Ocupa portadas desde hace días: Irlanda y su rescate económico han sembrado el miedo y las dudas sobre la economía española. Su presencia dentro del grupo de los llamados países periféricos (junto con Portugal, Grecia, Italia y la mencionada Irlanda) la sitúan en el punto de mira de cualquier noticia negativa que afecte a algunos de sus integrantes, dadas las similitudes de su actual modelo económico. En los mercados, la credibilidad y confianza sobre la economía española han caído en picado. Sin embargo, es difícil aventurar si el país necesitará ayuda. En cualquier caso, ¿qué supone ser protagonista de un rescate económico? ¿Cuándo se llega a esta situación? ¿Cuáles son sus efectos? Los ejemplos recientes de Grecia, algunos países de Europa del Este o Islandia ponen de manifiesto que, pese a la gravedad que supone declararse insolvente, con apoyo internacional la situación revierte con éxito pasados unos años. No obstante, tiene efectos a corto plazo. Los principales son la pérdida de confianza en los mercados internacionales, la caída del mercado de valores y la devaluación de la moneda nacional.
¿Qué es un rescate económico?
No es algo nuevo de la actual crisis. En todos los periodos de recesión económica se han dado quiebras de estados, tanto en el mundo desarrollado como en el subdesarrollado. España es uno de los países que más veces se ha declarado en bancarrota a lo largo de su historia: seis durante los siglos XVI y XVII, bajo el reinado de los Austrias, y en ocho ocasiones en los convulsos años marcados por las continuas guerras civiles en el siglo XIX. Un país se declara en quiebra cuando sus debilitadas cuentas públicas no le permiten hacer frente a sus compromisos de pago, tanto con particulares como con organismos internacionales o terceros países. Esto ocurre cuando los niveles de déficit fiscal y deuda externa y pública son insostenibles.
Al igual que sucede en una empresa, un estado activa la voz de alarma cuando se ve incapaz de pagar sus deudas y necesita refinanciarlas para superar esa situación. Esto desemboca en el denominado rescate económico, es decir, una solicitud de ayuda a los organismos internacionales para evitar el colapso.
El rescate se materializa con la aceptación de préstamos y recursos financieros de instituciones como el Banco Central del país en cuestión, el Fondo Monetario Internacional y terceros países que, por mantener acuerdos comerciales o alianzas de cooperación internacional, se brinden a prestar su ayuda. En todos los casos, para que el rescate sea efectivo, el país afectado debe presentar un plan de salida de la crisis en el que debe mostrar soluciones para reducir su déficit público y adecuarse a los parámetros de estabilidad.
Para que el rescate sea efectivo, el país afectado debe presentar un plan de salida de la crisis
Irlanda, Grecia o Islandia son buenos ejemplos de lo que supone verse involucrado en un rescate: en los tres casos, sus disparatados déficits, su ineficiente sistema bancario y su elevada deuda pública terminaron por abocarles a anunciar su estado de insolvencia y a tener que aceptar un rescate internacional. En el caso de Grecia, la Unión Europea y el FMI acordaron activar un plan de rescate dotado con hasta 110.000 millones de euros, para un periodo de tres años, entre 2010 y 2012, de los cuales 80.000 millones serán préstamos bilaterales de los países que comparten la moneda única. El resto lo aportará el Fondo Monetario Internacional.
Sus efectos
Los efectos de protagonizar un rescate económico son diversos y muy localizables sobre distintas facetas y activos económicos. Los más relevantes son los siguientes:
Deuda pública: en el mercado de deuda pública, los efectos de un rescate económico son muy palpables. Este mercado es uno de los indicadores de alarma. Cuando los diferenciales (la rentabilidad que un país debe pagar por colocar su deuda en el mercado) comienzan a elevarse de forma importante, es porque el país pierde la confianza de los inversores y porque sus necesidades de financiación le obligan a emitir activos de deuda de manera continua con el ánimo de refinanciarse.
En la actual crisis, en todos los casos de rescate, se ha detectado cómo antes la rentabilidad de los bonos soberanos de los países se ha disparado y ha marcado niveles récord respecto al bono alemán, que es el activo de referencia, por considerarse el más solvente. En el caso del rescate griego, mientras que el bono alemán tenía una rentabilidad del 2,5%, el bono heleno llegó a pagar un 8%. El efecto contagio se apreció también sobre el bono español, que elevó su prima de riesgo sobre los 200 puntos básicos. Ahora, no obstante, tras el rescate irlandés los diferenciales de la deuda española han superado esos niveles, hasta ahora récord.
El Tesoro español encuentra más dificultad para colocar sus activos, ya que los inversores desconfían de la solvencia de nuestra economía. En el mercado secundario, el bono español a 10 años paga una rentabilidad superior al 5%. Tras el rescate irlandés, la financiación en España se ha disparado hasta tener que retribuir a los inversores con 5,27 euros por cada 100, mientras que en Alemania basta con 2,6, la mitad. La prima de riesgo de bonos españoles a 10 años en comparación con los alemanes está en máximos (260 puntos) debido a la incertidumbre sobre la situación financiera de Portugal y España.
El mercado de deuda es un indicador anticipado de un posible rescate económico. En el caso de Grecia e Irlanda, la elevación de la prima de riesgo de sus respectivos bonos respecto al alemán se percibió como la antesala del rescate. No obstante, con el rescate de Grecia, la prima de riesgo del bono español también se disparó hasta niveles récord ante la posibilidad de ser la próxima economía que solicitara ayuda, pero no se llegó a materializar.
Bolsas: el hecho de anunciar un estado de insolvencia y su posterior rescate tiene un efecto muy negativo sobre los mercados de valores. Así sucedió en el caso de Grecia y ocurre en la actualidad, tras conocer la debilitada situación de la economía irlandesa. Dada la globalización, cualquier noticia económica negativa pesa sobre los mercados de valores en todo el mundo y así se nota con las caídas de los principales índices bursátiles (tanto estadounidenses como europeos).
No obstante, como es habitual, los países que están en el punto de mira son los más castigados. La Bolsa irlandesa acumula una caída superior al 15% en el mes de noviembre. Y los índices bursátiles de otros países en el punto de mira y que podrían seguir el caso de Irlanda están entre los más vapuleados. En España, el Ibex-35, el principal índice del mercado de valores, ha perdido casi 1.000 puntos en el último mes, más de un 10%. Ha pasado de cotizar en los 10.800 puntos a finales de octubre a hacerlo en el entorno de los 9.600 puntos.
Un rescate económico tiene una lectura negativa sobre los mercados de valores, ya que se percibe como un indicador de que la recuperación económica está muy lejos. La coyuntura actual invita a mantenerse fuera de la Bolsa española. A corto plazo, la inquietud persistirá.
Sistema financiero: sobre el sistema bancario, un rescate económico también genera aspectos negativos. El principal impacto es una pérdida de confianza en los consumidores que, por lo general, reciben con miedo, inquietud y preocupación toda noticia económica que pueda relacionarse con su dinero. En todos los países desarrollados el sistema financiero es uno de los pilares básicos para el buen funcionamiento económico. Por eso, si se pide un rescate financiero, una de las principales causas es una mala gestión de los bancos. En Irlanda, la debilitada situación del sistema bancario (al que el propio Gobierno había inyectado importantes fondos) desencadenó la situación de insolvencia. Además, los bancos están relacionados de modo directo con las crisis de deuda pública, ya que son los principales compradores de activos de renta fija soberana.
Si un país se declara en suspensión de pagos, todos sus bonos emitidos registran una importante devaluación, lo que disminuiría de modo notable el balance de los bancos poseedores. En el caso de Irlanda, la deuda (pública y privada) asciende a 843.000 millones de dólares. Los bancos británicos y alemanes serían los más afectados, ya que cuentan en su cartera con casi 163.000 y 152.000 millones de dólares, respectivamente, según datos del Banco Internacional de Pagos (BIS) del primer trimestre de 2010.
En el caso español, uno de los aspectos negativos que lleva a algunos a pensar que podría necesitar ayuda internacional es la debilitada situación de las cajas de ahorros, algunas de las cuales ya han tenido que ser socorridas por el Banco de España (son los casos de Caja Castilla la Mancha y Cajasur). Sin embargo, el conjunto de los bancos se percibe muy sólido en el ámbito internacional. Santander y BBVA son dos de las grandes entidades del mundo con solvencia y liquidez reconocidas.
Divisas: la devaluación de la moneda de los países que solicitan un rescate y de los más cercanos al rescatado es un hecho inevitable. La fortaleza de una divisa está relacionada de modo directo con la solvencia de un país, lo que explica que, en caso de dudas sobre la misma, los inversores refugien su dinero en otras monedas catalogadas como más líquidas y solventes.
En el mercado internacional, estos dos últimos calificativos se aplican sobre el dólar estadounidense, el yen japonés y el euro, por encima del resto de divisas. No obstante, con las crisis helena, irlandesa y de los países del Este, la divisa más afectada y que más se ha depreciado ha sido el euro. Ante el miedo a que una economía se declare insolvente y haya un efecto contagio sobre el resto de países de la zona euro, los inversores optan por vender euros y comprar dólares.
Además, al igual que ocurrió tras el rescate griego, en el mercado comienza también a debatirse sobre la posibilidad de que algún país miembro abandone la eurozona e, incluso, acerca de la viabilidad futura de la divisa común. Solo en el mes de noviembre, el euro se ha depreciado un 5%. Ha pasado de intercambiarse por 1,40 dólares a principios de mes a hacerlo por 1,33. Después del rescate de Irlanda, los inversores temen que haya que salvar a otros países periféricos europeos (entre ellos España y Portugal), lo que se ha traducido en un recorte de la moneda única.