ofreciendo su colaboración para combatir la plaga de topillos y paliar sus efectos. En este sentido, recuerdan que llevan tiempo realizando numerosas propuestas a las instituciones y organizaciones profesionales agrarias. Así, se ha reclamado la toma de medidas de valoración, compensación y aseguramiento de este tipo de daños, así como diversas medidas agronómicas de prevención y control de la plaga y de fomento de los predadores naturales.
Por su parte, el Colegio de Ingenieros Agrónomos de Castilla y León y Cantabria se ha posicionado de manera similar, si bien ha recomendado a los agricultores como medidas que se deben tomar la quema de rastrojos, el laboreo profundo con vertedera (un arado destinado a voltear y extender la tierra levantada), y el tratamiento con cebos localizados en las toperas.
De todas maneras, este colectivo profesional recuerda que se trata de un fenómeno cíclico, y rememora unas plagas similares ocurridas durante los años 1988-89 y 1993-94. Por ello, y al igual que en dichas ocasiones, confían en que la explosión demográfica del topillo cesará por causas naturales, principalmente por la acción de sus predadores y las condiciones climatológicas adversas otoñales e invernales.
El topillo campesino es un pequeño roedor que se distribuye a lo largo de toda la Europa continental. Muy similar al topillo agreste (Microtus agrestes), en España se le conocen dos subespecies, M. a. asturianus, que ocupa actualmente la Meseta Norte y los sistemas montañosos circundantes, y M. a. meridianus, localizada en el Pirineo.
Su distribución se limitaba hasta hace 20 años a los sistemas montañosos de la mitad norte, aunque debido a las explosiones demográficas que ha experimentado cada tres o cuatro años ha colonizado nuevas áreas y ha ocupado la práctica totalidad de la Meseta Norte.
En cuanto a sus predadores naturales, la lechuza común (Tyto alba) y la comadreja (Mustela nivalis) suelen incluirle entre los componentes principales de su dieta. Asimismo, en los momentos de máxima densidad poblacional de topillos, la lista de sus predadores se amplía considerablemente a otras rapaces nocturnas y diurnas, córvidos, mamíferos carnívoros, reptiles, etc.