Ser madre o padre es algo que se aprende. Pero esta relevante tarea no está exenta de dificultades y dudas, y también de equivocaciones frecuentes que cuando se educa a un niño o niña es conveniente conocer para procurar remediar o no repetir. A continuación se reseñan algunos de los errores más habituales cuando tratamos de criar un hijo: la falta de normas claras, disparidad de opiniones entre los progenitores, la sobreprotección y el consentimiento excesivo, la comparación con sus hermanos u otros niños y los malos ejemplos. También se aportan consejos para cada uno de ellos.
Errores frecuentes cuando se cría a un niño o niña
No existen cursos ni escuelas definitivas en las que enseñar a ser madre o padre del niño que se cría. Y por muchos consejos que se den, cada persona aprende a serlo con su propia experiencia. Por eso, el miedo de los padres a equivocarse suele estar muy presente. Pero todos cometemos errores. Lo importante es estar atentos para tratar de que sean los menos posibles y detectarlos a tiempo para poder corregirlos.
A continuación se enumeran algunos de los errores más frecuentes cuando se educa a un menor, y algunos consejos para resolverlos.
1. Falta de normas claras
Un error frecuente cuando se cría a un niño es imponer normas sin explicar sus motivos o sin ofrecer una explicación clara
Las normas son fundamentales tanto para la vida en sociedad, como para la convivencia con los hijos dentro de un hogar. En ocasiones, los progenitores no tienen claras ni siquiera las normas mínimas e improvisan sobre la marcha. Como consecuencia, a medida que pasa el tiempo, aparecen vacíos y contradicciones que el pequeño recibe como una oportunidad para hacer cosas que no debería.
«Debe haber normas claras y sencillas para que los niños sepan hacia dónde van», destaca el pediatra Santiago García-Tornel, en cuya vasta experiencia del trabajo con hijos y padres se cuenta el haber dirigido el Servicio de Pediatría del Hospital San Joan de Déu, de Barcelona. «Las normas ayudan a la convivencia entre padres e hijos: para comer, para dormir, para ir a la escuela«, añade este especialista.
Por su parte, la guía ‘¿Quién te quiere a ti? ‘, publicada por el Ministerio de Sanidad y la ONG Save the Children, también dedica un buen espacio a esta cuestión. «Todos los miembros de la familia deben tener claro que las normas se establecen porque son útiles para la convivencia familiar», dicen estos expertos. Esto debe incluir labores como ayudar en las tareas de la casa, no estropear los muebles, pero también normas más individuales, como respetar la hora de aseo e ir a la cama o hacer los deberes.
«Las normas para los niños deben tener un motivo e ir acompañadas de una explicación clara, tanto para el adulto, como para el pequeño», añade este manual. Por ello, es importante utilizar un lenguaje sencillo con los menores, adaptado a su edad. Es necesario asegurarse de que comprenden tanto la norma (qué hay o qué no hay que hacer) como su porqué.
2. Disparidad de opiniones entre padre y madre
Más allá de las enseñanzas que se inculquen a un niño, su mayor fuente de aprendizaje es el ejemplo de su padre y madre
Las contradicciones o falta de criterios unificados entre el padre y la madre es otro de los rasgos más peligrosos cuando se educa a los hijos. No solo porque, de esa manera, los adultos se desautorizan entre sí y se pierden las referencias y normas claras, sino porque además generan la sensación de que las medidas son arbitrarias. Con el tiempo los niños aprenden a utilizar esas diferencias a su favor.
Si en algún momento no se tiene clara la respuesta, no se debe decir al niño «pregúntaselo a tu madre» o frases por el estilo. Frases como «lo hablaremos y te daremos una respuesta» son más eficaces. De este modo se evita la sensación de que uno de ellos tiene más autoridad que el otro o de un cierto desconcierto.
3. Sobreproteger y consentir
Las buenas intenciones de madres y padres a veces tienen consecuencias negativas. La sobreprotección es una de las más frecuentes: en su afán por evitar que sus hijos sufran, les impiden hacer el camino que deben recorrer para aprender a vivir. Esto tiene como principal efecto, a corto plazo, hacer del pequeño un niño consentido: demandante, egoísta, caprichoso, envidioso y con baja tolerancia a la frustración. Todas estas situaciones harán que el pequeño termine pasándolo mal, es decir, justo lo contrario a los deseos de sus progenitores.
Los frutos negativos de la sobreprotección de los niños también pueden aparecer muchos años después. Distintos trabajos, como el desarrollado en el manual ‘Parental overprotection: a risk factor in psychosocial development‘ de Gordon Parker (Grune & Stratton, 1983) sostienen que distintos problemas psicológicos -como la depresión infantil, ansiedad, esquizofrenia o trastorno obsesivo compulsivo- son más habituales en personas adultas que en su niñez han sido sobreprotegidas.
4. Comparar con hermanos u otros niños
Cada pequeño es diferente y, por lo tanto, la relación de los padres no es la misma con cada uno de ellos. Hay incluso investigaciones científicas que llegan a la conclusión de que la mayoría de los padres y madres tienen un hijo favorito.
El caso es que no se debe caer en el error de comparar a un niño con sus hermanos o con otros pequeños. Frases como «aprende de tu hermano» o «por qué no serás como (otro menor)» son muy perjudiciales y solo generan disminución de la autoestima del niño, envidias y celos.
5. Los malos ejemplos
Esto es tan básico como, en muchos casos, difícil de evitar. Más allá de todos los consejos y enseñanzas que se pretenda inculcar a un hijo, su mayor fuente de aprendizaje es el ejemplo de sus mayores. Si su padre le repite cien veces que no debe cruzar un semáforo en rojo y luego lo hace él mismo a la vista del niño, se desautorizará a sí mismo y generará confusión en el pequeño. Y estos dobles mensajes son los más difíciles de deshacer.