Alteraciones en ecosistemas como la tundra, desestabilización de edificios y carreteras, árboles que pierden su verticalidad, rutas migratorias afectadas, corrientes marinas y fluviales perturbadas o liberación de enormes cantidades de gases de efecto invernadero a la atmósfera. Son algunas de las consecuencias de que el permafrost, el subsuelo terrestre que permanece congelado, se esté derritiendo por efecto del calentamiento global.
Las regiones con permafrost ocupan una cuarta parte de las tierras emergidas del planeta, entre ellas las zonas polares y de alta montaña. Groenlandia está cubierta casi en su totalidad por permafrost, mientras que Canadá, Alaska, el norte de Europa, Asia o la Antártida cuentan con grandes zonas de este subsuelo congelado. En este sentido, algunas ciudades del Noreste de Siberia se han construido sobre este cimiento natural.
Cada vez más investigaciones alertan del derretimiento progresivo de esta capa de hielo como consecuencia del cambio climático. Según una simulación realizada en el Centro Nacional de Investigaciones Atmosféricas (NCAR) estadounidense, de mantenerse las actuales condiciones, de aquí a 2050 la mitad del subsuelo helado del hemisferio norte podría desaparecer y, para 2100, hasta un 90% de la superficie actual.
De aquí a 2050 la mitad del subsuelo helado del hemisferio norte podría desaparecer y, para 2100, hasta un 90% de la superficie actualEn uno de los ríos más largos del mundo, el Lena, que atraviesa Siberia central y desemboca en el Océano Ártico, los efectos ya se perciben de manera notable. Así lo ha indicado un trabajo realizado por científicos franceses, rusos y estadounidenses, coordinados por el Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS) de Francia.
Los investigadores han comprobado que cada año es mayor el permafrost de esta zona que se derrite, lo que provoca que esa agua de deshielo acabe en el Lena. El aumento del caudal del río está erosionando sus riberas, lo que constituye un grave peligro para los asentamientos urbanos cercanos. Asimismo, durante el invierno, el Lena congelado es utilizado para el transporte de mercancías por camión. Al estar perdiendo su grosor, esta «autopista» podría estar en peligro, lo que afectaría a la economía de la región.
En España, Greenpeace recuerda que los glaciares han sufrido un retroceso constante desde principios del siglo XIX. A partir de las estimaciones de ascenso de temperaturas del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC), los responsables de esta ONG consideran que el ambiente con permafrost ubicado en el Pirineo también retrocederá, y así, entre el 2050 y el 2070, los glaciares de esta zona podrían fundirse.
Permafrost y cambio climático
Los científicos que estudian el cambio climático están otorgando al permafrost una importancia cada vez mayor. Si continúa su deshielo, además de sus negativas consecuencias sobre los ecosistemas o las infraestructuras humanas, contribuirá a intensificar el calentamiento global. Este hecho se debe a que en sus capas superiores almacena grandes cantidades de CO2 y metano, dos de los peores gases de efecto invernadero (GEI). Si el permafrost se derrite, estos gases contaminantes acabarían escapando a la atmósfera.
Según diversos estudios, se estaría hablando de cantidades de GEI muy importantes. Un trabajo de la Fundación Nacional para las Ciencias de Estados Unidos afirma que el CO2 que contiene el permafrost de la tundra septentrional corresponde a un tercio de todo el carbono que flota en la atmósfera. Así, concluye, si el deshielo no se frena, en algunos años la tundra agregará tanto o más CO2 a la atmósfera que el que quita.
Asimismo, científicos de la Academia Rusa de Ciencias dijeron que el permafrost de Siberia, conocido como «yedoma», podría contener unos 500 mil millones de toneladas de CO2, tanto como todo el resto del permafrost mundial. Por su parte, un estudio realizado por un equipo de científicos norteamericanos y rusos asegura que este permafrost siberiano está, al derretirse, liberando cinco veces más de metano del que se pensaba.
Por otro lado, el permafrost constituye un auténtico registro de las temperaturas del planeta de los últimos siglos. Para ello, los científicos perforan su interior para extraer muestras cilíndricas con las que poder estudiar las variaciones climáticas. Por ello, los edafólogos (expertos en suelos) subrayan la importancia de financiar estudios sobre estas capas heladas del subsuelo.
La palabra permafrost proviene de la contracción inglesa “perma” (permanente) y “frost” (hielo) acuñada en 1943 por el ingeniero del Ejército de Estados Unidos S. W. Muller. El permafrost cuenta a su vez con dos partes: pergelisol, la capa helada más profunda, y mollisol, una capa más superficial que suele descongelarse, aunque otros expertos distinguen incluso tres partes.
La edad del permafrost del hemisferio norte se ha podido estimar gracias a los descubrimientos de restos de mamuts congelados, que se extinguieron hace 10.000 o 15.000 años, al final de la última Edad de Hielo. En este sentido, científicos de la Academia Rusa de Ciencias descubrían recientemente en el permafrost siberiano los restos congelados de un mamut de seis meses de edad que constituye, según estos expertos, el espécimen mejor preservado hallado hasta la fecha.