La calidad del agua en la vivienda, especialmente para consumo humano, es una prioridad. Para ello, la normativa vigente exige que la instalación cumpla unos requisitos de salubridad. En primer lugar, la dimensión de la instalación ha de estar en consonancia con el caudal y presión de la misma. En cuanto a los materiales, las tuberías y accesorios no deben presentar concentraciones de sustancias nocivas que excedan los valores permitidos. Estos valores se recogen en el Real Decreto 140/2003, de 7 de febrero, que establece la necesidad de que el agua de consumo humano sea «salubre y limpia».
Lo apropiado es que las tuberías sean de cobre o PVC. De hecho, las instalaciones de plomo están en desuso y existe una tendencia general a su desaparición. Los materiales que se empleen no deben modificar «la potabilidad, el olor, el color ni el sabor del agua». Tampoco deben favorecer la migración de sustancias en cantidades que supongan un riesgo para la salubridad del agua, estipula el Documento Básico HS de Salubridad del Código Técnico de la Edificación.
La instalación ha de tener unas características adecuadas para evitar el desarrollo de gérmenes
Esta norma determina también que las tuberías sean resistentes a la corrosión interior, capaces de funcionar «eficazmente» en las condiciones de servicio previstas, no presentar incompatibilidad electroquímica entre sí, resistir temperaturas de hasta 40º C y ser compatibles con el agua suministrada. En definitiva, la instalación ha de tener unas características adecuadas para evitar el desarrollo de gérmenes.
Protección contra retornos
Los sistemas antirretorno evitan que las aguas sucias -las que se escapan por los desagües- vuelvan a la red de suministro. Para ello, hay que asegurarse de que la instalación cuenta con estos sistemas en puntos estratégicos, como después de los contadores o antes de los aparatos de refrigeración y climatización.
Otras maneras de evitar el retorno del agua consisten en habilitar grifos de vaciado que sirvan para cualquier tramo de la red, no conectar las instalaciones de suministro de agua a instalaciones de evacuación y conseguir que la llegada de agua a los diferentes aparatos y equipos se realice de forma que no se produzcan retornos.
Los propios aparatos deben impedir el regreso del agua que haya salido de ellos. En este sentido, bañeras, lavabos, bidés, fregaderos o, incluso, los rociadores de ducha manual, deben tener incorporado un dispositivo antirretorno. La misma norma se aplica a las instalaciones que dispongan de un sistema de tratamiento de agua.
Diferenciar las tuberías que forman parte de la red de suministro de agua es imprescindible. Especialmente, cuando una misma instalación cuenta con tuberías o grifos por los que circula agua no apta para el consumo. Estos puntos han de identificarse de forma “fácil e inequívoca”. Para ello, las tuberías de agua potable se señalan con los colores verde oscuro o azul.
Las tuberías de agua potable se señalan con los colores verde oscuro o azul
En cuanto al diseño, la red de tuberías ha de ser accesible para su cuidado y reparación. Además, se deben separar las tuberías de agua fría y de agua caliente para que las primeras no resulten afectadas por los focos de calor. La distancia mínima es de cuatro centímetros. Con respecto a las conducciones de gas, deben guardarse al menos tres centímetros de distancia, mientras que los dispositivos eléctricos o electrónicos y las redes de telecomunicaciones han de estar a una distancia en paralelo de, al menos, 30 centímetros.