Emplear el bozal con el perro tiene mala reputación, ya que este artilugio se utiliza en ocasiones de un modo cruel. Sin embargo, son necesarios en determinados momentos, como al pasear con un can considerado de una raza peligrosa por la legislación española, cuando se acude a la consulta del veterinario o para evitar que el perro ingiera restos de comida o basura en la calle. Por ello conviene conocer los usos y tipos de bozales, así como tener en cuenta los riesgos cuando se utilizan.
El bozal limita el movimiento de la boca del perro, por lo que sus detractores lo consideran cruel
Un bozal es un artilugio que, colocado en la cabeza del perro, se utiliza para restringir los movimientos de su boca. Algunos cubren por completo el hocico del can y otros, por el contrario, constan de una tira de material resistente, que acota la apertura de su mandíbula.
Esta limitación explica que los detractores de este artilugio lo consideren cruel y, en la mayoría de los casos, inútil. Sin embargo, en determinadas situaciones, son necesarios, e incluso, obligatorios por ley.
Bozales en perros «peligrosos»
La ley obliga a los canes de ciertas razas «agresivas» a pasear con bozal
Los bozales se utilizan para prevenir mordeduras en el caso de animales con conductas agresivas. En estas ocasiones, su uso no solo está recomendado, sino que es obligatorio. La legislación sobre tenencia de animales potencialmente peligrosos en España obliga a que estos canes utilicen bozal durante sus paseos.
Es el caso de las ocho razas que desde 2002 se consideran «potencialmente peligrosas«. Usar bozal es norma para los propietarios de los siguientes animales: pit bull terrier, rottweiler, dogo argentino, staffordshire sull terrier, american staffordshire terrier, fila brasileiro, tosa inu y akita inu.
Otros usos del bozal en el can
A pesar de que nuestro peludo amigo no esté en la lista negra de los perros considerados «agresivos», el bozal sirve como método de prevención temporal de conductas poco saludables. Esto ocurre cuando se utiliza en perros glotones, para evitar que ingieran restos de comida o basura en la calle durante el paseo.
En estos casos, sin embargo, el uso de este artilugio debe ser eventual y un último recurso. Hay interesantes pautas que ayudan a evitar que el perro ingiera comida de la calle o la acepte de extraños. Entre otras, utilizar repelentes o enseñarle el significado de la palabra «no», pronunciada de modo contundente (nunca con gritos). Además, es recomendable consultar con un etólogo canino o con un educador, ya que este comportamiento poco saludable esconde en ocasiones problemas de conducta o psicológicos más graves.
La consulta del veterinario es otro escenario donde el uso del bozal es probable, con el fin de evitar ataques no deseados al médico canino. Ello explica que algunos perros, no solo los considerados peligrosos, necesiten acostumbrarse a este artilugio o, al menos, aceptarlo.
Tipos de bozales para el perro
Hay bozales rígidos y modelos flexibles que permiten mayor libertad a nuestro can
En el momento de adquirir un bozal, las posibilidades son variadas. Hay bozales de diferentes tipos: rígidos, con forma de caja o que tapan por completo la boca del perro. En cualquier caso, estos artilugios deben contar con una rejilla que no dificulte la normal respiración de nuestra mascota.
Otros modelos son más sencillos. Una tira de nailon que rodee la mandíbula del animal permite mayor movilidad de su boca y obstaculizará en menor medida el paso del aire. No obstante, hay bozales de muchas medidas, que deben adaptarse al tamaño de la cabeza y del hocico de nuestro amigo de cuatro patas.
Los bozales son poco recomendables para el perro chato (o braquicefálico). El artilugio corta el normal paso del aire, por lo que puede agravar los ya frecuentes problemas respiratorios de estos animales.
Por el mismo motivo, un bozal no debe utilizarse cuando el animal necesite hacer ejercicio.
El uso de este artilugio no es válido (por ser cruel) para evitar los ladridos excesivos de un perro en casa. En estos casos, es urgente contar con la ayuda de un etólogo o educador canino.