Un transporte público eficaz que informa de su estado en todo momento, una óptima calidad del aire urbano, un menor gasto de energía o alumbrado público, servicios municipales sin largas colas de espera… Son algunas de las ventajas de las ciudades inteligentes, gracias al uso de los últimos avances tecnológicos. Sus defensores afirman que la calidad de vida de los ciudadanos y el medio ambiente mejoran, aunque diversos expertos recuerdan que no es la panacea a todos los problemas actuales de las ciudades.
Ciudades inteligentes para mejorar nuestra calidad de vida
El uso de nuevas tecnologías puede beneficiar a los ciudadanos y al medio ambienteMás de la mitad de la humanidad actual (unos 7.000 millones de personas) vive en una ciudad, y esta proporción aumentará en los próximos años. La calidad de vida de los ciudadanos y, por extensión, del medio ambiente del planeta dependerá cada vez más del estado de las urbes.
El concepto de ciudades inteligentes (del inglés «smart cities») pretende aprovechar los avances tecnológicos para crear ciudades más habitables, más eficientes en el uso de los recursos y más sostenibles. Las propuestas son diversas:
Implantación de redes eléctricas inteligentes («smart grid»): se aprovecha mejor la generación eléctrica, se reduce el gasto y las emisiones de dióxido de carbono (CO2) y otras sustancias contaminantes, se desarrollan las energías renovables, se facilita a los consumidores el autoconsumo energético y se disminuye la dependencia del exterior.
Mejora de la información y la gestión de datos: el uso de nuevas tecnologías en los servicios urbanos puede mejorar sus prestaciones, y con ello, ahorrar dinero, tiempo, energía, etc., beneficioso para los ciudadanos y el medio ambiente. Las posibilidades son muy diversas: redes de transporte mejor diseñadas con todo tipo de información para sus gestores y los ciudadanos, control del tráfico urbano, de la calidad del aire, del agua, de la gestión de aparcamientos, servicios de teleasistencia ciudadana, de información con realidad aumentada, utilización eficiente del alumbrado público, de los sistemas de recogida de basuras, de la energía, la climatización, el establecimiento de una red de coches eléctricos con sus sistemas de recarga, optimización de los servicios administrativos y centros públicos como oficinas municipales, centros de salud, etc.
La ciudad inteligente contribuye, además, al establecimiento de un tejido empresarial local, una nueva fuente de riqueza y empleo, según sus defensores. En este sentido, diversas empresas y multinacionales del sector tecnológico apuestan por el desarrollo de servicios específicos para hacer más inteligentes las ciudades.
Algunos ejemplos de ciudades inteligentes
Ciudades y municipios en todo el mundo intentan aplicar este concepto, aunque sea en alguna de sus múltiples variables. La ciudad brasileña de Curitiba es un ejemplo clásico de lo que hoy se denominaría «ciudad inteligente». En 1972, su alcalde, el arquitecto y urbanista Jaime Lerner, transformó la ciudad con la peatonalización y el apoyo al transporte público como bases.
En ciudades como Londres y Estocolmo, la modernización de los sistemas de control de tráfico, como la prohibición de entrada de los coches más contaminantes a sus nucleos urbanos, se ha traducido en una mejora de la calidad del aire urbano. En la ciudad-estado de Singapur, han apostado por el conocimiento como fuente de riqueza e intentan generalizarlo en todos sus elementos. Entre otros, se dispone del dato del tráfico en tiempo real, gracias a la información enviada por sus 20.000 taxis.
La creación de centros de desarrollo tecnológico para aplicar estos conceptos se lleva a cabo en ciudades como Helsinki, Dublín, Ámsterdam, Nueva York, Yokohama (Japón), Shenyang (China), Sisak (Serbia) o Lavasa (India). En España, un grupo de 16 ciudades encabezadas por Santander ha constituido la «Red Española de Ciudades Inteligentes«.
Desafíos de las ciudades inteligentes
Las nuevas tecnologías pueden ofrecer muchas ventajas a los ciudadanos y al medio ambiente, pero dependerá de cómo se lleven a la práctica. Elena Alfaro, gerente en el área de Business Discovery BBVA y experta en Smart Cities, considera que se debe responder a la vez a la calidad de vida, la eficiencia y la sostenibilidad: «Si no se atiende a los tres a la vez, serán decisiones equivocadas. Por ejemplo, no se puede hacer más eficiente (más barata) la gestión de una infraestructura, pero con un peor servicio al ciudadano o que contamine más».
Manu Fernández, experto en sostenibilidad de la consultora Naider, recuerda que la tecnología por sí sola no puede ser la solución a los problemas medioambientales y de sostenibilidad de las ciudades y puede distraer la toma de otras decisiones más adecuadas. Este experto distingue entre «smart city» e «intelligent city»: Masdar (Emiratos Árabes) se pone como ejemplo de ciudad inteligente por el uso de los últimos avances técnicos, «pero no es inteligente construir en el desierto de esa manera». Asimismo, Fernández se pregunta por los límites que se deberían poner al uso de los datos que se generarán y por los conflictos con la privacidad de los ciudadanos.