Niños de alta demanda, ¿qué es?
La SENEP es tajante en este asunto. «El concepto ‘niños de alta demanda’ es un concepto inventado que no responde a ninguna entidad clínica«. De hecho, no está recogido en ningún manual diagnóstico del ámbito clínico y educativo, como son el DSM-5 (Manual de diagnóstico de enfermedades mentales 5) o la CIE10 (Clasificación Internacional de Enfermedades 10).
En este sentido, el uso de denominaciones pseudocientíficas para las conductas de los niños «solo contribuye a patologizar la infancia, generando ansiedad y preocupación en los padres o, por el contrario, ayudando a justificar situaciones que merecen un abordaje educativo o conductual«, explican los coordinadores del grupo de trabajo de trastornos del neurodesarrollo de la SENEP.
El profesor Valentín Martínez Otero, doctor en psicología y pedagogía de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), afirma que este tipo de expresiones novedosas se difunden porque responde a lo que algunos padres o terapeutas consideran que experimenta un menor. Con esta expresión tratan de encasillar a niños más activos de lo normal, más temperamentales, con más propensión a las rabietas, absorbentes e intensos, y que en determinados contextos pueden ocultar algún trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), que sí requiere de un diagnóstico y tratamiento.
¿Hay niños con alta demanda?
«Todo niño es de alta demanda, es obvio, pero hay que recordarlo». Según Valentín Martínez Otero, desde que nacen, las personas requieren una atención suficiente y personalizada con arreglo a su singularidad. Si el niño o la niña es muy temperamental, tiene berrinches y es muy activo, hay que dedicarle más tiempo y tener con él un mayor tacto para no reforzar esos excesos infantiles y encauzar su temperamento para lograr un equilibrio saludable.
«Es un proceso lento, que no llega de un día para otro, y que requiere mucho tacto educativo, tiempo, y contar con el apoyo del profesorado para ver cómo evoluciona. El problema es que en esta tarea muchos padres o docentes acaban tirando la toalla por el desgaste que genera y la sobresaturación del día a día», reconoce.
Para atender bien a todo niño, Martínez Otero insiste en que progenitores y educadores deben tener en cuenta «el potencial intelectual y personal, las limitaciones, los intereses que van aflorando a medida que va creciendo, las aptitudes más o menos nítidas y la situación y circunstancias concretas con sus aficiones y gustos».
Hay que evitar reforzar los caprichos del menor, aunque si realmente las necesidades de atención son consistentes, deben cubrirse. En el caso de que no se alivien, el especialista advierte que pasarán factura en el futuro. «Si hay una necesidad emocional, de falta de cariño, de contacto y dialogo, dejará una huella y puede afectar al desarrollo y personalidad del menor», asegura.
¿Cuáles son las necesidades de los niños?
En la sociedad actual se precisa de más tiempo de calidad, de atención y disfrute con los niños. Es algo que llevan años indicando los expertos. No obstante, las necesidades de la infancia dependen de la edad. Cuanto más pequeños, como es natural, más necesidades que giran en torno a su cuidado personal tienen. Se podrían clasificar en dos tipos:
- Necesidades fisiológicas: alimentación, seguridad, sueño y vigilia —descansar suficientemente, que en los últimos años se está viendo menoscabado por el uso abusivo de las pantallas— y desarrollo corporal saludable.
- Necesidades psicológicas: a nivel intelectual, emocional y social.
¿Por qué algunos niños son muy inquietos?
Dentro del desarrollo evolutivo de cualquier niño hay inquietudes que generan que un menor sea más activo en el plano motor o cerebral. Esas inquietudes aparecen en cualquier momento de su desarrollo.
Para Macarena Zamorano, doctora en Psicología y profesora asociada del Departamento de Investigación y Psicología en Educación de la UCM, la sociedad actual activa a los menores a través de dispositivos y recursos tecnológicos tanto en las aulas como en casa, y se les pretende dirigir «como si fueran un aparato, al que se le da al off y tiene que parar, sentarse, callarse, relajarse y prestar atención», sin darles herramientas o enseñarles a estar calmados.
Al no quemar toda esa energía de manera física, en los niños más activos se pondera el movimiento, la actividad, las rabietas y su carácter temperamental, pero eso no quiere decir que tengan una alteración del neurodesarrollo o que requieran una alta demanda. Según Zamorano, el sedentarismo de la sociedad actual, el uso abusivo de las tecnologías y la «inmediatez» que generan las redes sociales y las plataformas digitales que permiten contar con las cosas en el momento están provocando una generación con mayor «nerviosismo».
Esta tendencia, que se ha acentuado con la pandemia y las restricciones marcadas durante los dos últimos años, requiere de un ajuste y regulación de las necesidades de los menores. Por ello hay que enseñarles, con estrategias, a controlar sus emociones y nerviosismo.
¿Cómo tratar a un niño muy demandante?
La doctora en Psicología Macarena Zamorano ofrece siete consejos para tratar a un niño inquieto y muy demandante:
- 1. Actividad físico-deportiva. Si es un niño con mucha energía, es necesario ofrecerle alguna actividad extraescolar de carácter deportivo para encauzar de manera positiva esa energía de más. Practicar un deporte, además, les proporciona un aprendizaje en cuanto a normas y reglas del juego, le permite entrenar sus habilidades sociales y el trabajo en equipo. «Todo es un proceso de aprendizaje; aprendemos a jugar en grupo, relacionarnos, acercarnos a un grupo y decir ‘¿puedo jugar?’. Si eso no se entrena en la etapa infantil, aparecerán más carencias en etapas superiores», explica Zamorano.
- 2. Límites y normas. Es necesario fijar unos límites muy claros y sin imposiciones. A medida que va creciendo, estos límites deben consensuarse entre el menor y los progenitores. Zamorano recomienda ir marcado unas pautas de forma paulatina hasta conseguir una conducta deseada que lime su excesivo movimiento. Por ejemplo, pautas como no levantarse de la mesa cuando se está comiendo, dejar salir a los demás antes de entrar a un sitio o recoger los juguetes.
- 3. Diálogo.
- 4. Cariño y amor, aunque parezca obvio.
- 5. Gestión y control emocional. Los niños necesitan comprender y expresar qué sienten, y saber qué es lo que les provoca ese sentimiento, esa rabia descontrolada, tristeza o euforia. «Hay muchos niños que manifiestan conductas desajustadas y es porque no saben expresar qué les molesta. Al no saber expresar de forma verbal lo que sienten, acaban haciéndolo con un empujón», describe Zamorano.
- 6. Acompañamiento sin sobreproteger. Tener personas de referencia a las que acudir en caso de necesitarlo, pero que no ejerzan esa sobreprotección que impide el desarrollo del menor como persona segura y madura.
- 7. Evitar recompensas. Las recompensas tienen que estar bien ganadas y bien reconocidas. A veces un elogio es mejor que cualquier recompensa material. Es más gratificante.