Para combinar con acierto las tonalidades de una vivienda es necesario conocer las características de cada estancia. La iluminación influye en el color y éste, a su vez, determina la cantidad de claridad u oscuridad que hay en una habitación. Por este motivo, antes de elegir los tonos en que se desea pintar, conviene conocer las particularidades de cada uno.
Principales diferencias
En líneas generales, los colores claros reflejan la luz que reciben, aportan luminosidad y agrandan visualmente una estancia, por lo que conviene utilizarlos en locales pequeños.
Al contrario, los colores oscuros absorben gran cantidad de luz y reducen visualmente una estancia. De ahí que, salvo en habitaciones muy amplias o que reciban una luz natural muy fuerte, sólo sea recomendable utilizarlos en zonas que se quieren resaltar, como los marcos de las puertas o ventanas.
Por su parte, el color blanco, que indica la ausencia de color, es muy útil para crear sensación de anchura en pasillos o habitaciones pequeñas, mientras que los tonos fuertes «acortan» las paredes y acercan los techos. La intensidad del color reduce las dimensiones reales de una estancia.
Ajustar el color
Cuando dar con el color adecuado resulta difícil, es necesario realizar pruebas. La mezcla de colores consigue pinturas a la carta que se ajustan a las necesidades de cada vivienda. Las pruebas se realizan en el propio soporte para comprobar el efecto de la luz sobre el color. Los tonos cálidos, como rojos y amarillos, potencian la luz frente a los colores fríos, como el azul o el verde.
Los colores fríos se utilizan en habitaciones soleadas
Estos últimos se utilizan en habitaciones soleadas para evitar la concentración de calor. Los colores fríos se asocian con el agua o el hielo. Se les considera colores refrescantes que crean sensación de calma o tranquilidad.
Por último, otro factor que se debe tener en cuenta a la hora de elegir un color es la fuente de luz. La luz solar, por ejemplo, aporta un tono rojizo a la pintura al atardecer y suaviza los colores fríos. La luz eléctrica, por su parte, crea un efecto gris en los tonos cálidos cuando las bombillas son de luz fría o azulada.
Aunque haya un color dominante en la estancia, siempre es preferible combinar tonos. Mezclar colores cálidos con fríos rebaja la influencia de unos sobre otros. Una habitación dominada por colores fuertes puede generar ansiedad, por lo que es mejor reservarlos para zonas u objetos puntuales. De igual modo, cuando los muebles destacan por su color, conviene que las paredes se pinten en tonos claros.