La elección de los pavimentos es una de las tareas más complicadas en la reforma de una vivienda. Entre los numerosos materiales, la madera destaca por su calidez, resistencia y estética. Otro factor que se debe valorar es la amplia variedad de materiales, texturas, colores, vetas y diseños, que proporciona el ambiente necesario en cada estancia de la casa.
Tipos de suelos
Aunque se conoce con el nombre genérico de parqué a todos los pavimentos de madera, estos se clasifican en tres grupos que se diferencian por el porcentaje de madera natural en su composición, los sistemas de colocación y la resistencia y durabilidad.
Tarima maciza. Es el suelo más tradicional, elaborado con una sola capa de tablas de madera de unos 21 mm de espesor. Su precio es algo elevado, pero destaca por una gran duración y resistencia. Aunque se debe lijar para recuperar el aspecto original, el grosor permite que no sufra un desgaste perceptible. El roble, el haya, la jatoba o el arce son algunas de las maderas más utilizadas para este tipo de suelos.
En la actualidad se puede encajar con el sistema «clic», aunque la forma más típica de colocarlo consiste en clavar las piezas de madera sobre rastreles, machiembradas. Su característica principal es que permanece alejada del suelo, por lo que la cámara de aire que queda entre éste y la solera favorece la ventilación y controla los excesos de humedad que perjudican a la madera.
Parqué flotante. Este suelo tiene una excelente calidad y acabado, ya que se compone de piezas que ya se han barnizado y pegado en los talleres con tecnología de precisión. Estas características, y el hecho de que resulte bastante económico, favorecen que este tipo de pavimento sea uno de los más comunes en las actuales viviendas.
Está formado por listones de pino o madera terciada, con una lamina superior de una madera noble de unos 4 mm., encolados y unidos entre sí. Se colocan mediante autotrabado o clips metálicos. Para que quede flotante, se apoya sobre una superficie de espuma de poliuretano. Se pule en general cada 10 años y su vida útil asciende a 20 años. Las maderas más habituales en este caso son el roble europeo y el americano, el fresno y el haya.
Parqué encolado. En auge en las décadas de los sesenta y setenta, en la actualidad su uso es más moderado. Está formado por tablillas de madera maciza de un grosor aproximado de 15 mm. Su estética es atractiva, ya que permite realizar diversos dibujos -espiga, diagonal, damero, etc.-, con alternancia de colores. Elimina ecos sonoros y proporciona una confortable sensación de firmeza al caminar. Si es de buena calidad, aguanta bien los lijados. Para que no se dañe, hay que controlar su exposición a la humedad y al sol. Las láminas de madera se pegan con cola a un suelo plano, firme y nivelado.
Suelos de imitación de madera. Están compuestos por derivados de la madera, como la viruta o el serrín, unidos por componentes sintéticos. Estos suelos imitan dibujos, vetas, tonalidades y nudos de las mejores maderas. Destacan por su bajo precio y alta resistencia a la humedad y al uso. Además, son muy fáciles de colocar.
En primer lugar, hay que adecuarse al presupuesto disponible, ya que tanto la variedad de suelos de madera, como sus precios, es muy amplia.
El uso que se dará a la habitación donde se va a instalar el parqué es determinante. Cuanto mayor es la posibilidad de desgaste, más durabilidad tendrá que tener el suelo. Otro aspecto destacado es el color, en los parqués de colores claros el desgaste se aprecia más.
Los suelos de madera son complementos decorativos, por lo que la elección debe ser acorde al estilo de la vivienda.
En pisos pequeños se puede conseguir una sensación de amplitud si se colocan las láminas de madera en la dirección que sigue la luz al entrar por la ventana o en el sentido de la circulación, en el caso de los pasillos. Otra opción es elegir tablas estrechas en tonos claros, como el haya, arce o pino. Si además se utiliza el mismo tipo de suelo en toda la casa, se conseguirá un efecto unificador.
En espacios amplios y bien iluminados, las tonalidades oscuras aportan calidez y elegancia.
Hay que evitar sobrecargar las estancias con alfombras, muebles u objetos de decoración. En muchos casos, un buen suelo de roble es el mejor de los protagonistas.