Durante el verano la actividad principal en jardinería se encuentra sin duda en el exterior, es decir en los bancales y en el cuidado del césped. Donde decrecen notablemente las tareas es en el invernadero. Esta disminución de la labor no significa que no haya cosas que hacer, porque hay cuestiones que se deben cuidar, especialmente las que se apuntan a continuación:
–En cualquier invernadero es fundamental mantener una temperatura constante, algo que es difícil de lograr cuando con respecto al exterior hay muchos grados de diferencia. Para que no aumente la temperatura interior y esto cause algún daño a las plantas, conviene ventilar el espacio al menos una vez al día, en las horas más frescas (el amanecer o el atardecer).
–La sequedad propia de la estación estival genera una disminución de la humedad ambiental, que en el invernadero hay que asegurar y aumentar a toda costa, pulverizando las hojas de los ejemplares siempre y cuando no lleguen a ellos los rayos solares, porque el efecto lupa del agua puede hacer que las plantas se quemen.
Es recomendable realizar estas tareas a primeras o últimas horas del día, cuando los rayos solares incidan sobre sus ejemplares con menor intensidad. Otra opción consiste en colocar baldes llenos de agua, que se evaporará, condensará en el invernadero y regará sus ejemplares.
La entrada de luz constante y directa puede causar daños en las plantas, así que hay que buscar la manera de generar un ambiente de media sombra, colocando en los cristales esterillas, persianas o elementos similares. De esta forma disminuirá el posible efecto lupa y el agua del riego se evaporará mucho menos.