Según una encuesta del Banco Central Europeo sobre la estructura de la propiedad en la zona del euro, el 36,2% de las familias españolas tiene, además de su casa habitual, otra residencia. Una segunda vivienda, casi siempre para ir de vacaciones o descansar, es una fuente de alegría y relax, pero también puede dar problemas que es posible evitar, si antes de adquirirla se tienen en cuenta una serie de cuestiones. En las siguientes líneas se indican algunas de ellas, como la necesidad de contar con los gastos de mantenimiento que conlleva el inmueble o su fiscalidad.
1. Tener claro que comprar casa es atarse a un lugar concreto
Antes de comprar una vivienda de vacaciones en la sierra o la playa, se debe estar convencido de que ese enclave gusta mucho y de que se quiere pasar en ese lugar la mayor parte del tiempo libre. Hay que tener muy presente que no es igual estar en un sitio una semana durante el verano, que repetir cada fin de semana, puente o veraneo en el mismo emplazamiento.
2. Comprobar el estado de la vivienda
Si la casa de campo, del pueblo o la playa que se quiere adquirir es de obra nueva, hay que cerciorarse de que todo es legal, asegurarse de que los materiales son los que se indican en la memoria… En definitiva, controlar lo más posible todo para no encontrarse después con desagradables sorpresas.
Si la decisión pasa por hacerse con un chalé o apartamento de segunda mano, se tiene que comprobar el estado del sistema eléctrico, de las tuberías, humedades, suelos, cocina, si cuenta con salidas para conectar televisión, Internet, etc. ¡No se puede dejar nada al azar! Aunque no se pasen más que unos meses al año, se trata de estar lo más cómodos posible. Además, si se hace una inversión de esta envergadura, hay que asegurarse de que no habrá problemas después.
3. Hacer números y ajustar el precio
No se debe comprar en temporada alta, pues los precios suben antes y durante el verano. Se tiene que calcular si el coste de la casa se adapta a las posibilidades económicas de la persona. ¡Es sencillo! Solo hay que multiplicar por cuatro los ingresos brutos anuales. Ningún particular ni ninguna familia debería destinar los ingresos de más de cuatro años a pagar una vivienda. También se debe contar con los impuestos, el seguro del hogar…, gastos que, a veces, se subestiman, pero que deben siempre considerarse con antelación.
Si el inmueble presenta algún defecto o se tiene algo que ofrecer (seguridad, una buena entrada…), hay que intentar negociar para bajar el precio lo más posible hasta ajustarlo a la conveniencia personal.
4. Intentar comprar en una zona bien situada y que se conozca
Si se adquiere una casa para disfrutar del campo o la playa los fines de semana, y media ciudad piensa en lo mismo, al final ni el viernes ni el domingo se podrá descansar. Conviene escoger una zona que guste pero a la que se pueda llegar con facilidad, sin tener que pasar horas en un atasco. Además, conviene que no esté demasiado aislada, que sea fácil poder acceder a ella y, si es posible, con servicios (médicos, supermercados, etc.) no muy lejanos.
Antes de comprar una vivienda es recomendable saber si durante los meses de temporada baja hay vecinos. Si es así, es una buena noticia, ya que es mucho más segura una zona habitada durante todo el año que un «barrio fantasma» que solo se llena en los meses de verano.
5. Contar con los gastos de mantenimiento
Adquirir una segunda residencia lleva aparejados muchos gastos que conviene sopesar. El precio de la casa de la playa o el chalé de la montaña no solo es la hipoteca. Hay que pagar cada mes el recibo de la comunidad, los suministros (luz, agua, gas, etc.), los gastos de piscina o conservación del jardín, el IBI, otros impuestos… ¡Y todo para utilizarla unas semanas al año! Es muy importante tenerlo en cuenta antes de decidirse a comprar una segunda vivienda.
6. Intentar sacarle rendimiento si no se utilizará mucho
Adquirir una casa en una zona de playa buena garantiza su valor y también que se pueda alquilarla si un día se decide rentabilizarla.
Si se compra con la idea de no atarse al lugar, sino de usar la vivienda unos días o semanas y alquilarla el resto del verano o del año, se debe prestar mucha atención a los servicios que tiene alrededor. Para que resulte cómoda a los potenciales inquilinos, se debe tener un aparcamiento accesible, supermercados próximos, servicio médico eficaz y cerca, contar con una alarma u otras medidas de seguridad, buenas conexiones y una oferta de ocio más que aceptable.
Desde este año el hecho de tener una vivienda distinta de la habitual implica, a efectos fiscales, sufrir una imputación de renta en el IRPF.
La renta que se declara equivale al 2% del valor catastral del inmueble, o del 1,1% si el valor catastral ha sido revisado después del 1 de enero de 1994. Si la casa no tiene valor catastral, la imputación será con carácter general el 1,1% del 50% del precio de adquisición del bien.