1. Analizar los gastos
¿Sabemos cuánto gastamos cada mes en cafés, caprichos o copas? Podría ser más de lo que pensamos. Si no llevamos un control de los gastos, es fácil acabar excediéndose y luego desconocer a dónde ha ido nuestro dinero.
Una forma sencilla de controlar los gastos es apuntarlos en el móvil. En la actualidad, hay aplicaciones gratuitas que permiten registrar todos los gastos y clasificarlos.
De esta manera, podemos saber cómo gastamos nuestro dinero, descubrir hábitos poco saludables y mejorar nuestro bienestar financiero. Este sistema también permite detectar los llamados gastos hormiga, que no son más que los pagos de poco importe a los que apenas prestamos atención, pero que al final suman una cantidad considerable.
2. Crear un presupuesto
Una vez analizados los gastos llega el momento de crear un presupuesto. ¿Cómo gastaremos nuestro dinero a partir de ahora?
Tan solo tenemos que coger nuestros ingresos e ir distribuyendo el dinero por partidas (gastos imprescindibles, como el alquiler, los suministros o la alimentación, gastos prescindibles y ahorro), en función de cómo han sido nuestros gastos durante los últimos meses y de lo que queremos cambiar. Conviene crear un plan realista, ya que de otra forma no podrá cumplirse. Debemos aprovechar este paso para eliminar todos esos gastos superfluos y ahorrar.
3. Abrir una cuenta de ahorro
Tener todo el dinero en la misma cuenta no es una gran idea. Para empezar, no conviene tener los ahorros en la misma cesta que el dinero del día a día, ya que así resulta más fácil gastar de más y más difícil saber cuánto dinero hay ahorrado. Además, tampoco es una buena idea tener los ahorros en una cuenta sin remunerar.
Así que uno de los pasos básicos para lograr una buena salud financiera es abrir, al menos, una segunda cuenta para separar los ahorros.
4. Crear un fondo de emergencia
Uno de los primeros objetivos que debería marcarse cualquier ahorrador es construir su fondo de emergencia. Esta “hucha” debería contener el dinero suficiente para vivir de tres a seis meses en caso de que nuestra situación financiera se torciese. El objetivo es tener un colchón que nos permita mantenernos si, por ejemplo, nos quedamos sin ingresos o si surge un imprevisto que nos obliga a hacer un gasto inesperado.
5. Comprometerse con el ahorro
Una vez logrado el fondo de emergencia, no hay por qué dejar de ahorrar. Un aliciente para seguir ahorrando es marcarse un objetivo, como comprar un coche o una vivienda. No hay una fórmula secreta para decidir cuánto dinero habría que ahorrar cada mes, pero una forma de empezar es usar la regla 50/30/20, según la cual la mitad de los ingresos debería destinarse a sufragar los gastos fijos, el 30 % a los variables y el 20 % al ahorro.