En trabajos de albañilería es muy común el uso del mortero. Este producto, obtenido por la mezcla de uno o varios aglomerantes, arena, agua y, en su caso, aditivos, se caracteriza por su resistencia y fuerza de cohesión, y por su impermeabilidad y estabilidad. Se emplea como material de agarre y unión en el alicatado o en la confección de muros de ladrillo, y en el revestimiento de paredes.
La clave está en el aglomerante
El mortero está formado por arena, agua y aglomerante, que puede ser de yeso, cemento o cal, o una mezcla de estos últimos. Los morteros de cemento son muy resistentes, duros e impermeables, aunque pueden llegar a agrietarse. Estas características hacen que sean muy utilizados para construir muros de carga.
Los morteros a base de cal son de gran plasticidad, fáciles de aplicar, y más flexibles que los de cemento, son algo menos resistentes e impermeables. Están indicados para la construcción de muros interiores y exteriores.
Por lo que respecta a los morteros de yeso, su principal cualidad es su gran velocidad de fraguado. Sin embargo, son menos resistentes que otros morteros, y tienen una gran capacidad de absorción, por lo que pueden almacenar una gran cantidad de agua. Estas características hacen que este tipo de morteros estén desaconsejados para construir muros que tengan que soportar peso o condiciones atmosféricas adversas.
Los morteros que son resultado de una mezcla de cal y cemento, o de yeso y cal, se encuentran en un punto intermedio entre los anteriores, y son conocidos como morteros bastardos o mixtos.
Por lo que respecta al agua, ésta debe estar lo más limpia posible, ya que es la responsable de que la argamasa reaccione, fragüe, y se solidifique. Si la cantidad de agua es excesiva el mortero no fraguará bien, y si no es suficiente el resultado será frágil. También debe estar libre de suciedad la arena empleada para la mezcla, y la forma de sus granos debe ser poliédrica o redondeada. En cuanto a las proporciones entre argamasa y arena, éstas varían en función del trabajo a realizar. Una vez hecho el mortero el proceso de secado durará más o menos tiempo en función del clima de la zona, aunque el nivel máximo de resistencia se logrará pasadas unas tres semanas.
Para preparar un mortero el primer paso es mezclar la arena y la argamasa (cemento o cal) en una cubeta. Este proceso se debe hacer en seco. Con ayuda de una paleta se remueve la mezcla hasta que esté uniforme. Después hay que hacer un pequeño hueco en el centro de la masa donde se añade agua poco a poco, a la vez que se remueve con una paleta hasta obtener una masa de aspecto plástico. Una vez hecho el mortero, se debe utilizar a lo largo de la hora siguiente a su elaboración. Si se deja pasar más tiempo se puede endurecer. En este caso, se puede ablandar añadiendo más agua, pero una vez seco el resultado será más frágil.