En los últimos años, la evidencia científica advierte que la contaminación está detrás de la reducción de las habilidades intelectuales, la capacidad cognitiva y la memoria. Es decir, por el mero hecho de respirar en una gran ciudad de elevada contaminación atmosférica corremos más riesgo de sufrir estrés oxidativo y deterioro precoz del sistema nervioso central.
Los estudios epidemiológicos también advierten del posible escenario futuro, en el que además del envejecimiento de la población, la contaminación atmosférica favorezca la aparición —más precoz y a más personas— de deterioro cognitivo. Según el reciente estudio ‘Global Burden of Disease‘, publicado en The Lancet, sobre la prevalencia de la demencia, que toma 204 países como muestra, se estima que en el mundo se pasará de los 57 millones de personas con demencia en 2019 a los 153 millones en 2050.
Qué sustancias neurotóxicas respiramos
Cuando hablamos de contaminantes urbanos que afectan al cerebro no nos referimos a los gases de efecto invernadero —como el dióxido de carbono—, responsables de cambios en la atmósfera y el calentamiento global, pero que no producen inflamación.
- Los contaminantes más peligrosos para la salud neurológica son la materia particulada (PM 2.5 y PM 10), es decir, las partículas de polvo, hollín, cenizas, cemento, residuos y metales en suspensión, con un diámetro de entre 2,5 y 10 micras.
- También del monóxido de carbono (CO2), ozono (O3), dióxido de nitrógeno (NO2) y dióxido de azufre (SO2).
🔴 De dónde provienen
“Lo que más nos preocupa son los contaminantes procedentes del tráfico rodado, tanto de la combustión del motor como del desgaste de frenos y neumáticos. Se calcula que, entre las partículas en suspensión, alrededor del 30 % de lo que respira un ciudadano medio español procede de ese tráfico rodado. Existen valores límites diarios y anuales, medidos y legislados, para las PM de 2.5 y PM 10. Pero aquellas partículas que miden menos 0,1 micras de diámetro y pueden pasar al torrente sanguíneo con más facilidad, no están reguladas. Todavía se están haciendo estudios, tanto de sus niveles como de los efectos en la salud”, advierte Xavier Querol, investigador del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA), del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
Según el último informe ‘La calidad del aire en Europa 2022’, elaborado por la Agencia Europea del Medio Ambiente en 2020, el 96 % de la población urbana de la Unión Europea estuvo expuesta a concentraciones de partículas finas (PM 2.5) superiores a lo que Organización Mundial de la Salud (OMS) considera seguro (5 μg/m³). Además, se produjeron cerca de 238.000 muertes prematuras por esta exposición en 2020.
Consecuencias de la contaminación en el cerebro
¿Qué puede suceder si seguimos expuestos a estas partículas contaminantes? Un reciente metaanálisis realizado por investigadores de la Escuela de Salud Pública de Harvard ha revisado más de 2.000 estudios y destacado 51 investigaciones en las que se establecía la relación entre el aumento del riesgo de padecer demencia y la exposición a las PM 2.5, el dióxido de nitrógeno y el óxido de nitrógeno.
El departamento de Biología de la Universidad Bautista de Hong Kong llegó a similares conclusiones en otro metaanálisis, que analizó y comprobó la evidencia reciente que establece la relación entre contaminantes urbanos y el riesgo de padecer alzhéimer.
¿Cómo se produce la neuroinflamación?
“Lo que hemos aprendido en los últimos años es que la exposición a este tipo de micropartículas se puede dar a través de la inhalación, por vía ocular o transdérmica, que provocan alteraciones a nivel molecular. A partir de dichas vías de entrada, esas partículas pasan a la circulación y provocan una disfunción en la pared de los vasos sanguíneos y estrés oxidativo, que afecta a diversos órganos, entre ellos el cerebro, lo que predispone a propagar esa toxicidad. A nivel cerebral afecta a la comunicación entre neuronas, a los mecanismos de mantenimiento del cerebro y favorece el riesgo de presentar ictus, tanto isquémico (por embolia) como hemorrágico, y deterioro cognitivo”, explica el neurólogo Javier Camiña, vocal de la Sociedad Española de Neurología.
“Ahora mismo tenemos un millón de personas con demencia en España, de las cuales unas 800.000 padecen alzhéimer. Se estima que ascenderemos a dos millones y medio o tres millones de personas con demencia en los próximos 20 años en nuestro país”, añade.
🔴 Estrés, ozono y PM
Otro estudio publicado por la Oficina de Investigación y Ciencias de la Salud Ambiental de Canadá en 2019 señala la relación entre contaminantes del aire —precisamente las nanopartículas, partículas en suspensión y ozono— con la mayor incidencia de trastornos neurológicos y psiquiátricos como deterioro cognitivo, demencia, ansiedad, depresión y suicidio.
La clave parece estar en el estrés, al que es particularmente sensible el cerebro, y el disparador del estrés provocado por dos contaminantes concretos: PM y ozono.
¿Cómo sucede? “Las evidencias recientes han demostrado que las PM y el ozono, dos contaminantes comunes con diferentes características y reactividad, pueden activar el eje hipotalámico-pituitario adrenal (HPA) y liberar las hormonas del estrés, el cortisol. Estas hormonas afectan a la cognición y a la salud mental. La activación crónica y desregulación del eje HPA se relaciona con efectos adversos que incluyen neurotoxicidad, estrés oxidativo y deficiente control de los procesos inflamatorios”, señala el estudio. De esta forma, una exposición continuada a la contaminación y el estrés crónico o agudo pueden llevar a cambios estructurales y bioquímicos del cerebro, relacionados con los efectos de los contaminantes en el sistema nervioso central.