La actividad industrial y el transporte, en especial los vehículos diésel, generan una contaminación invisible pero con importantes efectos nocivos para los ciudadanos. Las partículas finas, mucho más delgadas que un cabello humano, pueden inhalarse y provocar problemas respiratorios, cardiovasculares e, incluso, cáncer. Se estima que estas partículas, junto con el ozono troposférico, son responsables de la muerte prematura de unas 370.000 personas en la UE cada año. Las directivas comunitarias sobre calidad del aire son cada vez más estrictas, pero casi ninguno de los Estados miembros, incluido España, cumple los límites.
Qué provoca las partículas contaminantes finas
La contaminación está a pie de calle y viaja sobre ruedas. Uno de los principales problemas de las ciudades es el de las partículas en suspensión, que pueden provocar importantes daños a la salud de los ciudadanos. En España, el tráfico rodado provoca entre un 40% y un 60% de la polución por partículas en suspensión, según un estudio del Ministerio de Medio Ambiente y del CSIC.
El enemigo es invisible, aunque no así sus efectos. Las partículas contaminantes finas se dividen en dos grandes grupos. Las PM10 miden entre 2,5 y 10 micrómetros (son entre 25 y 100 veces más delgadas que un cabello humano), mientras que las PM2,5 son inferiores a 2,5 micrómetros. Las más nocivas son las más pequeñas, ya que permanecen en el aire más tiempo, viajan más lejos y pueden afectar a más partes internas del organismo.
Los efectos sobre los ciudadanos son muy diversos. Una vez inhaladas, pueden causar graves riesgos para la salud, al incrementar la tasa de mortalidad por enfermedades respiratorias, cardiovasculares y cancerígenas, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). En altas concentraciones, se relacionan con el aumento de los nacimientos prematuros y la mortalidad infantil, los casos de asma, neumonía, bronquitis y enfermedad pulmonar obstructiva crónica, así como los ingresos hospitalarios y las visitas a urgencias por exacerbaciones de enfermedades cardiovasculares y respiratorias. Además, según un estudio publicado en 2008 en el ‘Journal of American College of Cardiology’, las partículas finas se introducen en el sistema sanguíneo y llegan al corazón.
En España, el tráfico rodado provoca entre un 40% y un 60% de la polución por partículas en suspensiónLa Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA) señala que la contaminación del aire puede reducir la esperanza de vida de los europeos hasta en tres años. La Comisión Europea calcula que, en términos de salud humana, causa a la economía europea un gasto de entre 427.000 y 790.000 millones de euros anuales. Se estima que las partículas finas, junto con el ozono troposférico, son responsables de la muerte prematura de unas 370.000 personas en la UE cada año.
Los ciudadanos no están a salvo en el interior de sus hogares, sino más bien al contrario. Un estudio publicado en 2009 en la revista ‘Environmental Health Perspectives’ señalaba un aumento de los niveles de partículas contaminantes en interiores y la gravedad de los síntomas de asma entre los niños. Los responsables del estudio, un equipo de la Universidad Johns Hopkins, indicaban que en muchos casos el nivel de estas partículas finas era dos veces superior al aceptado por la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) para la contaminación al aire libre.
El tráfico es el principal causante de las partículas contaminantes finas (hasta el 50%, según diversos estudios), en especial en grandes ciudades, pero no es el único. Las actividades industriales, la agricultura o las calefacciones domésticas se encuentran también involucradas en este problema. En menor proporción, algunos causantes son naturales, como el polvo africano, el aerosol marino, la materia mineral natural del suelo o las emisiones forestales.
En el caso de España, la situación es peor, sobre todo en las ciudades mediterráneas, según el investigador del CSIC Xavier Querol. Factores como la intensidad del viento y de la radiación solar, la escasez de lluvias, el diseño de las ciudades (edificios altos y calles estrechas) o la falta de vegetación y zonas verdes, provoca la acumulación de los contaminantes.
Legislación incumplida
Las partículas finas, junto con el ozono troposférico, son responsables de la muerte prematura de unas 370.000 personas en la UE cada añoLos estudios científicos no permiten aún establecer límites de exposición a estas partículas con absoluta certeza, pero sí hay amplias pruebas de la necesidad de reducir sus emisiones. Por ello, en 2008, la UE aprobó la nueva directiva sobre calidad del aire en Europa. En ella se proponen por primera vez estándares y fechas límite para que los Estados miembros reduzcan la contaminación por partículas finas PM2,5 y se suma a la aprobada en 2005 para la reducción de las PM10.
La nueva directiva establece 2020 como plazo máximo para alcanzar los límites de emisiones decretadas. Los Estados miembros deben garantizar que las concentraciones de PM2,5 no superen los 25 microgramos/m3 para 2015 en sus territorios respectivos y los 20 microgramos/m3, en áreas urbanas. La directiva pide recortes de PM2,5 que rondan el 20%, en comparación con los niveles registrados en 2010.
La gran mayoría de los Estados Miembros, entre ellos España, incumplen los límites para ambos tipos de partículas finas. En la nueva directiva se reconocen las dificultades y se introduce un enfoque más flexible. Los países pueden posponer el cumplimiento íntegro de los límites de PM10 hasta tres años en determinadas áreas de su territorio, pero deben demostrar que la aplicación de la legislación está en curso. La Comisión Europea daba el pasado marzo un toque de atención a España por los elevados niveles de PM10, superiores a los permitidos.
Cómo reducir la contaminación de partículas finas
La Comisión Europea prepara diversas iniciativas para reducir los niveles de partículas finas contaminantes, como el establecimiento de niveles de emisión para vehículos nuevos. En cualquier caso, los Estados miembros son los responsables de aplicar medidas concretas.
Algunos países han puesto en marcha diversas ideas, como las zonas de baja emisión, donde se prohíben los vehículos más contaminantes, hay semáforos que se ponen en rojo cuando se detecta un nivel alto de partículas finas o se limita la velocidad a 30 km/h por los cascos urbanos.
Los motores diésel, que pueden generar hasta cuatro veces más partículas de carbono que los de gasolina, pueden reducir su contaminación mediante filtros específicos. Cada vez más vehículos diésel cuentan con este tipo de medidas.
Las investigaciones para detectar y conocer más acerca de este tipo de contaminación son también muy importantes. El mayor estudio hasta la fecha sobre partículas contaminantes finas lleva en marcha en París desde el año pasado. Sus responsables forman parte del proyecto Megapoli, que pretende evaluar el impacto de la contaminación atmosférica en los grandes núcleos urbanos y en el cambio climático.