La basura generada como consumidores en las ciudades es un problema para el medio ambiente, la salud y la economía que va en aumento. La toma de conciencia es el primer paso para reducir la producción de residuos y asumir diversas pautas con el objetivo de llegar al residuo cero. Este artículo ofrece consejos para disminuir la basura generada, ser más ecológicos y, de paso, ahorrar dinero.
Ser conscientes del problema
La generación mundial de basura en las ciudades será el doble que la actual en 2025 y más del triple en 2100. Así lo señalaba una artículo de la revista Nature que destacaba que se trata del contaminante ambiental más rápido en formarse. En 2000, los 2.900 millones de residentes urbanos producían más de tres millones de toneladas. Hacia 2025, esta última cifra se duplicará, una cantidad suficiente «para hacer una fila india de camiones de basura de 5.000 kilómetros de largo cada día», ejemplificaba el estudio. La generación de basura urbana, subrayaban los científicos, tiene unos costes ambientales y económicos «significativos» y, por tanto, su incremento tendrá unas consecuencias aún mayores.
Decir basta al usar y tirar
La generación mundial de basura en las ciudades será el doble que la actual en 2025El «usar y tirar» se ha vuelto común entre los consumidores y, por ello, una pesadilla ambiental que origina toneladas de residuos. Salvo para cuestiones puntuales y realmente necesarias, este hábito se debería sustituir por la reutilización de envases y productos. Al alargar su vida útil, se consigue una reducción de residuos y un ahorro para el bolsillo. Las formas de lograrlo son muy diversas: bolsas de tela -y no de plástico de un solo uso-, envases reutilizables para conservar alimentos o comprar a granel, botellas de vidrio para guardar y servir el agua, jarras de agua en restaurantes en lugar de la embotellada, trapos de tela en vez de papel de cocina, baterías recargables, etc.
Reciclar y compostar
Separar los diferentes residuos más habituales para reciclarlos en los distintos contenedores supone un pequeño esfuerzo, pero ofrece grandes beneficios: evita llenar los vertederos y la extracción de nuevas materias primas, reduce el consumo de energía y la emisión de gases de efecto invernadero, causantes del cambio climático, y permite crear nuevos productos de manera más económica y ecológica.
El compostaje es un tipo de reciclaje menos conocido pero muy útil, que transforma la basura orgánica en un material capaz de enriquecer plantas y cosechas o de luchar contra la contaminación. Un sencillo contenedor, unos cuantos consejos y un poco de paciencia son suficientes para conseguirlo en casa.
Aprovechar bien los alimentos
Un tercio de la producción alimentaria mundial para consumo humano, más de 1.000 millones de toneladas, se pierde o se desecha, con un coste de más de 550.000 millones de euros, según la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Diversas medidas pueden reducir el desperdicio de alimentos y su impacto en el medio ambiente: organizar bien las compras o programar el consumo de alimentos para que no se estropeen; mejorar la cadena productiva; apoyar a los productores locales para que logren una gestión sostenible; no fijar como prioridad la apariencia de los alimentos; reducir los modelos de consumo que incitan al derroche, como los restaurantes de bufé libre, etc.
Cuidar y arreglar los bienes
Los bienes de consumo en la actualidad parecen más bien «males», a juzgar por la creciente rapidez con la que nos deshacemos de ellos. La obsolescencia, ya sea programada o acelerada por un ritmo de consumo en aumento, conlleva la generación de grandes cantidades de basura con productos que muchas veces podrían seguir en funcionamiento. Los ciudadanos pueden cuidar los productos y arreglarlos para que tengan una vida útil mayor. Cada vez más gente se anima a ello e incluso se organizan para conseguirlo, como los movimientos «maker» o «fixer».
Compartir e intercambiar
Si tengo un taladro y lo utilizo muy poco, ¿por qué no compartirlo o intercambiarlo con otras personas? Este ejemplo yace sobre la base del consumo colaborativo, que propugna compartir, reutilizar y redistribuir los productos, en vez de comprarlos para uso exclusivo. Los ciudadanos ahorran dinero y, de paso, hacen un empleo más sostenible y eficiente de los recursos. El listado de iniciativas es cada vez mayor en una tendencia que parece imparable.
Reclamar y apoyar políticas sostenibles
Los consumidores son la base, pero para lograr el éxito en la reducción de residuos, el resto de actores sociales, instituciones y empresas también deben implicarse. Las personas pueden reclamar a sus representantes políticos que pongan en marcha más y mejores iniciativas, como el objetivo de lograr ciudades de «basura cero» o la implantación de medidas para una economía circular. Si las compañías ven que sus clientes demandan más productos sostenibles, aplicarán políticas de fabricación más ecológicas, como con el uso del «ecodiseño».
Sigue el canal de Medio Ambiente en Twitter @E_CONSUMERma y a su autor @ecienciacom.