Durante el invierno, las heladas y los fríos extremos a menudo imposibilitan los cultivos. Sin embargo, existen algunos recursos que permiten llevarlos adelante pese a los contratiempos meteorológicos. Además de los invernaderos, es posible hacerlo por medio de camas calientes, unas estructuras que mantienen el calor y pueden estar alimentadas por electricidad o con recursos naturales. Este artículo describe los tipos de camas calientes que hay, las ventajas e inconvenientes de cada uno y los requisitos para su realización y uso.
Tipos de camas calientes
Se llama cama caliente a una estructura que sirve para proteger a las plantas y semillas de las bajas temperaturas y posibilita cultivarlas aún en las épocas más duras del año. En general, es una especie de cajón de madera sobre el cual se coloca un cobertor de vidrio o de plástico, que permite crear una especie de pequeño invernadero.
El plástico o cristal que cubre la cama caliente se debe retirar durante un rato cada día para permitir que el conjunto se ventile bien
El principal objetivo de la cama caliente es, como su nombre indica, evitar que el frío del ambiente o el del suelo impidan el desarrollo de los ejemplares. Existen dos maneras de construirla: una artificial y una natural. La artificial requiere poner una almohadilla eléctrica en la parte inferior de la estructura, mientras que la natural implica la colocación de una base de estiércol para garantizar una buena temperatura.
La superficie de la estructura puede variar, en función del espacio disponible y del número de ejemplares que se deseen plantar. La altura, por su parte, depende del tipo de sistema que se emplee para dar calor. Si es artificial, no hace falta más que la necesaria para incluir la almohadilla eléctrica, pero en el caso de que sea natural, hay que tener en cuenta que la altura sugerida para la capa de estiércol es de entre 50 y 60 centímetros.
Requisitos para la realización y el uso de las camas calientes
El estiércol se debe dejar fermentar durante varios días en el interior de la estructura. Después de unas dos semanas, su propia descomposición hará subir su temperatura interior hasta unos 60 o 70 ºC, pero después esta comenzará a descender. Una semana después se hallará a unos 25 ºC, que es la recomendable para llevar a cabo la plantación. En ese momento, es necesario colocar sobre el estiércol una capa de mantillo, que es donde se han de poner las plántulas o las semillas, según el tipo de cultivo del que se trate.
Si se está ante una cama caliente artificial, se puede realizar en un espacio interior. En este caso, será necesario compensar la carencia de luz natural con la instalación de una luz de cultivo a unos 10 centímetros por encima de la superficie, la cual debe permanecer encendida durante unas 12 o 14 horas diarias. Si la lámpara que se coloca es halógena, debe hacerse a más distancia (entre 30 y 50 centímetros), ya que emite mucho calor y podría quemar las plantas.
La menor necesidad de espacio y la mayor facilidad de su instalación son indudables ventajas de las camas calientes artificiales. A cambio, las de estiércol no consumen electricidad, sino que aprovechan un recurso natural y, por lo tanto, permiten ahorrar dinero y son más sostenibles. Además, se evitan las dificultades y los riesgos que entraña una conexión eléctrica si se encuentra en el exterior.
Además, si se utiliza un sistema eléctrico, es importante controlar la temperatura interna del conjunto. Si la temperatura ambiente no es muy baja, podría ocurrir que el pequeño invernadero se calentara demasiado y las plantas o semillas resultaran dañadas. Este riesgo no existe con las camas calientes naturales, aunque en cualquier caso es importante quitar la tapa de plástico o cristal durante un rato todos los días, para asegurar una buena ventilación.