Rechazan el contacto con el mundo exterior. Quieren vivir aislados porque ése es su modo de encontrar la felicidad. Sin embargo, este aislamiento es precisamente la fuente de sus problemas. Más de un centenar de pueblos indígenas en todo el mundo han decidido salirse de la norma y dictar su propio reglamento, a pesar de que esta decisión les convierte en “los pueblos más vulnerables del planeta”.
Imagen: Fiona Watson/Survival
Una isla desierta es el paraíso que anhelan muchas personas para huir de las prisas que conlleva el día a día. Una parte de terreno aislada, en la que dominen el silencio y la naturaleza. Más de un centenar de pueblos indígenas en todo el mundo viven de este modo. Y quieren seguir así. Survival International les clasifica como «los pueblos más vulnerables del planeta» porque, asegura, «muchos de ellos viven huyendo, tratando de escapar de las invasiones de sus tierras». La organización defiende sus derechos, igual que la propia ONU respaldó hace poco más de un año. Colonos, madereros, equipos petroleros y terratenientes son los principales enemigos de estos pueblos, según Survival, además de diversas epidemias y enfermedades «contra las que no poseen inmunidad».
El aislamiento en el que viven propicia que se sepa muy poco de estas comunidades. Se localizan en entornos diversos, desde la selva amazónica hasta las islas del Océano Índico. Son unos 300 millones de personas concentradas, en buena parte, en América del Sur. Brasil, Perú, Bolivia, Colombia, Ecuador y Paraguay, principalmente. Otras tribus viven en Asia y también hay grupos en Nueva Guinea.
Llevan una vida nómada o seminómada y se aprovechan de «lo que la selva les brinda». Son autosuficientes. Survival les considera los guardianes de culturas milenarias y, por este motivo, lamenta que «una equivocada idea del progreso» obstaculice el esfuerzo que hacen por mantener su propia identidad.
Cómo viven
Los indígenas aislados viven en tribus o comunidades. No conocen el idioma nacional del país y evitan el contacto con personas no indígenas para combatir la introducción de enfermedades para las que no tienen cura. La gripe o el sarampión son letales para ellos. La campaña internacional que desarrolla Survival busca el reconocimiento de sus derechos de propiedad territorial. «La clave para su supervivencia», precisa la organización.
Evitan el contacto con personas no indígenas para no contraer enfermedades como la gripe o el sarampión
Las comunidades están formadas por una decena de miembros o más de cien. Las condiciones a las que se enfrenta cada una determina esta cifra. Es habitual que residan en pequeñas casas de paja, a menudo en grupo, y les gusta cazar, pescar y cultivar. Aprecian las frutas silvestres y los productos de la tierra.
En el caso de los akuntsu, un pequeño pueblo localizado en Brasil, realizan objetos artesanales que emplean en bailes y rituales. Adornan sus brazos y tobillos con pulseras de fibra de palma y «han reemplazado los antiguos collares de conchas por otros de un plástico brillante -describe Survival-, que obtienen de los envases de pesticidas vacíos que los rancheros dejan tirados». Los akuntsu fueron localizados en 1995 por FUNAI, la agencia para asuntos indígenas. Un grupo de cinco kanoê desveló su existencia. Cuando les localizaron, los akuntsu sumaban un total de siete personas.
Sobrevivieron al tsunami de 2004. Parecía imposible, pero lo consiguieron. Pese a vivir “en una isla remota que caía directamente en el camino del tsunami”, los sentineleses ganaron la batalla a la furia de la naturaleza. Los descubrió un helicóptero que sobrevolaba a baja altitud. Un hombre sentinelés salió corriendo a la playa, apuntando con su lanza al piloto. “Es posible que ningún pueblo del planeta permanezca tan completamente aislado como los sentineleses”, recalca Survival.
Los sentineleses sobrevivieron al tsunami de 2004 pese a vivir “en una isla remota que caía directamente en su camino”
Su origen se sitúa, probablemente, en las primeras poblaciones humanas de África. Podrían habitar en las Islas Andamán desde hace 60.000 años. Se comunican en un idioma completamente diferente al de cualquier otro habitante de la zona y fabrican herramientas y armas de metal que recuperan de barcos encallados. La pretensión: lograr que sigan así. Dejar que sean ellos quienes decidan cuándo y cómo contactar con el mundo exterior.