La madera otorga calidez a los suelos de exteriores, tanto en pasillos como en áreas de descanso y las superficies de alrededor de las piscinas. Al considerarse como un material “vivo”, ante las inclemencias del clima resulta más afectado que el cemento o las baldosas, por lo que requiere algunos cuidados especiales. Este artículo describe el uso de la madera en los suelos de exteriores, además de su mantenimiento, y ofrece algunos consejos para la limpieza y el cuidado de estos suelos y muebles.
La madera en los suelos de exteriores
Los suelos son, en general, las superficies que están sometidas a un mayor desgaste. En ambientes interiores, las áreas de mayor tránsito sufren más la erosión debido a las pisadas y la limpieza, pero en espacios exteriores lo que más afecta a los suelos son las inclemencias del tiempo: la lluvia, la humedad, los cambios de temperatura, los vientos, etc. Si los suelos exteriores son de madera, el cuidado que hay que tener al momento de limpiarlos y mantenerlos es mucho mayor.
Las maderas tropicales son las que mejor toleran las condiciones de la intemperie
La madera es un material higroscópico, es decir, capaz de absorber y exudar humedad. La principal diferencia con relación a otros tipos de suelos radica en que pese a que está cortada, trabajada y utilizada como material de construcción, de alguna manera, la madera sigue estando «viva» mientras forma parte del suelo. De ahí que haya que tomar una serie de medidas especiales para su cuidado.
Son las maderas tropicales las que mejor toleran las condiciones de la intemperie. Las más utilizadas provienen de árboles como la teca y la robinia (también llamado acacia blanca). Otras maderas de uso frecuente en exteriores son las de ipé (procede de los árboles del género Tabebuia), cumaru, jatoba, elondo, etc. También existen tarimas sintéticas, superficies realizadas con mezclas de madera y polímeros como el polietileno, que resultan algo más económicas.
El mantenimiento de los suelos de madera
La mejor manera de mantener en buenas condiciones un suelo de madera en exteriores (un pasillo, un área de descanso o los alrededores de una piscina) es con un tratamiento de aceite de teca. Esta sustancia protege las superficies, les proporciona nutrición y en general también mantiene su color natural, aunque con el paso del tiempo tiende a oscurecerlas y opacarlas.
La aplicación de aceite de teca garantiza una buena durabilidad de la madera en los suelos de exteriores
Los especialistas recomiendan que la aplicación del aceite de teca se realice dos veces al año: una en primavera y la otra en otoño. Esto brinda a la madera la ayuda para tolerar las épocas de clima más riguroso.
El método de aplicación es simple. Con un paño, una almohadilla o un rodillo, se debe pasar una mano más bien generosa de aceite de teca siguiendo el sentido de la veta de la madera. Después de unos minutos, conviene quitar el exceso de aceite, si lo hubiera, con un trapo limpio. Esta primera capa tiene en la madera un efecto impermeabilizante.
Se recomienda dar una segunda mano unas seis horas después de la primera. Esta segunda aplicación protegerá a la madera, sobre todo, de los efectos del sol y las temperaturas más duras (mucho calor o mucho frío). Después de esta segunda mano, hay que dejar secar toda la noche y, al día siguiente, aplicar una capa final. Este tratamiento garantiza un óptimo resultado y permite aprovechar al máximo la belleza y durabilidad de la madera tropical para los suelos.
Para la limpieza, lo más aconsejable es emplear solo agua o algunos productos limpiadores especialmente diseñados para madera de tarima exterior. Se debe evitar el uso de hidrolimpiadoras o mangueras a presión, ya que la fuerza del chorro de agua puede debilitar la madera y, en el peor de los casos, levantar astillas.
En los días de mucho calor se aconseja “regar” el suelo de madera, con el fin de refrescarla y humedecerla. De esta manera, se protege al suelo de posibles rajaduras o de un mayor desgaste.
El aceite de teca, por su parte, también sirve para el cuidado de los muebles de exteriores de madera. Estas sillas y mesas de jardín, aunque no permanezcan todo el tiempo a la intemperie como los suelos, también sufren en mayor o menor medida los efectos del clima y agradecen que la protección y nutrición que esta sustancia brinda.
La aplicación en estos muebles se debe hacer de la misma forma: con un paño o almohadilla, en el sentido de la veta de la madera. En este caso, no hace falta dar varias manos. Con una sola será suficiente, salvo que la madera esté muy deteriorada o que se sepa que sufrirá condiciones especialmente malas.