Una buena opción para proteger la entrada de la casa frente a intrusos consiste en la colocación de una puerta metálica en el portal. Sin embargo, el metal tiene el inconveniente de que con el paso del tiempo su aspecto exterior puede llegar a resentirse.
Es poco probable que la puerta llegue a oxidarse, porque suelen venir convenientemente tratadas de fábrica con un producto anticorrosión, pero sí que es probable que se salte la pintura debido a golpes o ralladuras.
Cuando esto suceda no quedará más remedio que volverle a aplicar una nueva mano de pintura. Lo primero que habremos de hacer es decapar o retirar la antigua pintura empleando algún producto decapante específico para superficies de metal o una lijadora eléctrica; a mano también es posible realizar la tarea pero tardaríamos muchísimo más. Si aprecia que hay señales de corrosión deberá retirarlas también con la lijadora, y si alguna parte de la puerta se mueve o desplaza deberá reforzarla con una soldadura.
Una vez hayamos retirado la antigua pintura procederemos a aplicar una mano de un producto antioxidante a la puerta y la pintaremos de un color que contraste con la fachada del edificio o bien que haga juego con ella. El negro, el rojo y el blanco suelen ser los colores más empleados para este tipo de superficies.