Los ficus son unas plantas muy sencillas de cultivar, a la par que resistentes y muy vistosas, por lo que se trata de uno de los ejemplares de interior que no puede faltar en la casa de cualquier amante de la jardinería.
Los ficus son ejemplares de bello porte que pueden llegar a alcanzar una altura notable, por lo que podemos emplearlos para decorar cualquier esquina de nuestra vivienda, siempre y cuándo volteemos su tiesto para conseguir repartir los rayos solares por todo el ejemplar y evitar que crezca únicamente en la dirección en la que recibe los rayos solares.
Tanto un defecto como un exceso de riego provocan el mismo efecto en los ficus: la marchitez y caída de sus hojas, problema muy común que es conveniente evitar porque son su principal atractivo. El exceso de riego, provocado por mantener el ejemplar sobre un plato anegado de agua, es especialmente perjudicial. Esto es debido a que resulta más difícil de resolver y provoca, además de los mencionados síntomas, la pérdida de su vistoso colorido.
Para retirar un exceso de agua es necesario sacar el ejemplar del tiesto, teniendo mucho cuidado de no dañarlo, y secar su cepellón con papel absorbente. Si no conseguimos resultados óptimos podemos recortar su sistema de raíces y su parte aérea de forma proporcional, para impedir que el ejemplar requiera mayor cantidad de nutrientes que los que puedan adquirir sus raíces y así reducir la humedad de que dispone el sustrato.
El control de parásitos es muy importante, siendo siempre más eficaz la prevención y la vigilancia continuas. Resulta muy útil aplicar sobre el sustrato un insecticida sistémico cada dos meses, para evitar que sean atacados por dos de sus principales plagas, la araña roja y la cochinilla.