La amaryllis es una planta perenne y bulbosa cuya característica más destacada es que sus flores atrompetadas aparecen antes que las hojas. La floración se produce normalmente en los meses de invierno y las flores surgen en el extremo de largos tallos, ofreciendo un amplio espectro cromático que va desde el blanco al naranja pasando por el rosa y el rojo.
La amaryllis pertenece al grupo de las amarilidáceas y procede de las regiones del sur de África, por lo que habrá que extremar sus cuidados en invierno, su época de floración, al no estar acostumbrada a los climas fríos.
Lo más adecuado es plantarla en primavera, en una maceta estrecha y profunda, para que pueda enraizar con facilidad. El suelo ideal para su crecimiento se conforma por una mezcla de compuesto de jardín y tierra de castaño.
Uno de los principales focos de atención de los cuidados de la amaryllis en invierno debe ser las yemas de los tallos, porque si éstas mueren la planta no crecerá. Para que esto no suceda puede cubrir aquellas zonas en donde se encuentren las yemas con abundante paja. Cuando se quiera resguardar de las heladas a toda la planta en general se debe preparar un manto grueso con paja, hojarasca e incluso helechos.
Toda esta protección de poco serviría si en dos días de viento la hojarasca y la paja va desapareciendo, así que es aconsejable colocar encima de esta capa una tela metálica sujeta a algunas estacas. Asimismo tampoco debe descuidar la limpieza de sus escasas pero grandes hojas con un paño húmedo.
Respecto a sus necesidades de riego, en los primeros días de cultivo basta con mantener el sustrato húmedo, pero paulatinamente los riegos deberán ir aumentando en cantidad y frecuencia según vaya creciendo la planta. Normalmente es suficiente con asegurarle un sustrato húmedo.
Asimismo es una planta que va variando sus necesidades de luz según la época del año, lo que tendremos que tener muy en cuenta si queremos que tenga un buen aspecto. Lo mejor nada más plantar una amaryllis es colocar la maceta en un lugar sombrío y, más adelante, cuando aparezcan los capullos, trasladarla a una zona luminosa y soleada para que pueda recibir los rayos del sol.