La sinningia es una planta herbácea perenne de la cual ha surgido un nuevo género, la gloxinia. La diferencia principal es que las primeras son tubérculos, mientras que las segundas tienen una raíz rizomatosa. El follaje está dispuesto en rosetones, en la base de la planta, es ovalado, carnoso y generalmente piloso. Las flores también son grandes, tubulares y sus pétalos son ligeramente aterciopelados, además de poseer un colorido realmente llamativo y variado.
Este ejemplar pertenece a la especie de las gesneriáceas y es oriundo de Brasil. Vegeta bien en climas templados y húmedos y en suelos bien drenados y precisa muchas atenciones. Estos tubérculos se pueden disfrutar tanto en interior como en exterior, aunque en esta última ubicación deberán estar protegidos de la lluvia y el viento. Se siembra el tubérculo a principios de primavera, enterrándolo a ras de la tierra para que el bulbo asome un poco.
Requiere riegos regulares, en los que sus delicadas flores y hojas no resulten mojadas, por lo que es recomendable regar desde abajo, sobre el sustrato, procurando mantener éste siempre húmedo. Para comprobar la humedad del sustrato bastará con palparlo con la palma de la mano, si apenas notamos humedad será recomendable regarlo. Asimismo, la sinningia requiere mucha humedad ambiental, pero como sus pétalos aterciopelados no tolera la pulverización. Por tanto, deberemos colocar el tiesto del ejemplar sobre un plato con gravilla lleno de agua.
Para su buen desarrollo es recomendable situarla en zonas soleadas y muy luminosas, en las que los rayos no incidan directamente sobre ella.