El rododendro es un arbusto de hoja perenne que, según la variedad escogida, puede llegar a sobrepasar los tres metros de altura, pero que cultivado en maceta apenas alcanza el metro de altura. Por este motivo puede ubicarse en una zona del jardín cercana a la casa para poder disfrutar de sus flores, e incluso cultivarlo en un balcón o terraza. No obstante, también puede emplearse para bordear los extremos del jardín y proteger su interior frente al viento y las miradas indiscretas.
Es un ejemplar que requiere que estemos muy pendientes de su riego, porque no es conveniente que su sustrato se seque ni se encharque. Lo mejor que podemos hacer es regar una vez a la semana con agua blanda, a ser posible.
Hay que tener en cuenta que no admite encharcamientos, por lo tanto es recomendable que no pasarse con el riego, ya que siempre es más sencillo solucionar un defecto de riego, regando más, que aumentar el drenaje de la tierra, pinchándola o bien extrayendo la planta con su cepellón del suelo o maceta y utilizando papel absorbente de cocina para retirar el exceso de agua.
A mediados de primavera se puede comenzar a abonar el ejemplar. Es muy recomendable el empleo de abonos de larga duración esparcidos sobre el sustrato, aunque para que hagan efecto de una manera más eficaz este tipo de productos requieren que se moje la tierra antes y después de aplicarlos.
No hay que olvidar que los abonos no son productos fitosanitarios que ataquen a las posibles plagas, esto supone que habrá que continuar vigilando si existe presencia de insectos y aplicarles, si es preciso, un insecticida sistémico específico en el caso de que el ejemplar sea atacado.
Los rododendros gustan de ubicaciones en semisombra y protegidas del viento para poder crecer sin problemas, aunque si el calor no resulta excesivo también se les puede buscar emplazamientos más soleados.