El romero es una planta aromática de la familia de las labiadas, que puede llegar a alcanzar hasta los dos metros de altura. Es un arbusto perenne, con un tallo leñoso y ramificado, cuyas hojas son lineales, miden de dos a tres centímetros de longitud y de uno a dos milímetros de ancho, además estas hojas atesoran un color verde oscuro y brillante.
En cuanto a sus flores, éstas suelen ser de colores celestes o violeta pálido, pero en sus diferentes variedades también podemos encontrar ejemplares de color blanco. Además, el romero tiene una gran virtud, ayuda a ahuyentar las plagas, al igual que la inmensa mayoría de las plantas aromáticas empleadas en la cocina, por lo tanto es muy recomendable plantarlo cerca de los árboles frutales.
La tierra en la que mejor va a crecer este ejemplar es la arenosa, aunque se adapta con facilidad a otros tipos de suelo más pobres, salvo en los arcillosos. Hay que sembrarlo en una zona protegida (junto a un muro o una pared), y es necesario dejar unos 50 centímetros de distancia entre planta y planta.
El mejor medio para cultivar el romero consiste en emplear los esquejes recolectados durante el mes de agosto y trasplantarlos en primavera o a finales del verano. Durante la época estival también es un buen momento para hacer de dos a tres podas con las que obtendremos nuevos esquejes.
Será suficiente con aportarle un riego moderado a la semana, palpando previamente la tierra para saber si mantiene la humedad, puesto que no necesita ser regado con mucha asiduidad. Prefiere encontrarse en un lugar donde reciba luz solar abundantemente para poder desarrollarse sin problemas.
Esta aromática es originaria de las regiones bañadas por el mar Mediterráneo, por ello es muy utilizada como condimento en la cocina de estos países.