Los que no son expertos en jardinería están acostumbrados a ver determinadas especies en su ciudad a las que no prestan atención porque, simplemente, las consideran malas hierbas. Este puede ser el caso de la cabellera de venus (Adiantum), ya que esta planta, un helecho perteneciente a la familia de las polipodiáceas, surge espontáneamente entre rocas en lugares especialmente húmedos, decorando así el paisaje urbano.
En cuanto a su descripción, posee unos tallos finísimos y negros, que sostienen las hojitas en forma de riñón y con el borde dentado, en color verde oscuro. No alcanza mucha altura y sus ramas quedan a ras del suelo o colgando entre las rocas por las que constantemente escurre el agua. Su nombre vulgar es consecuencia de sus finos pecíolos, que recuerdan precisamente a la cabellera de cualquier persona.
Esta planta originaria de América tropical y de las zonas templadas de Asia también puede ser cultivada como ejemplar de interior. Como helecho que es, la cabellera de Venus requiere riegos muy abundantes, sumergiendo casi todo el tiesto en agua durante la noche, además de precisar pulverizaciones frecuentes sobre las hojas cuando se encuentre en climas secos. Es tan importante tener especial cuidado en no encharcar el sustrato para no asfixiar al ejemplar como propiciarle un ambiente húmedo para evitar que se marchite por estar en un entorno muy seco.
Siguiendo con las necesidades de la planta, como ejemplar de interior es conveniente situarla en lugares luminosos donde el sol no incida sobre ella de manera directa y a unas temperaturas que oscilen entre unas mínimas alrededor de los 15º C y unas máximas cercanas a los 28º C.
Además, hay que tener en cuenta que la cabellera de venus requiere una tierra normal de jardín, preferiblemente mezclada con turba, con el fin de que retenga al máximo la humedad, y que si se quiere reproducir hay que esperar al principio de la primavera.