Llegan las vacaciones y, sobre todo, en los 100 últimos kilómetros de las rutas jacobeas (la distancia mínima que debe recorrer el peregrino para obtener la Compostela), el paisaje es muy distinto al del resto del año: abundan los carteles publicitarios, los folletos que se entregan hasta en medio de un bucólico robledal, las prisas por conseguir plaza en los albergues públicos, los caminantes irresponsables, que lo mismo arrojan basura como no respetan el descanso de sus compañeros de viaje… Un largo etcétera derivado de la masificación y de confundir el Camino de Santiago con un producto de turismo barato. Pero es posible conservar la esencia del Camino con una serie de acciones que el peregrino puede hacer suyas. A continuación, se desvela cuáles son.
Cifras de récord, pero sobre todo en los últimos 100 kilómetros
El Camino de Santiago continúa, año tras año, batiendo cifras récord. Según datos registrados por la Oficina del Peregrino, en enero y febrero de este año ya recibieron la Compostela 2.761 peregrinos. Este número es equiparable al de esos mismos meses durante el Año Santo de 2010, que finalizó con 272.000 peregrinos, la mayor cantidad desde que se recogen estadísticas. Sin embargo, la afluencia difiere mucho según el tramo o la ruta.
La localidad lucense de Sarria, en el Camino Francés, es elegida como punto de partida por casi una cuarta parte de los peregrinos
La localidad lucense de Sarria, en el Camino Francés, es elegida como punto de partida por cerca de una cuarta parte de los peregrinos, ya que de esta manera obtienen la Compostela al realizar la peregrinación exprés de los últimos 100 kilómetros. Constituye el tramo más masificado de todas las rutas y donde la peregrinación parece, por momentos, una romería que fomenta las malas prácticas de negocios y caminantes, lo que hace perder su pausa y significado.
Tras estos últimos kilómetros del Camino Francés se posicionan los del Camino Portugués y el Camino del Norte, que a su vez comparte sus dos últimas etapas con el Francés. En el otro extremo se encuentra el puerto oscense de Somport, en el tramo aragonés del Camino Francés que, al estar tan alejado de Santiago, solo fue punto de partida en 2014 para el 0,25% de los peregrinos.
El pasado diciembre de 2014, un foro organizado en Villafranca del Bierzo (León) por la Fraternidad Internacional del Camino de Santiago ya pidió a la Archidiócesis Compostelana la ampliación de los 100 kilómetros para la concesión de la Compostela, con el fin de recuperar la universalidad del Camino y revitalizar por igual todo el legado de itinerarios jacobeos.
Un 43% más de albergues en el Camino Francés que en 2011
Si en 2011 EROSKI CONSUMER registraba entre Roncesvalles y Santiago un total de 267 albergues, entre parroquiales, públicos y privados, en 2015 contabiliza 382 alojamientos de este tipo, un 43% más en solo cuatro años. Sin embargo, la afluencia en el Camino Francés, según estadísticas de la Oficina del Peregrino, ha aumentado este mismo periodo en un 23%, con lo cual toca a menos peregrinos por albergue. Si además se tiene en cuenta el incremento exponencial de otro tipo de alojamientos y la presencia cada vez mayor de agencias de viaje especializadas, se aprecia que parte de los negocios tienen que recurrir a prácticas poco éticas para destacar y llamar la atención sobre los caminantes.
Además de la competencia desleal, todo tipo de cartelería y mensajes inundan los lugares más hermosos del Camino, lo mismo en mitad de un bosque que junto a un arroyo. Mención aparte merecen los folletos publicitarios que algunos propietarios, saliendo al encuentro del peregrino, no dudan en entregar sin bajarse del vehículo, consiguiendo que el caminante visite cualquier albergue menos el suyo.
Por el bien del Camino no solo el peregrino debe tomar conciencia, también los dueños de los albergues deben iniciar un largo aprendizaje y entablar buenas relaciones entre sí para erradicar estas malas prácticas. Muchos de ellos ni siquiera han recorrido ni una parte de la ruta e inauguran un albergue por el simple hecho rentabilizar una inversión. Esto provoca que sean incapaces de prestar información de primera mano de las etapas y servicios o de asesorar de forma correcta a sus huéspedes.
Acciones que el peregrino puede llevar a cabo para conservar la salud del Camino de Santiago
Las rutas jacobeas hay que entenderlas como un todo, en el cual Santiago de Compostela significa una parte más y no es necesario alcanzar el sepulcro del Apóstol en la primera incursión. Si no se tienen días suficientes para llegar hasta Santiago, no hay que limitarse solo a recorrer los últimos 100 kilómetros. Es más conveniente comenzar más atrás y completar el Camino en varias salidas.
La red de itinerarios no se limita al Camino Francés. Hay más de una decena de rutas, recuperadas tiempo atrás y mantenidas por diferentes Asociaciones de Amigos del Camino de Santiago, que están perfectamente señalizadas y cuentan con una red de albergues más que suficiente.
La oferta de alojamientos es abundante y muchos admiten reservas previas, así que no hay que tener prisa por finalizar cada jornada solo para asegurar plaza en un albergue. El Camino de Santiago no es una pista de atletismo. Se puede hacer una pausa en medio del bosque, pararse a charlar con un paisano, adentrarse unos minutos en un pueblo pintoresco… En definitiva, es aconsejable vivir el Camino en plenitud y no obsesionarse con alcanzar el final de etapa a toda costa.
Hay que procurar viajar solo o en grupos muy reducidos, así se comparte la experiencia con un mayor número de peregrinos y no se pierde detalle de los paisajes y las gentes. La parte social y humana es la que más enriquece a cada persona que ha realizado el Camino.
Algunas personas viajan algunos kilómetros en coches de apoyo o cogen el autobús y luego, recurriendo a engaños, se alojan en los albergues públicos o parroquiales, destinados a quienes han recorrido el trayecto con sus propias fuerzas. Estas trampas no pueden admitirse y deben denunciarse siempre que sucedan.
Hay que ser consecuente en los gastos. No es de recibo que muchos peregrinos disfruten de alojamiento, cena y desayuno en los albergues de donativo y que, luego, no aporten ningún dinero para su mantenimiento, gastándolo sin control en artículos prescindibles, rondas y menús suculentos.
No hay que tirar basura en el Camino. Además, en determinadas fechas, algunas de las papeleras habilitadas en diferentes puntos se llenan y los desperdicios cubren los alrededores. Para evitarlo conviene llevar una bolsa vacía y depositar en ella todos los envoltorios, latas y restos de comida que se vayan acumulando durante la etapa.
Si la basura es un problema, no lo es menos el escenario de pintadas que pueden contemplarse en los sitios más insospechados. El Camino no es un lienzo donde dejar huella de nuestro paso. También lugares como la Cruz de Ferro, el Faro de Fisterra y muchos otros parecen mercados de segunda mano, repletos de amuletos diversos, zapatillas y ropas. Todo un atentado que no hace sino degradar un entorno ya de por sí castigado.
Hoy en día, la peregrinación no es algo impuesto, es una elección libre y, por ende, el peregrino debería ser consciente de que, además de derechos, tiene obligaciones. Nadie es más por hacer más o menos kilómetros. Hay que comportarse con educación, sin avasallar con urgencias a propietarios y hospitaleros voluntarios. Éstos últimos, como su nombre indica, prestan servicio de forma desinteresada, comprando y preparando los desayunos y la cena, limpiando las instalaciones, curando heridas, actuando de verdaderos psicólogos, etc.