Utilizados en la decoración, los colores primarios ofrecen múltiples posibilidades que van desde la calidez del rojo o la energía y vitalidad del amarillo, hasta la serenidad y frescura del azul. Con los secundarios (naranja, verde y violeta) ocurre otro tanto. Este artículo explica el efecto decorativo de los colores primarios, el valor de los secundarios y las variantes que ofrecen los llamados pares complementarios.
El efecto de los colores primarios
Los colores primarios son el rojo, el amarillo y el azul. Reciben este nombre porque no se pueden crear a partir de ningún otro color. Combinados entre sí, dan lugar a otras tonalidades, cuyo efecto se puede suavizar, además, si se incluyen en la mezcla distintos grises.
El efecto puro que transmiten se puede suavizar si se mezclan con gris u otros tonos neutros
El color rojo es cálido y atrevido a la vez. Estimula la mente, da energía y excita los sentidos, por lo que se recomienda su uso en estancias destinadas al entretenimiento, como el salón o un espacio destinado a los juegos.
Por el contrario, el azul es un color frío: denota calma, serenidad y frescura, de la misma forma que la visión del cielo o del mar. No obstante, los tonos más pálidos combinados con una iluminación de poca intensidad pueden resultar demasiado fríos. Una combinación apropiada mezcla los tonos azules y blancos.
El amarillo combina la energía y vitalidad características del rojo, con la serenidad de los azules. Al igual que el sol, el amarillo llena de luz las habitaciones y hace que estas brillen en los días nublados. Combinado con colores cálidos como los rojos, naranjas y púrpuras, crea un ambiente íntimo y acogedor.
Los colores secundarios y su valor
Los colores secundarios también son tres: naranja, verde y violeta. Cada uno de ellos proviene de la mezcla, en cantidades iguales, de dos colores primarios. De esta manera se amplían las opciones de tonalidad, lo cual favorece las posibilidades decorativas.
Aunque su intensidad puede abrumar, el naranja es un color acogedor, atractivo y cálido, que sugiere intimidad. Aporta un tono acogedor y luminoso a las estancias frías o con poca iluminación natural.
El verde es el tono por excelencia de la primavera y la naturaleza, y por eso se relaciona también con conceptos como la esperanza. Además de dar vida a las habitaciones, es un color que favorece la concentración, por lo que es idóneo para estancias donde se realicen tareas que requieran atención.
La gama de matices del violeta es muy amplia: incluye tonos como el lavanda, el lila o el malva. El primero es el más fresco y natural, sobre todo si se combina con verde o blanco. Además, la tendencia un tanto opresiva del violeta se puede mitigar, si se mezcla con naranjas o amarillos. Los tonos más pálidos son los más indicados para las habitaciones personales, como los dormitorios y las salas de estudios.
Se llama pares complementarios a la combinación de cada color primario con el secundario que tiene justo enfrente en el círculo cromático o rueda de color. Aunque opuestos, estos colores se complementan y combinan entre ellos. Los tres pares complementarios son los siguientes:
Rojo-verde: tiene un efecto dinámico, ya que el rojo aporta el efecto estimulante y el verde, el toque de equilibrio.
Azul-naranja: la intensidad de este último color se compensa con la calma y la serenidad que desprende el azul.
Amarillo-violeta: la vitalidad y alegría que caracterizan al amarillo compensan el punto en cierta medida irritante que puede tener el violeta.