Imagen: Colleen Taugher
El acceso a las nuevas tecnologías ha permitido el nacimiento de un nuevo tipo de voluntariado, el tecnológico, cuya misión es reducir la brecha digital. En concreto, los fines que se persiguen son conseguir la igualdad de oportunidades en el acceso, conocimiento y utilización de las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) y favorecer un uso responsable de esta herramienta. Ésta es la filosofía con la que un grupo de internautas comenzó en 2001 su andadura como movimiento social para convertirse, cuatro años después, en lo que hoy es la Fundación Cibervoluntarios . Su presidenta, Yolanda Rueda, asegura que «el voluntariado a través de la Red no es una moda, sino una necesidad», por lo que defiende la importancia de atraer a los colectivos más desfavorecidos: personas mayores, mujeres, discapacitados, habitantes de zonas rurales y municipios pequeños, colectivos en riesgo de exclusión social y/o laboral, personas con un bajo nivel educativo y miembros de otras ONG.
Su función es enseñar de forma clara, sencilla y útil el manejo de las nuevas tecnologías
La tarea de los cibervoluntarios y cibervoluntarias es romper una especie de barrera psicológica que define a la informática como una de las disciplinas más difíciles de aprender. Para ello, organizan charlas, talleres y seminarios en los que se instruye de manera clara, sencilla y útil en el manejo de las nuevas tecnologías. «A veces, los propios participantes se han convertido en cibervoluntarios al identificarse tan bien con los alumnos y verse más capacitados para explicar cómo usar un ordenador», explica Rueda. Es así como algunas de las zonas más alejadas se han hecho un hueco en el universo virtual, a pesar del rechazo inicial a usar Internet. «Les enseñamos cómo funcionan los blog y, sin darse cuenta, acaban haciendo uno sobre su pueblo y escribiendo algo todos los días», añade Rueda.
«El voluntariado a través de la Red no es una moda, sino una necesidad»
Respecto al perfil de los cibervoluntarios y cibervoluntarias, un estudio llevado a cabo por la Fundación revela que un 42% son personas entre 18 y 30 años, mientras que otro 43% tiene entre 31 y 50 años, y un 13% son personas de mayor edad, prejubiladas o jubiladas. Este último grupo ha ganado protagonismo en los últimos años hasta convertirse en la apuesta de cara al futuro debido a su mayor disponibilidad de tiempo. Por sexos, un 66% son hombres frente a un 34% de mujeres, interesados e interesadas por las TIC y que se ayudan tanto de los ordenadores portátiles, como de las cámaras digitales, la telefonía móvil, las PDA o los Ipod para desempeñar su labor. «Las únicas condiciones que hacen falta para ser cibervoluntario son tener pasión por las nuevas tecnologías y muchas ganas de ayudar a los demás, no obsesionarse con que hay que saber muchísimo de tecnología, porque siempre hay alguien al lado que sabe menos y al que se puede ayudar, y ser una persona pro-activa capaz de proponer actividades y buscar los recursos necesarios para llevarlas a cabo», subraya Rueda.
El programa internacional de voluntariado de Naciones Unidas ha sido determinante para reconocer la relevancia del voluntariado tecnológico. En este marco se celebró la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información (CMSI), en la que se instó a los donantes a integrar las TIC en las estrategias de ayuda oficial al desarrollo y se puso de manifiesto que “sin la existencia de cibervoluntarios, no se va a acabar con la brecha digital”, recalca Yolanda Rueda. Esta Cumbre se desarrolló en dos fases. La primera tuvo lugar en Ginebra en diciembre de 2003 y la segunda en Túnez, en noviembre de 2005. El objetivo de la reunión de Ginebra fue redactar una declaración de voluntad política y decidir las medidas concretas para conseguir una sociedad de la información para todas las personas. En la Declaración de Principios de Ginebra se reconoció “la capacidad de las TIC para reducir muchos obstáculos tradicionales, especialmente el tiempo y la distancia”, en beneficio de millones de personas en todo el mundo. Por ello, se apostó por estas tecnologías como un instrumento eficaz para aumentar la productividad, generar crecimiento económico, crear empleos y mejorar la calidad de vida.
En la fase de Túnez, el objetivo fue poner en marcha el Plan de Acción de Ginebra, cuyos objetivos principales son construir una sociedad de la información integradora y poner las TIC al servicio del desarrollo. También se decidió alcanzar los acuerdos necesarios en cuanto a la financiación, seguimiento y aplicación de los documentos de Ginebra y Túnez, considerados “una oportunidad excepcional de crear mayor conciencia acerca de las ventajas que las tecnologías de la información y la comunicación pueden aportar a la humanidad”. En el Compromiso de Túnez se destacó, además, la necesidad de erradicar la pobreza y alcanzar las metas y objetivos de desarrollo acordados internacionalmente, incluidos los Objetivos de Desarrollo del Milenio, y se animó al sector público y privado, así como a la sociedad civil, las Naciones Unidas y a otras organizaciones internacionales, a colaborar para facilitar el acceso a las TIC “con el fin de colmar la brecha digital”.