El personal voluntario que participa en proyectos sociales puede presentar cuadros de estrés motivados por el propio trabajo. La proximidad a otras personas que se enfrentan a una carga importante de sufrimiento lleva aparejada, en ocasiones, una fuerte empatía que deriva en situaciones de crisis. La labor voluntaria tiene efectos beneficiosos en la vida de quienes ayudan, pero a la vez puede generar angustia cuando el dolor de los otros se siente como propio.
Los proyectos sociales implican trabajar con personas que, en algunos casos, se enfrentan a problemas de gran dureza. Especialmente, las tareas con mayores enfermos e inmigrantes irregulares encierran situaciones críticas con las que el personal voluntario llega a sentirse tan cercano, que no es raro que se angustie cuando cree que su ayuda es insuficiente. Así se puso de manifiesto en los talleres del estrés organizados el pasado año por Cruz Roja, que han dado lugar a la elaboración de una Guía anti-estrés para aprender a detectar y prevenir las situaciones que causan este trastorno.
Especialmente, las tareas con mayores enfermos e inmigrantes irregulares encierran un alto nivel de implicación
La Guía se basa en los resultados de una investigación realizada con personas voluntarias en programas de mayores con Alzheimer u otras demencias y personas inmigrantes que llegan a España en patera o cayuco. Según sus conclusiones, la empatía con el sufrimiento de ambos grupos puede provocar estrés, ansiedad y angustia cuando la entrega se les queda pequeña. La cercanía y el apoyo humano generan un vínculo muy especial que lleva a vivir como propio el dolor ajeno. «La meta es la prevención de la aparición del malestar entre el personal voluntario, así como también evitar el abandono de las actividades debido a estas razones», plantea el texto.
Situaciones de estrés
Para prevenir las situaciones de estrés, es importante saber identificarlas. En el caso de los equipos que trabajan en respuestas rápidas o emergencias, el estrés puede tener origen en la propia disponibilidad. Su participación no entiende de horarios. Pueden ser requeridos por la noche, de madrugada e, incluso, en días de descanso y festivos. «Si estos episodios se suceden en corto plazo y las personas afectadas no son reemplazadas por otro equipo, pueden llegar a experimentar el agotamiento y el estrés episódico agudo», advierte Cruz Roja.
La carga de responsabilidad o la falta de conocimientos son causa de estrés
Otras situaciones que las personas voluntarias identifican con estrés son los cambios bruscos en el transcurso de los programas, la falta de conocimientos para resolver un problema, los momentos de tristeza que atraviesan las personas a las que ayudan y aquellos casos en que se ven superadas por la carga de responsabilidad, por no saber cómo afrontar una situación o porque las urgencias se acumulan sin resolverse por falta de tiempo.
En otras ocasiones, la experiencia del voluntariado puede ser tan gratificante que se decide ampliar el tiempo de dedicación y se llega al abandono por «cansancio, agotamiento o insatisfacción». Por ello, se aconseja limitar el tiempo que se dedica al voluntariado, conciliarlo con la vida personal y familiar, no ver la ayuda como una actividad obligatoria y saber manejar la emotividad para que el vínculo de ayuda no perjudique la acción solidaria.
Lo habitual es que los voluntarios que se enfrentan a situaciones estresantes intenten resolverlas por su cuenta. La guía editada por Cruz Roja identifica, sin embargo, dos tipos de estrategias:
Programas con personas mayores. Es básico elegir el programa adecuado, tener claro que la acción es colectiva y no un proyecto de apoyo individual, evitar asumir responsabilidades o tareas para las que no se tiene preparación, no llevar los problemas al hogar, acordar la limitación horaria de la dedicación, no facilitar los datos personales a las personas participantes de los proyectos y solicitar apoyo psicológico individualizado cuando se considere necesario.
Programas de salvamento y emergencias. Es fundamental tener motivación para la emergencia y la acción, resistencia física y psicológica, negociar con la familia la disponibilidad, saber decir “no” cuando se sufre cansancio o agotamiento, mantener la tranquilidad durante una intervención, participar en programas de formación específica, organizar reuniones de distensión después de una emergencia, realizar simulacros para acudir con seguridad a las intervenciones y recibir también apoyo psicológico.