Consecuencias de la violencia en Jartum
Desde el pasado 15 de abril, una oleada de violencia se ha registrado en Jartum, la capital de Sudán, así como en otras zonas del país. Los combates entre las Fuerzas Armadas Sudanesas (SAF) y las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) se han cobrado la vida de alrededor de 700 personas, han dejado a más de 5.570 heridas y han obligado a más de un millón a huir.
En estas circunstancias, la población huye desesperadamente hacia zonas más seguras, tanto dentro como fuera de sus fronteras, buscando refugio en Egipto, Etiopía, Chad, República Centroafricana y Sudán del Sur.
🔸 Miles de personas desplazadas
En apenas cuatro semanas desde el inicio del conflicto, más de 255.000 personas se han visto obligadas a huir de Sudán, mientras que más de 840.000 se han desplazado a zonas más seguras dentro del país.
Esta situación está acrecentando las necesidades de los países vecinos, que ya acogían a un gran número de personas refugiadas antes del estallido del conflicto e, incluso, algunos de ellos se enfrentan a sus propias crisis humanitarias en términos de seguridad alimentaria como consecuencia del cambio climático. Un ejemplo de ello son Chad, con más de 467.000 personas refugiadas de las que 60.000 son nuevas llegadas desde el inicio de los combates, y Sudán del Sur, con 68.000 llegadas en el último mes y más de 308.000 personas refugiadas, además de las más de 2.200.000 desplazadas internas.
🔸 El impacto en los productos básicos
Por otra parte, el conflicto está afectando a las cadenas de suministros. Sudán proveía de alimentos y combustible a los países vecinos antes del conflicto, lo que ha provocado escasez y, con ella, la subida drástica del precio de los alimentos y otros artículos de primera necesidad. Esta situación afecta negativamente a las personas recién llegadas a los países vecinos, en su mayoría mujeres y niños, que necesitan con urgencia agua, alimentos y otros artículos básicos de supervivencia como refugio, mantas, jabón o utensilios de cocina.
Muchas de estas personas desplazadas a la fuerza necesitan, además, atención psicológica que les ayude a superar los traumas de haber perdido un ser querido o de haber sufrido la violencia en primera persona.
Un plan de ayuda para la zona
ACNUR ha lanzado el ‘Plan de Regional de Respuesta a los Refugiados de Sudán’ que destaca la necesidad y urgencia de fondos. Hacen falta 470,4 millones de dólares [unos 436 millones de euros] para ayudar a cubrir las necesidades humanitarias, tanto dentro de Sudán como en la región.
El Plan ha sido elaborado con la colaboración de otros 134 socios —entre ellos, otras agencias de la ONU, organizaciones no gubernamentales nacionales e internacionales y sociedad civil— y pretende entregar ayuda inmediata en Chad, Egipto, Etiopía, República Centroafricana y Sudán del Sur durante los próximos seis meses (mayo-octubre de 2023).
ACNUR y los socios del Plan de Respuesta Regional están trabajando sobre el terreno, ya que están dando apoyo técnico a las autoridades estatales, prestando servicios de acogida a las personas que van llegando y asegurando que se cubren sus necesidades básicas. Resulta de suma importancia que los países vecinos mantengan las fronteras abiertas y permitan el flujo de población refugiada.
Además, ACNUR y sus socios apoyan a estos países para que puedan ofrecer asistencia a todas las personas que se han visto forzadas a huir, sobre todo a las más vulnerables, y proveer de servicios adaptados a las personas que presentan necesidades especiales.
Las familias deben permanecer juntas
Cuando las personas se ven obligadas a huir de su país de origen, en muchos casos, se separan de los miembros de sus familias involuntariamente, no volviéndose a ver durante años e, incluso, durante el resto de sus vidas. Dado que se trata de un derecho universal, ACNUR vela por el cumplimiento de la responsabilidad de los estados en la reunificación familiar de las personas refugiadas, apoyándolas al acceso a los procedimientos que les permitan reunirse con sus parientes.
Poder contar con una red familiar en las comunidades de acogida favorece la integración de las personas refugiadas, facilita la superación de los traumas adquiridos durante sus procesos de huida y fortalece la sensación de seguridad entre sus miembros. Por ello, es de suma prioridad dar asistencia a los menores no acompañados especialmente vulnerables ante la violencia y la explotación sexual.
Y es que la protección, sobre todo de mujeres, niños y niñas es una prioridad, dado que suponen, en emergencias como la de Sudán, la inmensa mayoría de los refugiados (un 90 %), a los que urge proteger de la violencia de género, del abuso y de la explotación sexual.
La experiencia de Arafa
Es el caso, por ejemplo, de Arafa, una joven sudanesa de 25 años que tuvo que huir de Jartum para salvaguardar la vida de sus dos hijos pequeños, un niño de cinco años y una niña de tres, tras quedarse viuda. Arafa relata cómo se enteró, aterrada, de la muerte de su marido tras pasar una noche en vela tratando de localizarle telefónicamente, sin atreverse a salir a la calle donde la gente estaba siendo asesinada por doquier.
Cuando por fin unos amigos de su marido la llamaron para darle la terrible noticia, cogió a sus hijos y se subió a un autobús que la trasladaría a 135 km de la capital, en la orilla oeste del Nilo Azul, dando así comienzo a un viaje que la llevaría a cruzar la frontera con Egipto.
«Estaba asustada, cansada y sin esperanza. El camino era difícil y el sonido continuo de los disparos era ensordecedor. No pensé que lo lograríamos. Pasé 80 horas —comenta Arafa— sin comida ni agua. Sostenía a mis hijos en mis brazos, temiendo la guerra, el viaje hacia el asilo y el largo camino por delante».
Una vez en El Cairo y, tras pasar la noche en la calle por no tener ningún otro lugar al que acudir, una mujer sursudanesa les vio y les prestó ayuda, indicándoles dónde podría encontrar una oficina de ACNUR para pedir asilo.
La ayuda humanitaria, indispensable
Arafa y sus hijos forman parte de las más de 113.000 personas que se han visto obligadas a huir de Sudán y buscar asilo en Egipto, en un flujo de llegadas que no cesa.
La ayuda humanitaria es difícil de proveer y muy costosa, ya que las personas están accediendo a estos países vecinos por zonas fronterizas remotas, que apenas disponen de infraestructuras para acogerlos y donde las poblaciones de acogida ya contaban con recursos limitados antes del conflicto. Lugares donde, además, se prevé que la situación se complique tras la próxima temporada de lluvias de mayo a octubre, que hará de las carreteras un lugar intransitable.
En este contexto, ACNUR trabaja incansablemente por conseguir la colaboración de todos los actores involucrados en la ayuda humanitaria para evitar una catástrofe mayor y conflictos por el acceso a los recursos. Su principal propósito es asistir y proteger, tanto a las personas refugiadas como a sus comunidades de acogida, y evitar un mayor sufrimiento de las familias que lo han dejado todo atrás para salvaguardar sus vidas y que hoy buscan un futuro, lejos de la violencia.