Los ladrillos huecos se emplean, principalmente, para levantar muros. Son un material de gran durabilidad, en cuyo interior presentan perforaciones verticales u horizontales, de las que toman su nombre. Pero estos huecos cumplen, además, otras funciones:
- El vacío de cada pieza convierte los ladrillos en productos ligeros, fáciles de manejar en una obra.
- Estos huecos favorecen un buen aislamiento térmico y acústico, propiciado por la cámara de aire interior o el material aislante con que se pueden rellenar las celdas.
Colocación en obra
Este tipo de ladrillos se caracteriza por una textura en sus caras que mejora el agarre entre piezas. Asimismo, son productos que se fabrican en varias medidas -ancho, largo y espesor- para adaptarse a cualquier tipo de obra interior o exterior: división de ambientes o fachadas.
De mayores dimensiones que los ladrillos macizos, suponen un ahorro de tiempo en los trabajos
Respecto a la ejecución en obra, la ligereza de los ladrillos favorece su colocación y manejabilidad, lo que simplifica los trabajos. Por el contrario, los ladrillos macizos son piezas más pesadas, difíciles de manipular y, generalmente, de menores dimensiones. De ahí que los ladrillos huecos supongan también un ahorro de tiempo.
Otra diferencia con respecto a estos se encuentra en el modo de corte. En ocasiones, los trabajos de albañilería requieren colocar trozos de ladrillos en los bordes de un muro o en el tramo final de una hilera. En estos casos, es preciso partir las piezas, una tarea que exige seguir unos pasos concretos en función del tipo de ladrillo:
- Ladrillos macizos. Más sencillos de partir, se emplea para ello un lápiz con el que se marca la línea por la que se quiere seccionar. Con la ayuda de la piqueta, se realiza una hendidura y con un cincel se termina de fragmentar la pieza.
- Ladrillos huecos. Igual que en el caso anterior, se marca la línea por la que se partirá la pieza, se da un golpe seco con la piqueta y, a continuación, se rompe con un cincel.
Es aconsejable humedecer los ladrillos durante la colocación en obra para que se saturen y no absorban el agua del mortero. Posteriormente, se extiende el mortero, se forma una hilera con las piezas y se presiona sobre la base y entre los ladrillos.
Los ladrillos huecos pueden tener formato tradicional (métrico o catalán) o gran formato. Las dimensiones más habituales en el primer caso oscilan entre 24 y 50 centímetros de largo y de 11,5 a 20 centímetros de alto. Según el grueso, se diferencia entre ladrillos sencillos, dobles o triples. Los primeros tienen un grosor entre 4 y 5 centímetros, los dobles entre 7 y 9, y los triples de 10 a 11.
Los ladrillos huecos de gran formato tienen una longitud superior a 30 centímetros y un grosor igual o superior a 4 centímetros. La altura más pequeña es inferior a 14 centímetros, aunque existe una amplia modalidad hasta alcanzar los 50 centímetros.