Para que las plantas crezcan sanas y vigorosas, es fundamental abonarlas. Un ejemplar bien alimentado tiene más probabilidades de resistir los ataques de parásitos y enfermedades, y de que su ciclo de vida sea mayor. Sin embargo, a menudo se consigue el efecto contrario al deseado. Un exceso en las dosis recomendadas del producto, aportes demasiados frecuentes o la elección de un abono inadecuado son los responsables de causar quemaduras en el follaje del ejemplar, e incluso, detener su crecimiento. Para evitar esta situación, es elemental abonar la planta en el momento adecuado. La fertilización debe ser más intensa entre los meses de abril y mediados de agosto, y nula durante el invierno.
Cuándo abonar
La frecuencia de los aportes la determina, en gran medida, el tipo de producto que se utiliza. Debido a la concentración de abono, los bastoncillos con fertilizante, los de tipo granulado o los líquidos no requieren el mismo número de aplicaciones.
Cualquiera de ellos debe aplicarse en el momento oportuno. Desde comienzos del mes de abril hasta mediados de agosto, se sucede el periodo más favorable para fertilizar una planta de interior. También es posible retomar los aportes de nuevo en septiembre y disminuirlos de forma progresiva hasta detenerse por completo durante la estación invernal.
Cuando un ejemplar necesita abono su crecimiento se ralentiza y en ocasiones, se detiene
Para garantizar su crecimiento, el abono es una tarea que debe realizarse de forma habitual. A menudo, es la propia planta la encargada de evidenciar la necesidad de nutrirse. Cuando un ejemplar está necesitado su crecimiento se ralentiza y en ocasiones, se detiene. Otro de los síntomas es la decoloración de los elementos del ejemplar: el follaje y las flores adoptan un tono amarillento muy pálido.
Precauciones
Cada clase de abono se suministra de una forma diferente. En cada caso, es recomendable seguir ciertas precauciones. Los líquidos se han de suministrar siempre sobre sustratos húmedos para evitar que las raíces absorban un exceso de sales minerales. Del mismo modo, el abono debe diluirse en agua para rebajar su concentración y para que no haya riesgo de quemaduras en la planta.
Los de tipo granulado se extienden de forma regular por todo el sustrato, sin superar las dosis recomendadas por el fabricante. Es posible cubrir con tierra los gránulos para asegurar que el abono penetra en el sustrato. Los bastoncillos de fertilizantes se plantan en postura vertical. Se distribuyen por el contorno de la maceta -separados los unos de los otros por 10 ó 15 cm- pero, nunca en medio del sustrato. De lo contrario, es probable que el producto entre en contacto directo con las raíces del ejemplar.
Para una correcta aplicación, los abonos foliares, que se pulverizan sobre la planta, deben suministrarse también por debajo del follaje para que penetre por los poros del ejemplar. No convienen excederse. El abono no debe chorrear por las hojas de la planta. Es un tipo de producto con una eficacia inmediata. No obstante, no está indicado para las plantas con follaje aterciopelado o con un grosor muy fino.
La gama de abonos es amplia. Los productos no sólo se distinguen entre ellos por la forma en la que se suministren, sino que además se clasifican según la composición que tengan y el tipo de planta al que estén destinados. Los abonos universales son productos equilibrados. Cada elemento que los compone está en idéntica proporción. Son apropiados para el mantenimiento básico de las plantas.
Los genéricos, se dividen entre abonos para plantas verdes y ejemplares con flor. Los primeros, estimular el crecimiento de los tallos y las hojas, mientras que los segundos potencian la floración. Hay abonos especializados para grupos de plantas concretos: para ejemplares con frutos, palmeras, bonsáis, orquídeas…