Los tiburones han protagonizado la reciente atención mediática tras los ataques sufridos por varios turistas en la costa egipcia del mar Rojo. A pesar de su mala fama, son la auténtica víctima: en el Atlántico Noroeste, debido a la sobrepesca, sus poblaciones han descendido en más del 80% en las últimas dos décadas, y en el Mediterráneo su número ha bajado en un 99% en los últimos dos siglos. España protagoniza la cara y la cruz de esta situación. Por un lado, encabeza la venta mundial de aleta de tiburón y, por otro, es el primer país europeo en prohibir la pesca de dos especies en peligro.
Los humanos son los verdaderos «tiburones»
La localidad costera egipcia de Sharm el Sheij se ha convertido en noticia en todo el mundo tras los ataques de tiburones a varios turistas. Una de las víctimas, una ciudadana alemana de 70 años, ha fallecido como consecuencia de las graves heridas. El equipo de biólogos marinos que ha estudiado las agresiones apunta a tiburones de distintas especies como responsables, pero señala a la acción humana como desencadenante. Su informe explica que los tiburones, en general, huyen de las personas, pero se han acostumbrado a su presencia y a la comida que les proporcionan.
La mala prensa que acompaña a estos animales es exagerada. Sólo cuatro de las más de 300 especies de tiburón conocidas han causado alguna vez la muerte de personas, y entre 15 y 20 han atacado o herido sin matar a seres humanos. Se calcula que al año hay cien ataques de tiburón, de los que treinta resultan fatales. El tiburón toro, y no el gran blanco de la famosa película ‘Tiburón’, es la especie con mayor número de ataques a humanos. Las otras dos causantes de muertes son el tiburón tigre y el tiburón oceánico de punta blanca, implicados en ataques en el Pacífico tropical. La «selacofobia», o miedo injustificado a los tiburones, ha llegado a sus cotas más altas tras la película de Spielberg.
Un animal muy amenazado y desprotegido
En el Mediterráneo su número ha bajado en un 99% en los últimos dos siglosLos tiburones tienen muchos más motivos para temer al ser humano. En el Atlántico Noroeste, las poblaciones de tiburones han descendido más del 80% en las últimas dos décadas. El Mediterráneo es «el lugar más peligroso del mundo para los tiburones», según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), ya que su número ha bajado en un 99% en los últimos dos siglos.
El 32% de las 64 especies de tiburones y rayas oceánicos (pelágicos) están al borde de la extinción debido a su sobrepesca, según el primer estudio sobre el estado de conservación de estas especies, publicado el año pasado por el Grupo Especialista en Tiburones (SSG) de la UICN. Estos animales son muy sensibles a la sobrepesca dada su madurez tardía y su relativa baja tasa de reproducción.
Los más amenazados son los tiburones capturados en pesquerías de alta mar (52%). En cuanto a las especies en mayor peligro, destacan el tiburón martillo o cornuda y su versión gigante, la cornuda común, el cailón, el jaquetón oceánico, la manta gigante, el gran tiburón blanco, el tiburón peregrino, el tiburón pardo, dos especies de marrajo, tres especies de tiburón zorro y el tiburón azul (el tiburón oceánico más abundante y que se captura en mayor número).
En buena parte de los casos, la pesca de tiburones oceánicos ni está regulada ni es sostenible. Muchas de las capturas se realizan en las pesquerías de atún y pez espada en alta mar, donde han ganado valor. La carne de tiburón se aprecia cada vez más y las aletas son la base de una sopa considerada un manjar en los países asiáticos. Para ello, se le cercenan al ejemplar capturado y se arroja el resto de su cuerpo al mar, proceso conocido como aleteo o «finning».
Se estima que la pesca accidental, en especial al quedar atrapados en anzuelos destinados a atunes o peces espada, podría provocar la muerte cada año de millones de tiburones. La caza deportiva de ciertas especies, como el tiburón mako, pone también en peligro a estos animales. Además de las aletas, el tiburón ha originado una gran industria de diversos productos, como el aceite de su hígado o su cartílago, por la creencia, sin base científica, de sus propiedades curativas. A pesar de ser ilegal en muchos países, es frecuente la venta de productos como dientes y mandíbulas.
Las capturas crecen y España es una de las principales responsables
España encabeza el mercado mundial de aleta de tiburón, con el 95% de las exportaciones europeasEn 2008 se declararon capturas a la Comisión Internacional para la Conservación del Atún Atlántico (ICCAT) de 21 de las 72 especies migratorias en el Océano Atlántico. La organización internacional de conservación marina Oceana calcula en un reciente informe que son más de 1,3 millones de ejemplares. Pero la cifra podría ser tres veces superior, según estimaciones científicas basadas en el comercio de aletas de Hong Kong. Tres cuartas partes de las 21 especies citadas están clasificadas por la UICN como amenazadas de extinción en algunas zonas del Atlántico.
La Convención de las Naciones Unidas para la Ley del Mar (UNCLOS) obliga a los países pesqueros a cooperar para asegurar la conservación de especies de tiburones migratorios. Sin embargo, la ICCAT sigue sin gestionar los tiburones, salvo una laxa prohibición del aleteo y la prohibición de retener a bordo ejemplares de zorro ojón. Por su parte, la pretensión de regular el comercio de tiburón a través de la Convención sobre el Comercio de Especies Amenazadas (CITES) no ha contado con la mayoría necesaria de los países miembros en su última reunión, celebrada a finales de marzo de este año.
España protagoniza la cara y la cruz de este mercado. En el lado negativo, porque encabeza el mercado mundial de aleta de tiburón, con el 95% de las exportaciones europeas, según otro informe de Oceana. La Unión Europea (UE), sobre todo España, Portugal, Francia y Alemania, fue la responsable en 2005 del 56% de las importaciones mundiales de carne de tiburón y del 32% de las exportaciones mundiales. En el lado positivo, nuestro país es el primero de Europa en prohibir la pesca de tiburones martillo y zorro a toda la flota española en el mundo, una orden del Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino (MARM), que entró en vigor el 1 de enero de 2010.
Desde la UICN y Oceana reclaman a los gobiernos de todo el mundo las siguiente medidas para impedir la extinción de tiburones y rayas: fijar los límites de capturas recomendados por los científicos y adoptar un enfoque preventivo, proteger por completo a las especies en mayor peligro, garantizar el fin de la práctica del aleteo o, cuando menos, que los tiburones se desembarquen completos, invertir en investigación sobre las poblaciones de estos seres y más cooperación entre los países, ya que es un problema global.
Tiburones, unos animales antiguos y vitales en la naturaleza
Los primeros tiburones conocidos tienen unos 400 millones de años, más de 200 millones de años antes que los dinosaurios. Clasificarlos (superorden Selachimorpha) no es sencillo, aunque los científicos apuntan ocho órdenes, que incluyen desde variedades pequeñas de las profundidades marinas hasta el tiburón ballena, el mayor de los peces, que puede crecer hasta los 18 metros a base de plancton. Se localizan en casi todos los océanos y migran desde grandes distancias a través de aguas nacionales e internacionales. Su papel para mantener la salud de los ecosistemas oceánicos es vital.