Mantener el jardín requiere tiempo. Hay que segar el césped, eliminar las malas hierbas, abonar el terreno y asegurarse de que no aparecen hongos ni plagas de insectos. Unas tareas periódicas de las que se puede prescindir si se opta por instalar hierba artificial. A simple vista, el resultado es similar. Además, hay estudios que confirman el ahorro en el consumo de agua. Sin embargo, el césped sintético cuenta con un grado de abrasión en la piel superior al de la hierba natural, por lo que las caídas en estas superficies pueden ocasionar lesiones mayores.
Aplicaciones
El césped artificial es una especie de manto flotante que imita al césped natural en color y textura. Los primeros usos fueron casi exclusivos de los campos de fútbol, pero cada vez se emplea más en paisajismo, jardinería y xerojardinería: parques públicos, campos de golf, jardines particulares, terrazas y balcones, áticos, piscinas, patios interiores o tejados son algunos de sus destinos habituales. Su resistencia al paso del tiempo y un mantenimiento sencillo lo hacen ideal para espacios que buscan una decoración diferente, más acogedora, que imita a la naturaleza e invita a jugar a los pequeños y a pasear a las mascotas. Además, el césped sintético es óptimo para las zonas poco soleadas o con sombra, puesto que no necesita riego ni luz natural para crecer.
Imagen: Ned Raggett
Hay tres aspectos a tener en cuenta al elegir el tipo de césped sintético: la calidad del manto, el relleno y la base o pavimento sobre el que se coloca. La variedad de tipos de hierba artificial permite desde mantos monocromáticos a otros de diferentes tonalidades con acabados muy realistas. Asimismo, una densidad mayor de las fibras permite obtener un jardín más frondoso y mantener la verticalidad de la hierba, incluso después de ser pisada o aplastada.
Al adquirir hierba sintética hay que analizar la calidad del manto, el tipo de relleno y la base
En cuanto al relleno, que se coloca como capa superior, está compuesto habitualmente por gránulos o arena de sílice. Ésta se puede encontrar en diferentes colores para obtener originales trabajos de paisajismo. Por otro lado, las bases más prácticas son aquellas capaces de absorber grandes cantidades de agua, aunque éstas se emplean, en su mayoría, para campos de fútbol. Estos pavimentos consiguen que el agua no se acumule en la superficie, por lo que evitan problemas de humedad y que se suelten la arena o grava, con el consiguiente riesgo de caídas. Este tipo también es adecuado para zonas geográficas en las que llueve mucho.
En resumen, aunque la textura y suavidad del césped artificial no siempre es igual que la del césped natural, la hierba sintética se considera más higiénica, fácil de limpiar y más resistente al paso del tiempo y a las condiciones climatológicas adversas: tormentas, nevadas, heladas o efecto de rayos ultravioleta. Respecto al mantenimiento, la hierba artificial libera de la tarea de cortar el césped. Sin embargo, tiene que cepillarse periódicamente para mantener las fibras erguidas, hay que recoger las hojas que caen de los árboles o de otras plantas para que no entorpezcan el drenaje, regar el manto para eliminar el polvo y asegurarse de que la unión de los trozos de césped permanece intacta.
Menor consumo de agua
«El césped natural es el gran consumidor de agua en los jardines modernos y requiere un mantenimiento frecuente e intenso», advierte Ecodes
El principal argumento que esgrimen los defensores del césped artificial es el ahorro que consigue en el consumo de agua, más en momentos de sequía y escasas precipitaciones. La Fundación Ecología y Desarrollo (Ecodes) recomienda «valorar» en el hogar «la posibilidad de emplear césped artificial en algunas zonas especificas» como terrazas, bordes de piscinas o zonas de juego, ya que «su consumo de agua es muy inferior». «El césped natural es el gran consumidor de agua en los jardines modernos y requiere un mantenimiento frecuente e intenso», advierte. Normalmente, más de dos terceras partes del agua que se consume en los jardines se destinan al cuidado de la hierba.
Los jardines artificiales apenas necesitan agua -lo que supone un ahorro interesante si se prescinde de sistema de riego-, aunque sí es necesario mojarlos para eliminar el polvo que se acumula en la superficie o refrescar el ambiente. Tampoco requieren abono, pesticidas u otros productos químicos.
Instalación
La dirección de las fibras debe ser la misma
Instalar césped artificial es sencillo. Se compra en rollos que se recortan según las necesidades y se fijan al suelo con pegamento, cola o adhesivos especiales. Se puede colocar sobre tierra, asfalto, hormigón, terrazo o caucho. Para ello, primero hay que nivelar el terreno, eliminar cualquier posible obstáculo (piedras) y malas hierbas e instalar un sistema de riego o drenaje (opcional).
Posteriormente, se esparce arena para obtener un buen asentamiento, se coloca una malla de separación y se recortan trozos del rollo a la medida deseada. Las diferentes partes se pegan a la malla con cola o adhesivos. Es importante incidir en los bordes de cada trozo para camuflar las zonas de unión. Hay que asegurarse de que la dirección de las fibras es la misma. El último paso es la colocación del relleno con arena de sílice para que la hierba se mantenga en posición vertical y disminuir la fuerza de los impactos contra el suelo.
El Instituto de Biomecánica de Valencia ha desarrollado un método para conocer el nivel de abrasión en la piel al deslizarse por césped artificial
Un aspecto importante que se debe considerar al comprar césped artificial es el grado de abrasión. En este sentido, el Instituto de Biomecánica de Valencia (IBV) ha desarrollado un método de análisis para conocer el nivel de abrasión en la piel al deslizarse por césped artificial. Los resultados están enfocados, principalmente, a la práctica deportiva (campos de fútbol), pero también se pueden aplicar al ámbito doméstico. La investigación analiza el comportamiento de la hierba natural, con el fin de desarrollar hierba artificial que imite su comportamiento, es decir, con un bajo nivel de abrasión.