A comienzos de marzo, un total de 16 organizaciones no gubernamentales (ONG) fueron expulsadas de Sudán. Esta decisión supuso el fin de la ayuda para más de dos millones de personas, cuyas condiciones de vida han quedado seriamente dañadas. Falta de agua potable, hambrunas o enfermedades son sólo algunas de las consecuencias.
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El trabajo de las ONG en terreno tiene como fin principal mejorar la calidad de vida de las poblaciones más vulnerables. A menudo, varias organizaciones trabajan en un mismo territorio para cubrir las necesidades de sus habitantes en diversos ámbitos, sin descuidar aspectos tan importantes como la salud o la educación. Sin embargo, esta tarea se realiza en ocasiones rodeada de cierto peligro, lo que obliga a evacuar al personal. Otras veces, simplemente, decisiones ajenas a su voluntad fuerzan su salida del país. ¿Qué ocurre entonces con la población a la que atienden?
A comienzos del mes de marzo, 16 organizaciones que desarrollaban su labor en Sudán fueron expulsadas del país. Naciones Unidas y numerosas ONG mostraron entonces su preocupación por las consecuencias de esta decisión y, sobre todo, por el futuro de los cientos de miles de personas a las que atendían. Al menos cinco de las entidades expulsadas eran socios colaboradores de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) y desarrollaban programas humanitarios en Darfur y en los estados del Nilo Azul y Jartum.
El impacto, por lo tanto, se hace sentir especialmente en Darfur, foco prioritario de atención, pero también en otras zonas del país. «Nuestra experiencia demuestra que cuando la población necesitada no puede obtener la ayuda que precisa, se desplaza a otras zonas en busca de protección y asistencia. Si la gente no puede recibir comida, por ejemplo, comenzarán muy pronto a pasar penurias y a buscarla en otros lugares«, alerta el ACNUR.
La Agencia asiste a 4,7 millones de sudaneses en Darfur. Entre ellos se contabilizan 2,7 millones de desplazados internos y las cifras podrían aumentar. No se descartan nuevos desplazamientos de población «si se interrumpen los ya de por sí frágiles canales de distribución de ayuda humanitaria dentro de Sudán», advierte. De hecho, los territorios vecinos, como Chad, han habilitado varios campos de refugiados para dar respuesta a esta situación. Hasta el momento, cerca de 250.000 refugiados han llegado hasta la docena de campos en activo, aunque ni siquiera en ellos se pueden garantizar las necesidades básicas ante la limitación de recursos. «Cualquier nueva afluencia de población a Chad supondría un reto adicional», revela el ACNUR.
Atención a los niños
Los menores son quienes, en mayor medida, dependen de la ayuda de otros. Conforman el principal grupo de riesgo cuando sus necesidades no son atendidas. En el caso de Sudán, el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) tenía en sus manos este reto, a través de sus contrapartes. Son estas organizaciones locales las que en la actualidad intentan llegar a los pequeños para proveerles de los servicios básicos. Agua potable, saneamiento, salud y nutrición son vitales.
Las organizaciones proporcionan el grueso de la ayuda humanitaria que necesita la población
Los casos de malnutrición podrían aumentar, «especialmente cuando se aproxima el período de hambruna, que comienza en abril», subraya UNICEF. Igualmente, el período de inundaciones empieza en mayo y, con él, los brotes de cólera. Sin el esfuerzo de las ONG, la capacidad de respuesta quedará «severamente» obstaculizada. Por su parte, otras agencias de Naciones Unidas tratarán de asegurar el resto de servicios, si bien, mantiene UNICEF, «no tienen la capacidad ni los recursos necesarios para implementar todos los programas a largo plazo que habrían sido ejecutados por las organizaciones suspendidas».
Amnistía Internacional ha avisado también de la importancia del trabajo de las organizaciones: «Proporcionan el grueso de la ayuda humanitaria que necesitan los más de dos millones de personas que se encuentran en situación vulnerable».
“Millones de vidas en juego”. Así describe Amnistía Internacional el panorama actual en Sudán. El hambre y las enfermedades acechan a la población del país, a pesar de que “Sudán tiene la responsabilidad, contraída en virtud del derecho internacional humanitario, de garantizar el acceso a la asistencia internacional a las personas que la necesiten”.
El personal local se esfuerza en atender las necesidades de la población y Naciones Unidas trata de suplir el vacío dejado por las ONG
Las consecuencias humanitarias se traducen en millones de personas sin acceso a alimentos porque los programas de reparto se han paralizado. Tampoco se recibe atención sanitaria, a pesar de que la falta de higiene puede producir brotes de enfermedades en los campos de refugiados. El abastecimiento es muy complicado debido a la inestabilidad en el país. Sólo restablecer la red de distribución de asistencia en Darfur podría llevar hasta dos años, ha reconocido la ONU.
Como ocurre en estos casos, el personal local se esfuerza en atender las necesidades de la población, mientras Naciones Unidas trata de suplir el vacío dejado por las organizaciones expulsadas. Éstas, por su parte, suelen retirarse a zonas fronterizas donde continúan su labor con las personas desplazadas que huyen del país. Sin embargo, nunca es suficiente. “La clase de patologías que tratábamos antes ahora nadie las tratará”, augura Médicos Sin Fronteras.