Las lámparas fluorescentes se caracterizan por un consumo inferior al de las bombillas tradicionales de incandescencia y una duración mayor. Su eficiencia energética se traduce en más horas de luz, además de un flujo luminoso superior. A ello contribuye su diseño: un tubo de vidrio con forma lineal o circular, que contiene una pequeña cantidad de vapor de mercurio y un gas inerte, generalmente argón o neón.
La longitud de la lámpara se corresponde con la potencia de la misma. A su vez, la pared interior del tubo es la encargada de transformar la luz ultravioleta en luz visible, gracias a una sustancia fluorescente que la recubre.
Están compuestas por un tubo de vidrio, que contiene una pequeña cantidad de vapor de mercurio y un gas inerte
Respecto a los inconvenientes de este tipo de lámparas, el principal es el gasto de electricidad que registran al encenderse. El consumo en ese momento es muy elevado, de ahí que sea preferible dejar encendida la lámpara en lugar de apagarla si se prevé ausentarse de la estancia por un periodo de tiempo inferior a 20 minutos. Además, los continuos encendidos y apagados provocan un mayor desgaste de los elementos, lo que reduce la duración de las bombillas y origina ruido durante el tiempo que permanecen encendidas.
Estas características favorecen que los lugares más apropiados para instalar tubos fluorescentes sean aquellos en los que las lámparas se mantienen encendidas durante un periodo prolongado. En lugares de uso puntual y breve es preferible utilizar lámparas de incandescencia. Tampoco es conveniente emplear tubos fluorescentes en espacios de trabajo o estudio, ya que pueden causar molestias y fatigas en la vista. Por otro lado, en lugares con temperaturas superiores a 25ºC o 30ºC, la cantidad de luz emitida por un fluorescente disminuye.
Posibles averías
Cuando una lámpara fluorescente tarda en encenderse o al hacerlo parpadea, se eleva el consumo de electricidad y se acelera el desgaste de la propia lámpara. Además, éste es un síntoma de que el tubo se encuentra en mal estado.
Un síntoma de que la lámpara está apunto de agotarse es el ennegrecimiento de los extremos
También puede ocurrir que la avería se localice en el cebador, un dispositivo encargado de facilitar que la energía llegue a la lámpara e ilumine. Si esto ocurre, es probable que el tubo fluorescente sólo se encienda en uno de los extremos. Precisamente, una señal de que la lámpara está apunto de agotarse es el ennegrecimiento de los extremos.
Otro punto de atención es el balasto, que evita interferencias en aparatos cercanos al tubo fluorescente mientras éste se encuentra encendido. Gracias a él, además, la lámpara permanece encendida a la intensidad adecuada.
Las lámparas fluorescentes compactas o de bajo consumo se diferencian del resto por su forma. En lugar de tener un diseño lineal, presentan siluetas enrolladas que proporcionan una luz estable y sin parpadeos. No obstante, los avances más destacados se localizan en el interior, ya que sustituyen los balastos tradicionales por un dispositivo electrónico, que evita el parpadeo al encender el tubo y prolonga la vida de la lámpara.
Su funcionamiento es correcto incluso con temperaturas cercanas a 35°C y están fabricadas para evitar zumbidos. Suponen un ahorro en la factura de la luz, gracias a una duración mayor que la de los tubos fluorescentes y a un consumo inferior de electricidad. La Guía de ahorro de energía de Greenpeace recomienda su uso, puesto que “consumen seis veces menos electricidad y duran de ocho a diez veces más que los focos convencionales”.