La familia que colabora en la socialización de un perro-guía durante meses conforma uno de los eslabones más importantes para conseguir que un perro se convierta en guía de una persona invidente. Gracias a este grupo, se garantiza que el perro acepte sin problemas el contacto con personas u otros animales o bien que se desenvuelva sin dificultad en el transporte público de una gran ciudad. Los pilares de este proceso se recogen a continuación: el papel de la familia que socializa al perro-guía, las pautas de comportamiento que enseñarle y el entrenamiento del perro tras su socialización. Además, es fundamental elegir a un buen candidato para ser perro-guía y tener en cuenta que son perros disciplinados y trabajadores
El papel de la familia que socializa al perro-guía
La familia de acogida se encarga de la socialización del perro. Para ello, seguirá las pautas que le indiquen desde la Fundación ONCE del Perro-Guía, con el fin de inculcar al animal ciertas normas básicas de comportamiento y obediencia. No educará al futuro perro-guía, ya que de eso se encargará la Fundación cuando el can llegue a sus instalaciones, una vez que haya transcurrido el periodo de convivencia.
La familia de acogida cumple el cometido de llevar consigo al perro a todas las partes que pueda, como trabajo, transporte o tiendas
Los cachorros permanecen con la hembra desde que nacen hasta que cumplen 45 días, cuando ya son destetados. Es entonces cuando pasan a vivir con la familia que se encargará de socializarles y procurará que experimenten la mayor cantidad posible de estímulos y situaciones que tendrán que vivir en el día a día, cuando sean adultos, con la persona invidente. Entre otros aspectos, le enseñan a tener relación con personas y otros animales, entrar en comercios, transporte público o caminar por una gran ciudad. «Lo que hacen estas personas no es estrictamente un voluntariado, pero sí una actividad social en la que puede participar toda la familia», explica Gemma León, directora gerente de la Fundación ONCE del Perro-Guía.
El proceso de socialización de un perro-guía sirve para conseguir que el animal pierda el miedo a los ruidos, las aglomeraciones de personas o las escaleras mecánicas de un centro comercial. Con ello se intenta evitar que huya despavorido por el ruido de una moto o que se asuste y se muestre inseguro cuando tiene que subir por una escalera mecánica. Y es que la seguridad de la persona invidente depende del saber hacer del perro-guía.
La familia y el animal comparten la vivienda durante unos once meses. En este tiempo, la Fundación ONCE del Perro-Guía se hace cargo de los gastos derivados de su tenencia. El perro se entrega con correa de paseo, colchoneta para dormir, platos para comer, atención sanitaria cubierta y alimento.
Pautas de comportamiento que enseñar al futuro perro-guía
La familia de acogida cumple el cometido de llevar consigo al perro a todos los lugares que pueda: trabajo, transporte, tiendas. Respecto a las pautas que le inculcará, la Fundación ONCE del Perro-Guía marca las siguientes: no tirar de la correa, no jugar con balones para que no los persiga mientras trabaje, caminar siempre por el lado izquierdo de la persona que le acompaña y obedecer órdenes como sentarse, permanecer quieto o acudir cuando se le llama. Así lo explica Gemma León.
La posibilidad de acoger futuros perros-guía para socializarles solo se puede llevar a cabo en la Comunidad de Madrid, según indica Gemma León, «debido a que es importante la cercanía con las familias que socializan a los perros para poder llevar a cabo una supervisión del trabajo». «Tenemos que verlos con frecuencia», añade. Además, tan solo en la Comunidad de Madrid y en Cataluña se recoge la obligatoriedad de admitir a los cachorros de futuros perros-guía en cualquier espacio público.
El entrenamiento del perro tras su socialización
Una vez que el perro ha pasado la etapa de socialización, ingresa en el centro para comenzar su entrenamiento como perro-guía. Este periodo durará cuatro meses.
El perro-guía debe adaptarse a la persona invidente con quien convivirá y trabajará, y viceversa
En principio, se hace un test para conocer al perro y personalizar su educación. El adiestramiento está siempre basado en el refuerzo positivo y su última fase se centra en detectar las carencias del perro. Para conseguirlo, el instructor se coloca un antifaz, con el objetivo de evitar ayudar al perro de manera inconsciente y recrear así un escenario de trabajo lo más real posible.
Un buen candidato para el perro-guía
El perro-guía se forma incluso desde antes de nacer. Sus progenitores se escogen por su carácter especial para concebir perros sociables, responsables y con una buena capacidad de aprendizaje.
El perro-guía debe adaptarse a la persona invidente con quien convivirá y trabajará, y viceversa. Así se tienen en cuenta datos como la manera del candidato al andar -si camina deprisa-, su temperamento, edad y envergadura. El perro será siempre propiedad de la Fundación ONCE, que tiene derecho a retirarlo si considera que el trato que recibe no es el adecuado o no cumple funciones de perro-guía.
Gemma León señala que «estos perros no solo ofrecen cariño, compañía y fidelidad, como cualquier perro, sino que, además, aportan seguridad a las personas invidentes a quienes ayudan a integrarse en la sociedad». Recuerda que cuando estos perros trabajan no se les puede distraer (llamar, acariciar u ofrecer comida) porque se pone en peligro la seguridad de la persona invidente.
Perros disciplinados y trabajadores
Los perros-guía sorprenden a menudo cuando acompañan a una persona invidente en la calle. Son perros disciplinados y trabajadores, que transmiten seguridad con su actitud. Sin embargo, detrás de estos animales, hay un largo proceso de selección, aprendizaje y formación, que dura dos años. En este camino de formación de un perro-guía, hay voluntarios y profesionales que ofrecen lo mejor de sí mismos para conseguir un tándem perfecto entre invidente y perro.
Todo comienza desde el momento de la concepción de los futuros perros-guía. Se escoge una hembra reproductora (tiene varias camadas) y un macho con determinadas características: sin displasia, con un carácter equilibrado, disposición para aprender, responsable y con capacidad para tomar decisiones.
La hembra preñada, así como el macho (semental), están en régimen de acogida con una familia, que de manera voluntaria cuida a la perra durante la gestación y de los cachorros cuando nacen. Una vez que llega el momento de dar a luz, es frecuente llevar a la hembra a las instalaciones de la Escuela de Perros-Guía de la ONCE para que tenga allí los cachorros.
La Fundación ONCE del Perro-Guía se encarga de sufragar los gastos derivados de la tenencia de la hembra en régimen de acogida con la familia voluntaria. Es decir, afronta los costes de consultas veterinarias, alimentación y accesorios que necesita el animal.