Una estrategia verde para la moda
En esta realidad se enmarca el objetivo de la Unión Europea para alcanzar la neutralidad en carbono en 2050. Antes, en 2030, la meta es reducir la huella un 55 % respecto a 1999. Para conseguirlo, la Comisión Europea (CE) ha aprobado el Pacto Verde Europeo, un amplio paquete de medidas en el que la moda ocupa un pilar fundamental.
Aquí se enmarca la Estrategia Europea para la Moda Sostenible, una hoja de ruta con distintas líneas de actuación para reducir los impactos negativos de la industria textil en términos de uso de recursos, emisiones de gases de efecto invernadero y problemas sociales como las condiciones laborales de quienes confeccionan las prendas. Se persigue que los productos textiles sean “duraderos y reciclables, fabricados en gran medida con fibras recicladas, libres de sustancias peligrosas y producidos con respeto a los derechos sociales y al medio ambiente”.
Pasaporte digital para la ropa
Una de las propuestas incluidas en esta estrategia es el lanzamiento de un pasaporte digital —probablemente entre 2026 y 2027—, que acompañe a cada prenda.
La cultura del usar y tirar está más que arraigada en el ámbito de la moda. Las prendas se sustituyen con frecuencia, lo que implica un uso desproporcionado de recursos y energía. “El pasaporte digital obligará al sector a sustituir su modelo de producción lineal por uno circular. El objetivo es conseguir que las empresas que aún no han tomado conciencia de su impacto medioambiental asuman una mayor responsabilidad, sobre todo en lo relativo a los materiales que emplea, los residuos que desprende y el reciclaje una vez finalizada la vida útil de las prendas”, avanza la experta en Propiedad Industrial de Garrigues, Cristina Mesa.
Aunque el contenido exacto de esta nueva herramienta aún no está completamente definido, en la propuesta se esbozan las líneas principales.
🟢 Identificador único
La idea es que este certificado digital, que desde 2030 será obligatorio en todas las prendas que se comercialicen en el mercado europeo, incluya un identificador único que permita seguir la trazabilidad del origen del producto. “Esto contribuirá a la eliminación de la explotación laboral que, lamentablemente, muchas veces se halla detrás de la ropa que se importa desde países no comunitarios”, sostiene Mesa.
El código también incorporará información relacionada con la manera de mantener la prenda, arreglarla y, en su caso, reciclarla, con el fin de garantizar una durabilidad óptima y minimizar su impacto en el medio ambiente. Además, recogerá los datos del fabricante, de su importador y de cualquier otro intermediario que intervenga en su comercialización.
🟢 Toda la información en el móvil
Todavía se desconoce qué tecnología concreta se incorporará a las etiquetas, aunque las principales alternativas pasan por un código QR, una etiqueta RFID o un chip NFC. Bastará escanearlas con el teléfono móvil para acceder a toda la información, que se almacenará en la nube a través de un proveedor externo.
De esta manera, se asegurará que cada fase de la cadena de valor de la prenda cumpla los estándares de sostenibilidad que establece la ley. La idea es conocer el origen de la ropa, aportar más trasparencia al comprador —con indicadores vinculados a la sostenibilidad, como las emisiones de gases de efecto invernadero—, evitar las falsificaciones y potenciar que la industria comercialice productos más duraderos, renovables, ecológicos y fáciles de cuidar.
¿Es la solución definitiva?
De entrada, la idea gusta al sector. “Pero todavía hay muchas incógnitas y tememos que se esté legislando a ciegas”, lamenta el presidente de la Asociación Nacional del Comercio Textil (Acotex), Eduardo Zamácola.
Para seguir la trazabilidad de una prenda es necesario que se adhiera información de forma permanente, lo que requiere una continua grabación de datos. “¿Quién se va a encargar de eso? ¿Qué tecnología se necesita? ¿Cómo se accede a ella? ¿Quién va a vigilar que todo el contenido que se graba es el adecuado y el correcto?”, se pregunta Zamácola.
Otra de las grandes incógnitas es si este pasaporte puede ayudar a reducir la huella de carbono en la fabricación de la ropa. Desde Acotex explican que hay dos métodos para mitigar la contaminación textil. Uno pasa por utilizar la mayor cantidad posible de materiales orgánicos. Y la otra solución es dejar de invadir el mercado con miles y miles de prendas. “Muchas marcas lo que buscan es la mayor rotación posible: que el consumidor compre un jersey, se lo ponga tres meses y luego se compre otro. El gran problema que tenemos no es por la falta de calidad de la ropa, sino porque el uso que le damos es bajo. No sé si el pasaporte va a ayudar a que esto se reduzca”, reconoce Zamácola.
➡️ Coste para el consumidor
Sí puede servir para concienciar a los consumidores. Pero eso implica un cambio cultural. “Todavía hay poca gente dispuesta a pagar más por el hecho de que la prenda esté elaborada con materiales más respetuosos con el planeta”, señala.
La presidenta de la Asociación Retail Textil España (ARTE), Ana López-Casero, coincide en que es necesario que las nuevas normativas “sean realistas y se adapten a los tiempos, requisitos y posibles limitaciones, de forma que se garantice la competitividad del sector”. En su opinión, el etiquetado digital es una herramienta útil y complementa al formato tradicional, que todavía es esencial en aquellos consumidores con menores habilidades digitales. “Por eso, como en todas las transformaciones, se necesita tiempo, esfuerzo e inversión”, añade.
Aquí radica otro de los interrogantes del pasaporte: su coste. Por lo general, el precio es el principal reclamo a la hora de decantarse por una u otra prenda. El consumidor reclama descuentos continuos y el pasaporte conlleva una serie de gastos que, advierten en Acotex, acabarán por repercutir en los clientes. “Todo este proceso relacionado con la sostenibilidad de la ropa es mucho más caro que el actual modelo de fast fashion, y hay que pagarlo”, argumentan. Así, es muy probable que a medio plazo se viva un boom con los tejidos orgánicos. “Esa demanda va a incrementar el uso de estos materiales y, por lo tanto, subirán los precios, lo que se trasladará a la venta final”, augura Zamácola.
Pasaporte para una ropa más duradera…
El pasaporte también incluirá el precio de venta de la prenda sugerido por el fabricante e instrucciones sobre cómo poder alargar el uso de la ropa. Aquí las empresas tienen mucho que decir, porque deberán velar por la vida final de las prendas, desde su mismo diseño hasta hacer todo lo posible para que se puedan reciclar.
Para conseguir que sean más duraderas, “los fabricantes deberán realizar un esfuerzo por aumentar la calidad de sus productos, con tejidos más resistentes, un mejor funcionamiento de costuras y cremalleras, y mayor solidez en los tintes”, avanza la abogada Cristina Mesa.
🟢 … y reciclable
Reducir los residuos textiles es otro de los grandes objetivos. Las empresas estarán obligadas a cubrir los costes de gestión de sus excedentes a través de un sistema basado en la Responsabilidad Ampliada del Productor, que ya se emplea en otros sectores.
Para ello, las marcas harán una aportación económica, que se fijará según el desempeño ambiental de sus productos textiles. Como este mecanismo prohibirá que se destruya el stock sobrante, ya no solo se promoverá el reciclaje, sino que las marcas se animarán a vender sus prendas de segunda mano. “La trazabilidad que ofrece el pasaporte dará confianza a los consumidores. Les asegurará que la prenda que están comprando de segunda mano realmente proviene de la marca que se les indica”, avanza Mesa.
¿Qué pasa con los compradores?
Los consumidores ocupan un lugar central para que la circularidad de la ropa sea una realidad. El hecho de que, a través del pasaporte digital, se acceda a tanta información, favorece que el ciudadano pueda tomar decisiones acertadas. “Con esta herramienta, será mucho más complicado engañar al cliente sobre el impacto ambiental o el origen de las prendas. Esa información les permitirá adoptar decisiones de compra fundamentadas y discernir entre las diferentes empresas, con la posibilidad de elegir las que más se acerquen a sus valores”, explica Mesa.
Además, como el pasaporte digital incluirá instrucciones sobre el cuidado, reparado y reciclado de cada prenda, el consumidor ocupará un puesto fundamental en el movimiento sostenible. Cristina Mesa ve “altamente probable” que esta iniciativa modifique los hábitos de compra, al promover una sensibilización con la sostenibilidad y el compromiso ético de los productos. No será fácil, porque la mentalidad fast fashion está instaurada en muchos clientes que priorizan la renovación frecuente de su armario frente a la compra de prendas de segunda mano o de productos de mayor calidad y más duraderos.
Por su parte, la diseñadora y fundadora de la consultoría Slow Fashion Next, Gema Gómez, opina que el pasaporte va a jugar un papel importante para avanzar hacia un nuevo modelo de negocio. “Cuando diseñemos una prenda, tenemos que estar seguros de que no contaminamos el medio ambiente. Y que, si utilizamos algún material nuevo, este contribuya a regenerar tanto los ecosistemas ecológicos como sociales. Es ahí hacia donde debemos ir”, recalca.