¿Es obligatorio poner un encabezado en cada página? ¿Qué elementos debe contener una referencia bibliográfica? Estas y otras muchas dudas se les plantean a los estudiantes universitarios cuando deben abordar la elaboración de un trabajo o documento académico en sus estudios. La mayoría de estas cuestiones tienen respuesta en diferentes normativas internacionales o específicas de un área de conocimiento, que sirven como referente para unificar criterios entre las diferentes instituciones educativas o publicaciones especializadas.
El nuevo modelo educativo que propone el Espacio Europeo de Educación Superior (EEES) aboga por incrementar el protagonismo de los estudiantes con la implementación de métodos activos de enseñanza que les permitan desarrollar habilidades y competencias para aprender por sí mismos.
La presentación es esencial para que los docentes puedan valorar los trabajos sin dificultad
En este marco, los trabajos académicos cobran relevancia dentro de la actividad de los alumnos, ya que representan una vía importante para ampliar su habilidad y capacidad de investigar, reflexionar en profundidad sobre un tema o un área determinada y aprender a estructurar, sintetizar y presentar de forma adecuada la información. Este último aspecto, aunque parezca el menos relevante, es sin embargo esencial para que los docentes responsables de la evaluación de los trabajos puedan valorarlos y analizarlos sin dificultad y para que los estudiantes se habitúen a elaborar los documentos con unos criterios y estándares formales genéricos.
Aspectos formales genéricos
Más allá de los contenidos, el principal referente que hay que tener en cuenta para la redacción y elaboración de un trabajo académico son las indicaciones específicas del profesor, que se basan por lo general en las establecidas por el departamento en el que se integra o por la misma facultad o universidad.
Las normas de Vancouver, ICONTEC o APA son algunas de las más comunes
Estas pautas son, a menudo, un compendio personalizado de las normativas que distintos organismos especializados elaboran y actualizan de forma periódica para unificar criterios de presentación y estructura en diferentes ámbitos de conocimiento. Las normas de Vancouver, las del Instituto Colombiano de Normas Técnicas (ICONTEC) o las de la American Psychological Association (APA) son algunas de las más comunes en el ámbito académico y de investigación.
Entre las recomendaciones genéricas de estilo formal y que se pueden encontrar en la mayoría de estas normas destacan las siguientes:
Normativas para textos científicos y técnicos
Las distintas disciplinas académicas tienen sus propias particularidades. Por eso, para cada área de conocimiento es conveniente elegir el estilo que se use con más frecuencia entre los especialistas. En el ámbito de las Ciencias de la Salud, lo más común es guiarse por los requisitos de uniformidad marcados por el Comité Internacional de Editores de Revistas Médicas (ICMJE), más conocidos como normas o estilo Vancouver. De hecho, más de 500 revistas especializadas de este ámbito se rigen por estos criterios para la publicación de sus artículos.
Para cada área de conocimiento es conveniente elegir el estilo más frecuente
En el entorno científico universitario también es habitual publicar de acuerdo a los lineamientos establecidos por el Council of Science Editors. Se utilizan principalmente en el área de la biología, pero también en biomedicina, bioquímica y otras disciplinas científicas afines.
Normativa para Ciencias Sociales y Humanidades
En Ciencias Sociales y Humanidades, los estilos más utilizados son el Chicago, el de la American Psychological Association (APA) y el de la Modern Language Association (MLA). El primero de ellos es el de más antigüedad (1903) y se aplica, en general, para escritos de las materias de historia, arte, música o literatura, entre otras. En su web se puede consultar de forma gratuita una guía rápida de la última edición publicada.
El estilo de la APA está generalizado en el ámbito de la psicología, pero también se emplea en educación, ingeniería o en el entorno empresarial. En su portal está disponible un tutorial con las reglas básicas y en este enlace de la Universidad de Alicante se puede revisar en español una ejemplificación reducida de esta normativa. En lengua y literatura es frecuente tomar como referente el estilo MLA, utilizado por más de 1.100 publicaciones especializadas de todo el mundo. En el documento ‘La cita documental’, de Mabel Kolesa y Carolina de Volder de la Universidad de Buenos Aires, se pueden consultar los principales elementos y ejemplos de referencias en los estilos de la MLA y de la APA.
La bibliografía y las citas forman parte esencial de cualquier trabajo académico de calidad y dan solidez al texto. Su función es acreditar los datos de las fuentes referenciales en las que se basa el documento y facilitar la búsqueda y localización de las mismas por parte del lector. La información básica que debe incluir una referencia bibliográfica es el dato del creador y la identificación de la creación (autores, título y edición). Puede completarse con datos adicionales, como los editores, el año de publicación o el número de páginas, entre otros.
Aunque en un principio no parece difícil, la tarea entraña cierta dificultad en cuanto surgen las primeras dudas: ¿cómo se escribe una referencia si son 15 autores los creadores?, ¿se organizan por orden alfabético o por orden de aparición?, ¿de qué modo se señala una referencia electrónica? Un marco general internacional para unificar criterios en este sentido lo constituye la norma de la Organización Internacional para la Estandarización ISO 690-2010, cuyas principales directrices se pueden consultar en el manual ‘Bibliografías y su ortotipografía’, una guía práctica para la aplicación de esta norma redactada por Javier Bezos. De la versión anterior de esta norma (ISO 690-1987), existe un equivalente en castellano: la UNE 50-104-94, de la Asociación Española de Normalización y Certificación (AENOR).