Las plantas crasas o suculentas son capaces de almacenar en sus tejidos grandes cantidades de agua, lo cual les permite crecer en entornos muy áridos y secos, donde otras especies no pueden habitar. Las más conocidas son el cactus y otras como la orquídea, las plantas de la familia de las crassulas y el aloe vera. Sin embargo, pese a su resistencia, si se desea cultivarlas en casa, se deben tener en cuenta algunas recomendaciones para su cuidado.
La evolución dotó a las plantas crasas de hojas, raíces o tallos mucho más gruesos que los del resto de vegetales y es en estas partes donde conservan sus reservas de líquido. Habituadas a sobrevivir en ambientes desérticos, no necesitan apenas cuidados, ya que están preparadas para aprovechar al máximo la humedad del ambiente. Muchas son pubescentes: sus superficies están cubiertas de pelillos que retienen el rocío. Además, han reducido el tamaño de sus hojas para que la pérdida por transpiración sea mínima (el cactus las convirtió en espinas para, además, protegerse de atacantes) y muchas, incluso, realizan la fotosíntesis a través de la superficie del propio tallo, en lugar de hacerlo por las hojas.
Consejos para cultivar plantas crasas en el hogar
Para cultivarlas en casa, es necesario aportar a las plantas un sustrato ligero y permeable. Esto permite evitar que se encharquen, ya que el agua excedente drenará con facilidad. Con el fin de simplificar este proceso, conviene colocar una capa de grava en el fondo del tiesto donde se plantará el ejemplar y añadir luego arena de río al sustrato.
De todas maneras, se debe recordar en todo momento que estas especies no necesitan mucha agua y que, si se riegan demasiado, se les puede ocasionar una muerte rápida y sin síntomas previos. El riego se debe realizar con moderación, todos o casi todos los días en verano y con mucha menor frecuencia en invierno; en los meses de frío pueden pasar semanas sin que haga falta echarles agua.
Antes de volver a regar, conviene esperar a que el sustrato se seque y dejar pasar algunas horas
Un factor importante es esperar a que el sustrato se haya secado por completo y dejar pasar algunas horas antes de volver a regar. Si no se cumple esta regla, hay peligro de que se formen hongos o parásitos que ataquen el ejemplar. El momento idóneo para humedecerlas coincide cuando el clima se torna más templado, ya que el agua sensibiliza el «tacto» de la planta: es decir, hay que evitar regarlas en pleno día durante el verano y a la noche, en invierno.
La forma de riego más recomendada abarca toda la superficie del sustrato. En ciertos tipos de cactus, conviene además no mojar de manera directa las espinas, ya que esto podría deteriorar su salud.
Cuidados contra las plagas
Tener una planta crasa en el hogar equivale a que esté fuera de su hábitat natural. Uno de los principales riesgos que se corren en estos casos pasa por la posibilidad de ataques de plagas y enfermedades para las cuales el ejemplar no esté preparado. Por ello, son convenientes algunos cuidados específicos.
El riesgo de enfermedades aumenta porque el hogar no es el hábitat natural de las plantas crasas
Por un lado, y esto vale en general para cualquier planta, es fundamental limpiar bien cada maceta antes de reutilizarla, para reducir en lo posible los riesgos de contagios de enfermedades de una planta a otra. Lo mismo ocurre con las herramientas y utensilios, que se deben esterilizar con frecuencia y, sobre todo, después de trabajar con un ejemplar enfermo.
Por otra parte, también es posible disminuir el peligro de desarrollar hongos: dos fumigaciones al año pueden resultar muy efectivas. A esto se añade la necesidad de estar atentos a la formación de pequeñas plagas, como arañas rojas o pulgones, que pueden causar estragos en las plantas. Un dato importante es que a las plantas crasas les cuesta más que al resto recuperar su aspecto después de un ataque o de experimentar alguna otra clase de daño. Una quemadura más o menos superficial no pone en riesgo la vida del ejemplar, pero sus efectos pueden ser visibles durante años.
Hay miles de especies de plantas crasas, que se agrupan en familias. Un dato curioso es que no derivan de una misma familia, sino que muchas especies diferentes desarrollaron la capacidad de acumular agua y se convirtieron en suculentas por las necesidades de los lugares que habitaban. Ese es, al menos en parte, el motivo que explica tanta variedad. Las familias más numerosas son las aizoáceas, las cactáceas, las crasuláceas y las euphorbiáceas: cada una reúne más de mil especies.