Comienza el curso y los padres quieren que los hijos obtengan buenos resultados académicos desde el principio. Sin embargo, en ocasiones se detecta que tienen dificultades para comprender la materia o no siguen el ritmo del resto de la clase. ¿Qué hacer en ese caso? En el siguiente artículo se detallan los síntomas de alerta para los padres y cómo deben actuar ante las dificultades de aprendizaje detectadas en los hijos. Una de las premisas, quizá la más importante, es ser comprensivos, entender el verdadero motivo de esta situación y realizar exigencias razonables a las capacidades de los jóvenes. En ningún caso funciona la presión.
Síntomas que alertan de problemas de aprendizaje
Un niño que no sigue el ritmo de sus compañeros en el colegio no es siempre un niño vago, sino con trastornos de aprendizaje. Estos son «dificultades específicas para aprender y desempeñar un rendimiento adecuado a su grupo de edad en las diferentes habilidades académicas, como lectura, escritura y cálculo, pese a tener una capacidad intelectual dentro de los límites considerados normales». Así lo explica Beatriz Gavilán, neuropsicóloga en la Unidad de Rehabilitación Infantil del Hospital Beata María Ana de Madrid.
Se debe acudir a un especialista cuando las dificultades impiden que el niño siga el curso con normalidad
El cociente intelectual no siempre está relacionado con el rendimiento académico. En ocasiones, incluso, los estudiantes con dificultades específicas de aprendizaje tienen un cociente «ligeramente por encima de la media para su grupo de edad», destaca Gavilán.
Sin embargo, la mayoría de los padres confunden el comportamiento de sus hijos. Creen que son niños perezosos, a quienes les cuesta o no quieren realizar las tareas escolares. A partir de su experiencia, Beatriz Gavilán asegura que muchos de los estudiantes que acuden a su consulta, y a quienes se considera «vagos», son en buena parte «niños con dificultades escolares» detectadas de manera errónea y «con la suficiente importancia como para impedir que el pequeño siga su curso con normalidad».
Esta experta detalla que «los niños quieren ser como sus compañeros y poder realizar las mismas tareas que ellos». Esto implica que, cuando no siguen el ritmo del resto, a menudo, se debe a dificultades que les impiden poder hacerlo, «no a la falta de esfuerzo». La confusión con la posible pereza de los pequeños se debe a que, en general, muestran un «rechazo a aprender», sobre todo, en las áreas donde tienen más dificultades. Otros rasgos característicos son:
- Falta de motivación en los estudios.
- Disminución de la autoestima.
- Falta de interés por ir al colegio o no querer hacerlo.
- Problemas de conducta.
- Quejas somáticas, como dolor de cabeza o de estómago.
- Enuresis nocturna.
Cómo deben actuar los padres ante las dificultades detectadas en los hijos
Cuando detecten problemas de aprendizaje, los padres deben acudir a un especialista y no esperar hasta que las dificultades sean importantes
Las pistas para que los progenitores identifiquen las dificultades de aprendizaje de sus hijos proceden de la información que reciben del colegio y del propio comportamiento que observan en casa. Los profesores pueden detallarles el rendimiento y conducta del niño en la escuela, pero ellos tienen la oportunidad de seguir su rendimiento en las tareas escolares y su conducta en el hogar. Pueden comparar y colaborar con los profesores. Estos conocen el ritmo de aprendizaje del pequeño y su evolución durante el curso. «Son quienes mejor pueden identificar qué niño no sigue el ritmo de la clase», explica Beatriz Gavilán.
Entre las dificultades que afectan al ritmo de trabajo en el aula, no solo destacan las relacionadas con el aprendizaje, sino que en ocasiones los pequeños están condicionados por otros factores, como aspectos motivacionales, dificultades de atención o problemas de conducta. «Por ello -considera Gavilán-, es fundamental atender esta situación en cuanto se detecte y acudir a centros específicos donde puedan realizar las exploraciones que sean pertinentes«.
Es esencial que los padres acudan a un especialista en cuanto detecten los primeros síntomas. «La prontitud con la que se realice esta atención es fundamental, ya que los resultados siempre son mejores cuanto antes se efectúe el diagnóstico y la intervención adecuada», señala la neuropsicóloga. Muchos padres toman medidas a partir de Secundaria, «cuando la situación escolar es insostenible». Sin embargo, Beatriz Gavilán advierte de que no se debe esperar hasta entonces, «ya que las lagunas académicas causadas por las dificultades son ya muy importantes».
Los padres han de ser comprensivos. En casa, los padres juegan un papel fundamental. Deben mostrarse comprensivos y entender que el hijo tiene unas dificultades específicas que provocan que no pueda aprender y realizar las tareas con la misma facilidad que el resto. Un periodo clave son los exámenes. Los niños con dificultades de aprendizaje viven este momento con tensión, ansiedad e, incluso, estrés, por lo que los padres serán un apoyo fundamental en esta época.
Ajustar las expectativas a la nueva situación. Una vez que se diagnostican problemas de aprendizaje, los padres deben ser conscientes de la realidad y adaptarse. Esto supone realizar a los hijos exigencias razonables a su capacidad y nunca presionarle.
Encontrar un colegio adecuado para los hijos. No siempre es fácil escolarizar al pequeño en un centro que cuente con los recursos y el personal suficientes para atender sus necesidades. Conviene localizar una escuela cuya enseñanza se adecue a las particularidades de los niños con dificultades de aprendizaje, además de contar con departamentos de orientación y apoyo.
Pautas para localizar un centro que atienda los trastornos de aprendizaje
Además de recibir apoyo en el colegio, los padres han de acudir con sus hijos a centros específicos que atiendan los trastornos de aprendizaje. Pero al igual que ocurre con la búsqueda de colegio, los padres requieren saber unas pautas para encontrar el centro que se adapte a las exigencias de sus hijos.
Es preferible que el centro cuente con un equipo multidisciplicinar. Con el fin de responder a las necesidades específicas y evolución de cada niño, conviene que el centro cuente con un equipo formado por varios especialistas. La Unidad de Rehabilitación Infantil donde trabaja Gavilán dispone de un médico rehabilitador, médicos colaboradores (neuropediatra, neurooftalmólogo y traumatólogo), neuropsicólogo, logopeda, terapeuta ocupacional y fisioterapeuta.
El centro debe tener profesores o profesionales de apoyo. Estos ayudarán a los menores a superar sus dificultades, si bien «necesitan un apoyo de profesionales especialistas fuera del colegio, donde se trabajen las bases de sus dificultades y se den pautas tanto a padres como a profesores», explica la neuropsicóloga.
La terapia que inician los niños en estos centros se ajusta a sus necesidades. Además, se requiere que los padres acudan a las sesiones, o al menos a algunas de ellas, para que aprendan cómo trabajar con sus hijos, pautas para mejorar su rendimiento y cómo ayudarles a superar o disminuir sus dificultades. También es adecuado el contacto con el colegio, puesto que el trabajo de cada sesión se debe reforzar en casa y en el centro para obtener los mayores logros.