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¿Cuáles son las principales conclusiones del proyecto EarlyCLOTHES?
La principal conclusión del proyecto es que la ropa sintética presenta, en general, una mayor concentración de tóxicos que las prendas hechas de fibras naturales, como el algodón. A su vez, siempre que podamos, es mejor escoger ropa ecológica de algodón orgánico, ya que los niveles de contaminantes son menores que en la de algodón convencional. Según nuestros resultados, la exposición dérmica a estos contaminantes no superó el umbral recomendado, considerando las sustancias individualmente. Sin embargo, podría haber cierto riesgo para la salud por la exposición combinada a los contaminantes. Es lo que llamamos “efecto cóctel”. Además, la exposición a estos tóxicos no es exclusivamente dérmica; hay trazas de estas y otras sustancias químicas en el aire o los alimentos.
¿Por qué se ha centrado en los textiles para niños y embarazadas?
Recogimos muestras de ropa de mujeres embarazadas, bebés y niños y niñas porque quisimos centrarnos en las primeras etapas de la vida, cuando se es más sensible a los efectos de la contaminación química.
¿Qué contaminantes químicos hay en la ropa?
Confirmamos que hay trazas de diferentes contaminantes en la ropa, desde sustancias cancerígenas como algunas aminas aromáticas o los PCBs, hasta disruptores endocrinos, como los bisfenoles. Algunos de estos tóxicos vienen de origen, ya que están presentes en las fibras textiles a partir de las cuales se confecciona la ropa. Otras se añaden durante el proceso de fabricación por sus propiedades especiales, o bien se producen como subproductos, como las aminas, que se liberan a partir de los tintes.
¿Para qué se utilizan estos productos?
Se utilizan con distintos fines, ya sea desde hacer la ropa más transpirable hasta evitar las arrugas. Queremos prendas antiarrugas, antimanchas o antiolor, pero esto se consigue con añadir sustancias químicas especiales.
¿Cómo dañan la salud?
De varias maneras. Las aminas aromáticas, el formaldehído y algunos metales como el cadmio y el cromo, son cancerígenos en humanos. La misma Organización Mundial de la Salud así los clasifica. Por tanto, la exposición a dichas sustancias aumenta el riesgo de desarrollar cáncer. Por otro lado, nos encontramos con algunos disruptores endocrinos, como los bisfenoles, cuya exposición ocasiona problemas de reproducción y de comportamiento.
Además de la piel, ¿existen otras vías por las cuales estos contaminantes pueden ingresar al organismo?
Sí, la exposición a estos contaminantes no es solo dérmica. De hecho, diría que esta vía es más bien minoritaria. La ingesta dietética es quizás la principal vía de exposición a la mayoría de contaminantes químicos. La inhalación de aire puede ser también una vía importante, especialmente en zonas urbanas e industriales con altos niveles de contaminación atmosférica.
¿Hay otros estudios que adviertan sobre los efectos de la exposición a estos químicos?
Existen numerosas investigaciones científicas sobre los efectos derivados de la exposición crónica a estos y otros contaminantes químicos. Eso sí, la mayoría de estudios se centran en los tóxicos de manera individual, por lo que falta una visión holística del problema. Hay que evaluar los efectos a largo plazo de mezclas de sustancias, lo que supone un reto importante para la comunidad científica, tanto por su coste económico como de tiempo. En este sentido, creemos que la Inteligencia Artificial puede ser una herramienta valiosa para obtener datos que nos permitan hacer estas evaluaciones multicontaminante.
La investigación lanza una advertencia clara: lavar la ropa antes de estrenarla es más importante de lo que parece. ¿Es realmente imprescindible?
No es obligatorio, por supuesto, pero sí muy recomendable, especialmente para aquellas prendas de contacto directo con la piel, como la ropa interior. En nuestro estudio confirmamos que en un solo ciclo de lavado se podía eliminar todo el formaldehído presente en la ropa, aunque no podemos asegurar lo mismo para otros aditivos textiles.
¿Influye el país de procedencia de los textiles en la presencia de químicos?
Una de las características que evaluamos era el origen de la ropa. La mayoría procedía de países asiáticos. Y sí: los niveles de algunas sustancias, como el bisfenol A, eran menores en las prendas fabricadas en la Unión Europea que en las manufacturadas fuera. Este no es un tema baladí, ya que la presión legislativa aquí, tanto para la fabricación como la venta, es mucho mayor que fuera de Europa. De hecho, fruto de una colaboración con investigadores de la Universidad de São Paulo, confirmamos que los niveles de algunas aminas aromáticas eran mucho menores en la ropa comprada en España que en Brasil, donde sus niveles no están regulados. Un claro ejemplo de que es muy importante legislar.
¿Qué opina sobre la legislación europea en cuanto a la regulación de sustancias químicas en los textiles?
La legislación europea es una de las más estrictas a nivel mundial. También Estados Unidos y Japón disponen de una regulación similar. Por ejemplo, hay establecidos valores máximos permitidos en ropa para distintas sustancias, desde 22 aminas aromáticas al formaldehído. Pero pensamos que debería legislarse una mayor variedad de sustancias tóxicas y que para algunas de ellas, los niveles deberían ser más restrictivos. Al fin y al cabo, la presión legislativa se desarrolla en aras del consumidor y, como he comentado antes, el problema principal es el “efecto cóctel” y no tanto los niveles de contaminantes individuales.
¿Qué papel juega la industria textil en la reducción de estos contaminantes?
Evidentemente, todo pasa por el interés de las empresas a confeccionar productos respetuosos no solo con el medio ambiente, sino también con la salud de los consumidores. En los últimos años desde la industria se ha hecho mucho hincapié en la sostenibilidad de la ropa, pero habría que ir más allá y pensar también en el usuario final. Por ejemplo, evaluando si el uso de un aditivo textil no solo aporta propiedades únicas al producto, sino también es inocuo para la salud de las personas.
Asimismo, hay que ser muy conscientes del greenwashing de algunas empresas que dan la imagen de verde a un producto que no es. Por otro lado, sí existen algunas certificaciones no obligatorias que garantizan no solo que durante la fabricación no se han utilizado sustancias nocivas, sino también su ausencia en los tejidos finales. Algunos ejemplos son la certificación OEKO TEX Standard 100 o la Global Organic Textile Standard (GOTS).
¿Qué tipo de información adicional sería útil reflejar en el etiquetado de las prendas?
Aparte del tipo de material utilizado, el país de manufactura o las condiciones para un buen lavado, sería interesante que el etiquetado de las prendas incluyera información sobre los aditivos utilizados para su fabricación, en especial todos aquellos que son potencialmente tóxicos para el usuario final. Incluir en la etiqueta que la ropa se lave antes de estrenarla es más una recomendación. No soy partidario de ponerlo. Es más bien algo de sentido común.