Imagen: Hey Paul
Las graves consecuencias del terremoto registrado en el centro y el sur de Perú, uno de los más intensos de los últimos años, han puesto a prueba la capacidad de respuesta de España. Tanto la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI) como numerosas organizaciones no gubernamentales reaccionaron inmediatamente a los efectos del seísmo, que se saldó con la muerte de más de medio millar de personas y unos 80.000 damnificados. La primera medida fue evaluar el alcance de lo ocurrido para, posteriormente, organizar el operativo de emergencia. Un esquema de trabajo que se sigue generalmente después de cualquier catástrofe natural.
La AECI se creó en noviembre de 1988 para gestionar la política española de cooperación internacional para el desarrollo, bien con sus propios recursos o mediante la colaboración con otras entidades nacionales e internacionales y ONG. Tras la catástrofe de Perú, ha sido el organismo encargado de canalizar la ayuda española enviada a aquel país: 130 toneladas de material de cobijo, tiendas de campaña, medicina y generadores de luz en los cuatro días siguientes al seísmo. Buena parte de este cargamento ha sido aportado por las ONG, que también han desplazado a la zona a medio centenar de técnicos especializados en el rescate de personas, asistencia sanitaria y apoyo psicológico. Algunos de los primeros en llegar fueron los miembros del SAMUR, SUMMA 112, Bomberos en Acción y DYA-Detente y Ayuda.
Las cuentas de emergencia permiten atender las demandas más urgentes y ayudar a los afectados a estar a salvo
Además, las ONG han colaborado, como en anteriores ocasiones, con una importante campaña para recaudar fondos gracias a la aportación de particulares a cuentas bancarias abiertas para este fin. Es el caso de Entreculturas, Manos Unidas, Cruz Roja Española, Save the Children, Movimiento por la Paz o Cáritas, que en lo que va de año ha realizado ya tres llamadas a la solidaridad y tres campañas para recaudar fondos. «La primera de ellas fue para atender a los damnificados por las inundaciones de comienzos de año que afectaron a 44.000 personas en ocho provincias. La segunda, con motivo de la ola de frío que afectó a más de 500.000 personas y ahora el terremoto», explican desde la organización. Estas cuentas de emergencia sirven para atender las demandas más urgentes y ayudar a que las personas afectadas por el terremoto estén a salvo.
Otra opción es enviar el dinero en efectivo para distribuirlo directamente entre los damnificados o apoyar los proyectos de las organizaciones e instituciones que trabajan sobre el terreno. En concreto, una vez que la ayuda llega a su destino, el reparto se realiza en las zonas más afectadas en coordinación con la Embajada de España y las autoridades del país en cuestión. Ese dinero sirve para comprar ganado, reconstruir las viviendas o comprar víveres, mantas y ropa limpia, hasta que la ayuda humanitaria llegue procedente de otros países. En ocasiones, es posible que las carreteras o los aeropuertos resulten dañados como consecuencia de una catástrofe, por lo que no siempre es fácil hacer llegar con rapidez el material que se envía a la población.
Necesidades más urgentes tras una catástrofe
Cuando ocurre una catástrofe como la de Perú, algunas personas lo pierden todo. Las viviendas quedan destruidas, los campos se echan a perder, el ganado perece… Tragedias anteriores como el tsunami y las inundaciones de Bangladesh en 2004 y el terremoto de India y Pakistán en 2005 han demostrado que, en algunos casos, es necesario comenzar la vida de nuevo. Partir prácticamente de cero. Tras el terremoto de Perú, una de las prioridades ha sido abastecer a la población de agua potable, para lo que la AECI ha enviado varias plantas potabilizadoras que se han distribuido en las zonas que presentaban peores condiciones. También es muy práctico el envío de pastillas que cumplan con el mismo fin, ya que la falta de suministro eléctrico puede impedir el funcionamiento de las plantas.
La ayuda humanitaria incluye, sobre todo, potabilizadoras de agua, víveres, ropa limpia, mantas y medicinas
El plan de acción también incluye establecer varios puntos de distribución de comida no perecedera y el reparto de ropa limpia en buen estado, instrumentos básicos para la casa, kits higiénicos y material de cobijo, como mantas, tiendas de campaña, colchones y lonas de plástico. El Movimiento por la Paz incluso ha diseñado diferentes proyectos post-emergencia centrados en la reconstrucción de las viviendas destruidas por el temblor y la capacitación de la población local en prevención de desastres. Otras tareas necesarias son la reparación del suministro eléctrico y de agua, y atender las necesidades sanitarias. Ante una catástrofe de la magnitud del seísmo peruano, incluso los hospitales pueden resultar dañados y obligar a abrir nuevas clínicas móviles donde atender a los heridos más graves. Otros lugares, como los estacionamientos o polideportivos, sirven para habilitar instalaciones de urgencia en las que se curan las lesiones leves.
Por último, la asistencia psicológica es indispensable. Hay que prestar apoyo a la cantidad de personas que, tras una catástrofe, pierden su casa, su trabajo e, incluso, a familiares. Los más vulnerables son siempre los menores, que pueden quedar huérfanos o separados de sus familias. La Sociedad Española de Medicina de Desastres (SEMECA), que atendió también a los afectados por el atentado del 11-M en Madrid y el tsunami del Océano Índico, también ha desplazado hasta Perú a personal de la organización. «La asistencia médica en las situaciones de emergencia tiene unas características diferenciales que la separan del proceso asistencial convencional propio de los escenarios en situación de equilibrio. La desproporción trágica entre necesidades y medios, las inciertas características del terreno, la falta de infraestructuras, el dramatismo, la tensión ambiental, etc, configuran un escenario en el que la labor de los profesionales de la salud debe estar rigurosamente organizada», explican desde SEMECA.
La declaración del estado de emergencia se contempla en situaciones excepcionales como los conflictos armados, las emergencias económicas y la alteración del orden interno. Se trata de un régimen en el que las autoridades pueden restringir o suspender algún derecho con la excusa de evitar que se altere el orden interno. En el caso de Perú, esta situación se prolongará durante sesenta días (un periodo que puede alargarse mediante un decreto de prórroga) en el departamento de Ica y en la provincia de Cañete, las dos zonas más afectadas por el temblor.
Entre las medidas que contempla el estado de emergencia, destacan la disposición de personal de las fuerzas armadas o policía en las calles para impedir el saqueo de viviendas y establecimientos, la suspensión de las clases escolares y la limitación a la libertad de reunión y de tránsito. Lo que debe intentarse es que cualquier medida de excepción que se tome sea siempre proporcional a la situación que la ha originado.