La cuna es un >mueble imprescindible para el descanso y el sueño del bebé. Se debe procurar que cumpla con una serie de pautas que garanticen tanto la confortabilidad como la seguridad del pequeño, quien, en sus primeros meses de vida, pasará allí muchas horas al día. Este artículo detalla algunas características esenciales de la cuna del niño, cuáles son sus medidas recomendadas y qué cuidados se deben tener en relación con el colchón, las almohadas y los juguetes. También ofrece algunas indicaciones acerca de dónde se aconseja colocarla.
La cuna del bebé, características esenciales
La cuna es un mueble muy simple, en el cual a menudo no se piensa demasiado, ya que todas las cunas parecen más o menos iguales. Sin embargo, hay algunos detalles que es importante tener en cuenta para asegurar tanto la comodidad como la seguridad del bebé en un sitio en el cual, durante sus primeros meses de vida, pasará muchas horas cada día.
Según explica la Asociación Española de Pediatría (AEP) en su ‘Guía Práctica para Padres‘, la cuna debe ser «amplia y confortable, homologada, estable, con formas lisas o redondeadas que garanticen la seguridad». Como la mayoría de las cunas son de madera, el cuidado se debe centrar; por un lado, en que su terminación carezca de astillas, clavos, tornillos y otras piezas salientes con las que el niño pudiera hacerse daño; y, por el otro, hay que evitar barnices, pinturas o decoraciones que puedan resultar tóxicos o nocivos para el bebé.
Medidas de la cuna del bebé
El documento también ofrece precisiones en cuanto a las medidas recomendadas para el lugar de descanso del niño. La altura interna, es decir, la medida desde el punto más profundo hasta el más alto de la barandilla, debe ser de al menos 60 centímetros. Entre el punto menos profundo y el límite superior, la distancia mínima requerida es de 30 centímetros.
Por lo general, las cunas tienen barrotes. La separación entre los barrotes es de vital importancia, ya que si es demasiado pequeña, el bebé podría introducir allí alguna parte de su cuerpo y quedar atrapado, mientras que si es demasiado grande, podría pasar todo su cuerpo y caer por allí. La AEP indica que el espacio entre ellos debe medir entre 4,5 y 6,6 centímetros.
Incluso una cuestión que puede pasar inadvertida, como el hueco que queda entre el colchón y los bordes de la cuna, está regulada: no deben quedar más de dos centímetros de espacio a cada lado. Esa distancia, que para un adulto es muy poca, representa mucho más para un recién nacido.
Colchones, almohadas y juguetes
El colchón del bebé tiene que ser lo bastante duro para evitar que pudiera hundir su cara en él, con el consiguiente riesgo de asfixia. También se sugiere que sea resistente y transpirable, es decir, que permita que el aire circule por su interior. Lo más apropiado es que sea de muelles, látex o viscoelástico. Y, según la AEP, «sería conveniente introducir el colchón en una funda con cremallera y un protector», que además pueden ser antiácaros e hipoalergénicos.
Por otro lado, al menos hasta los dos años de edad, en la cuna no debe haber almohadas, cojines ni otros objetos blandos, ya que son un factor de riesgo de asfixia para el bebé. Y el de asfixia no es el único peligro. También la muerte súbita del lactante, cuyas causas los científicos hasta ahora no han logrado esclarecer, es más probable cuando el niño duerme con almohadones u otros objetos blandos en la cuna. Si se considera que necesita dormir con la cabeza algo más elevada que el resto del cuerpo, se puede colocar una toalla plegada debajo del colchón. A partir de los dos años, se pueden incorporar almohadas pequeñas, que se ajusten a las medidas de su cuerpo.
Con respecto a los juguetes y otros objetos, se debe procurar que siempre queden fuera de la cuna, salvo cuando uno de ellos se convierta en el objeto transicional del niño, caso en el cual hay que asegurarse de que no represente ningún peligro. Si se ha de poner algún juguete móvil sobre la cuna, es fundamental que quede fuera del alcance del bebé y tomar todas las previsiones de seguridad para reducir al mínimo las posibilidades de que se caiga. Y también hay que evitar las cintas atadas a la cuna, ya que representan un importante peligro de asfixia para los pequeños.
La cuna se debe colocar en una esquina o rincón de la habitación. Lo más importante es que no esté cerca de fuentes de calor o frío excesivos, ni tampoco de corrientes de aire. También se debe poner especial atención para que ni cuadros, ni estanterías, ni ningún otro elemento que pudiera caer por accidente quede encima de este mueble infantil.
Los expertos de la AEP también recomiendan que, durante los primeros 4 o 5 meses de vida, la cuna esté cerca de sus padres, pero separada de donde ellos duermen. Diferente es cuando se decide practicar el colecho: el pequeño no estará separado de sus padres pero, claro está, tampoco usará la cuna.
Otro consejo de los pediatras es que el niño se acostumbre desde bien bebé a que “la noche es para dormir” y, por lo tanto, a dormirse solo en la cuna, y no en los brazos de su madre o su padre.