La competición es un factor que se repite en los juegos. Siempre hay un ganador, que vence al resto de participantes. Sin embargo, los juegos cooperativos pretenden justo lo contrario. Todos ganan y, en lugar de tener rivales, se cuenta con aliados. La mayoría son propuestas nuevas, pero en algunos casos se crean alternativas a los juegos tradicionales. Esto ocurre con el juego de las sillas: en lugar de intentar ser el primero en sentarse en una silla libre para que otros se queden sin ella, hay que acomodarse de forma que se deje sitio a otros compañeros, ya que las sillas se comparten.
Imagen: Kometa
Educar mediante el juego no es ninguna novedad, pero sí el modo de hacerlo. Estos entretenimientos han comenzado a utilizarse, entre otras cosas, para mejorar la relación entre generaciones o ayudar a combatir la obesidad, pero también son una herramienta útil para fomentar la solidaridad entre niños, jóvenes y adultos. El fin de los juegos cooperativos es «ganar o perder juntos». Hay un desafío, «como en todo juego», pero es externo al grupo. «No consiste en ganar a otro jugador, sino en cooperar para vencer a un elemento externo, como puede ser la lluvia», explica Josune Igoa, coordinadora del Centro de recursos en juegos cooperativos Kometa.
«No consiste en ganar a otro jugador, sino en cooperar todos juntos para vencer a un elemento externo»
Este centro, ubicado en San Sebastián, es pionero en el ámbito de los juegos cooperativos. Pone a disposición de las familias, los centros educativos o las ludotecas diversos materiales para practicar la solidaridad mediante juegos de mesa y juegos físicos. Es un centro donde «consultar, crear y experimentar» con una amplia variedad de entretenimientos, que se prestan a los socios durante diez días. Los juegos se eligen en función de la edad de los participantes. A las familias se les permite tomar prestado uno, mientras que los centros educativos pueden seleccionar algún modelo más.
La ONG InteRed ha sido la principal impulsora en nuestro país, en colaboración con Kometa. La organización subraya que estos juegos «fomentan valores como la ayuda mutua, la confianza en los otros, la tolerancia, la búsqueda de estrategias y de consenso». Su origen se remonta al conflicto de Vietnam -nacieron como oposición a la guerra- y su principal lugar de origen es Alemania, aunque también son comunes en Francia. Para que los jugadores conozcan su procedencia y la identidad del creador, siempre se destaca el nombre del autor.
Individuales o en grupo
La mayoría de los juegos cooperativos requieren la participación de diversas personas. No obstante, también hay diseños de lógica para jugar solos. Algunos profesores los aprovechan para profundizar en determinadas materias que se estudian en el aula o, de manera general, para impulsar el compañerismo.
«El lápiz cooperativo» es uno de los juegos más divertidos. Está pensado para grupos de 2 a 10 personas, «en espacios cerrados o en la calle». Se ha previsto tanto para disfrutar con él en guarderías como en geriátricos y para terapias. El objetivo es dibujar entre varias personas un objeto. Está formado por una plataforma central con una pintura, de la que salen varias cuerdas. Cada jugador sostiene una cuerda con la mano y debe coordinarse con el resto para mover la pintura hasta terminar el dibujo.
Imagen: Kometa
En el «Baile de mariquitas» (para un máximo de seis jugadores a partir de 6 años), el fin es llegar primero al baile de carnaval. Para ello, hay que disfrazar a las mariquitas e intercambiar sus barritas de colores. Se colocan una enfrente de otra y se observan, «cuando una mariquita no quiere intercambiar su barra, se da la vuelta para indicar su negativa». Deben disfrazarse antes de que las «glotonas» hormigas lleguen al baile.
«El mar en juego» anima a recoger todas las galletas de chapapote derramadas en el mar, los participantes de «Avalanchas» organizan cuatro expediciones para atender a otras tantas llamadas de emergencia, con «Frutalito» hay que recoger entre todos las cerezas antes de que el cuervo llegue al árbol y «El bosque encantado» está ideado para niños a partir de 4 años, que deben salvar al mago, «embrujado por la malvada reina». Para ello, han de memorizar los ingredientes de una poción mágica y elaborar juntos la receta.
InterRed y Kometa han elaborado de manera conjunta un Decálogo de valores del juego en el que se destacan los requisitos que debe cumplir un juego cooperativo. Las características son:
- Placer. El juego es “alegría de vivir, es disfrutar del momento”.
- Crecimiento. Construye una felicidad de sólidos cimientos.
- Libertad. Las personas eligen si juegan o no.
- Diversidad. El juego es irrepetible porque nunca se desarrolla igual.
- Integración. Favorece la integración de los participantes “desde el conocimiento, la escucha, el entendimiento y aceptación de las reglas y dinámica del juego”.
- Creatividad. Posibilita el aporte constante de nuevas soluciones, ideas y diferentes maneras de jugar.
- Participación. Es un instrumento de comunicación, escucha, socialización e interacción social.
- Transformador de conflictos. En él se toman decisiones, ayuda a solucionar situaciones problemáticas mediante estrategias de acción.
- Cooperación. La meta se alcanza a través del esfuerzo de todos los participantes.
- Interculturalidad. El juego ayuda a “descubrir, conocer y respetar diversas maneras de ser, vivir, pensar, sentir y actuar”.