Los usuarios bancarios precisan de su contraseña para realizar las principales operaciones con sus entidades. Y no solo para poder utilizar sus tarjetas de crédito y débito en el cajero, sino para realizar gestiones on line. La dependencia de las claves de acceso puede generar excesivos invonvenientes, si se pierde u olvida el número o se confunden los dígitos de modo reiterado al introducirlos. Pero este problema no es grave y puede solventarse de manera sencilla y efectiva, si se sigue una serie de recomendaciones, como se indica en las siguientes líneas.
Me he equivocado en la contraseña, ¿qué pasa?
Las prisas, el exceso de trabajo… Hay veces que, al sacar dinero de un cajero o teclear en el datáfono, se comete un error al introducir la contraseña. La primera vez no sucede nada, ya que hay más oportunidades (tres) para dar con el número exacto de la clave de acceso. Pero, aunque parezca increíble, a veces somos incapaces de recordar la contraseña, cometiendo el fallo tres veces. Agotados los intentos, por medidas de seguridad las claves quedan bloqueadas. Pero reactivarlas es sencillo y puede hacerse desde Internet o a través de la banca telefónica. Una vez reactivadas, se puede iniciar de nuevo el proceso de compra o la retirada de efectivo.
Agotados tres intentos, las claves quedan bloqueadas por medidas de seguridad
Lo mismo puede sucederles a quienes operen desde su ordenador y confundan sus números secretos. En este caso, el proceso es igual y basta con demandar la nueva contraseña de forma on line. De inmediato, a través de un correo electrónico, el banco repondrá los nuevos dígitos para operar con normalidad.
¿Cómo mantener a salvo la contraseña?
Otro aspecto bien diferente, y no de menor importancia, es salvaguardar y mantener la clave en un sitio seguro. No basta con memorizarla, porque puede que en cualquier momento se olvide y entonces surja el problema. La contraseña deberá estar en casa, en un lugar discreto pero localizable. Además, conviene que el sitio sea conocido por las personas cercanas (solo los muy allegados) y, si por cualquier circunstancia se olvida en un momento determinado, no habrá mayor problema para recuperarla, ya sean estas personas o el propio usuario.
Mayores problemas acarrea, aunque no excesivos, guardar la clave de las tarjetas de crédito y débito. ¿Cuáles son los métodos más seguros y a la vez efectivos?
Hay que escoger un número que no sea muy obvio: la fecha de nacimiento, aniversarios, número telefónico o de la dirección de la casa son opciones muy evidentes, por lo que no deben usarse. Conviene pensar en números que no estén relacionados directamente con el usuario en la actualidad, pero que sean fáciles de memorizar (el número que se tenía en el equipo del colegio, la fecha de la Primera Comunión…).
Conviene no escribirlo, pero si se tiene que hacer, debe apuntarse en clave o disimulado, como parte de un número de teléfono ficticio o escrito entre las páginas de un libro, etc.
No hay que tener nunca la misma contraseña para todas las tarjetas.
Perder la tarjeta, que la roben o no funcione son situaciones medianamente frecuentes entre los usuarios bancarios. Pero no hay que alarmarse en exceso, pues basta con bloquear el “plástico”. Por Internet o a través de una llamada telefónica se puede solventar el problema.
Lo peor de la situación es la incomodidad. Al hecho de pasar unos días sin tarjeta (pueden transcurrir entre cinco días y una semana hasta recibir la nueva), se unen las engorrosas gestiones que se deben realizar en caso de sustracción.