El miedo a los petardos es habitual en los perros. Ellos tienen una gran sensibilidad auditiva. Los petardos y los fuegos artificiales son ruidos habituales y muy estridentes que no dejan a ningún perro indiferente. Pero los hay que reaccionan con cierto nerviosismo y otros que sufren ataques de pánico. Es en estos últimos casos cuando se convierte en un problema de conducta del perro.
Hay perros que llegan a tener auténtica fobia y terror al ruido de los petardos. Los síntomas más habituales de estrés frente al ruido son: andar de un lado a otro de manera compulsiva, respiración acelerada, jadeos, temblores, esconderse.
Curar una fobia, sea del tipo que sea, es complicado y para conseguirlo hay que comenzar lo antes posible a tomar medidas. El veterinario y el adiestrador son quienes mejor nos pueden asesorar sobre cómo actuar en estos casos.
Los perros se han tenido que acostumbrar a tolerar los sonidos que se producen en el ambiente humanoSi se conoce la época del año en la que habrá más ruido de petardos o fuegos artificiales, se puede consultar con el veterinario la posibilidad de administrarle algún ansiolítico, en los casos más graves, es decir cuando el animal llega casi a enfermar frente a este tipo de ruidos.
Tipo de medicación
La medicación hay que tomarla antes de que aparezca el ruido o el desencadenante de ese nerviosismo exacerbado, y debe ser específica para perros. De esta manera, el estrés y el nerviosismo se reducirán de manera notable. Es habitual que muchos perros reaccionen escondiéndose e algún lugar de la casa. Se debe a que de esta manera se encuentran seguros, así que frente a esta situación, no hay que obligar al perro a salir de su escondite.
Si el perro tiembla y gimotea, no hay que intentar calmarlo con caricias, porque se le crea más inseguridad y se le reafirma en su actitud temerosa e incorrecta. Pero tampoco hay irse al extremo contrario y castigarle cuando se encuentre en un estado de ansiedad y pánico. La idea es mostrarse indiferente frente a la situación.
Oído fuera de lo común
La capacidad auditiva de los perros se diferencia de la de los humanos en su gran habilidad para oír sonidos de alta frecuencia. Esta es la razón por la que, para ellos, ciertos sonidos estridentes y con mucha potencia les provoquen inquietud. Los perros pueden captar grandes densidades de ondas por segundo. Pueden escuchar sonidos emitidos por murciélagos y ratas, que para las personas son imperceptibles. Los humanos sólo captamos sonidos de hasta 20.000 ciclos por segundo y los perros llegan a los 60.000 ciclos por segundo.
Este es también el caso de los lobos, que son ancestros del perro y se alimentan, entre otros animales de roedores, que emiten sonidos ultrasónicos, por lo que se han especializado en captar este tipo de sonidos, para poder localizar a estas pequeñas presas con más facilidad. Y, por su parte, los perros han heredado de los lobos esta habilidad.
Los perros se han tenido que acostumbrar a ignorar o tolerar los sonidos que se producen en el ambiente humano. Aunque les resulten molestos, se han adaptado para reducir su nivel de estrés.
Los humanos sólo captamos sonidos de hasta 20.000 ciclos por segundo y los perros llegan a los 60.000 ciclos por segundoEste proceso de aclimatación se denomina ambientación auditiva y se produce de manera paulatina, desde que el perro es un cachorro hasta que se convierte en un adulto. Sin embargo, hay perros más nerviosos y reactivos frente a los sonidos estridentes, por lo que les cuesta más completar este proceso de adaptación.
La importancia de la socialización
También puede darse el caso de que el perro no esté bien socializado y no haya estado expuesto a este tipo de ruidos , como los petardos, o el sonido que producen motos o coches. Estos casos son más complicados de encauzar, porque es en los primeros meses de vida cuando el animal debe superar estas situaciones para más adelante poder aceptarlas con normalidad.
De esta forma, si el proceso de socialización no se ha completado de manera correcta, por ejemplo porque el perro ha estado demasiado aislado, supondrá un problema de conducta en el animal que, de no tratarse, puede convertirse en crónico y agravarse con el tiempo. En este sentido, el veterinario puede realizar una primera valoración y, si lo considera necesario, puede remitir a un experto en conducta canina con el fin de que reconduzca la situación.
Instalar al perro en el lugar más aislado de la casa y cerrar las puertas. Allí se le puede colocar su juguete preferido, un plato con agua y su cama.
Si hay que sacarlo de casa, llevarlo sujeto con la correa. Puede escapar por el miedo y perderse o resultar atropellado.
Se le puede tranquilizar de manera verbal, pero no cogerlo en brazos o acariciarlo, cuando está descontrolado y nervioso. Si lo hacemos, creerá que hay razones para tener miedo y aumentará su ansiedad. Tampoco hay que reñirle.
Si el nivel de nerviosismo y estrés es muy alto, consultar con el veterinario la posibilidad de medicar al perro de manera puntual.