Un trabajo costoso y bien hecho puede perfectamente ser echado a perder por la simple presencia del polvo. Éste, traído por el viento, se adhiere a la pintura fresca y puede quedarse en la superficie pintada cuando la pintura se seca. En este pequeño artículo se comentarán unos consejos que evitarán la presencia de estos pequeños y desagradables «compañeros» de trabajo.
Si es el viento el que deposita las pequeñas partículas de polvo sobre la pintura fresca, el primer consejo, de sentido común, será ponerse a pintar un día que no haya mucho viento. Esto no asegura que ninguna partícula se pose sobre la pintura, pero, sin duda, disminuirá el riesgo.
Si no es posible esperar a que llegue un día sin viento, podemos regar el suelo en una superficie considerable alrededor de la superficie a pintar. De esta manera apelmazaremos el polvo y no podrá ser levantado por el viento.